Marcelo Duclos,
Un nuevo informe de Transparencia Internacional volvió a dejar en evidencia lo que no es ningún secreto. El régimen venezolano, al igual que varios de sus aliados no democráticos, es absolutamente corrupto. Consultados por la prensa luego de la publicación del reporte, los responsables de la ONG señalan que en estos países existen “muy pocas sanciones contra los responsables de la corrupción”. También aseguran que en todos estos casos hay poderes judiciales lentos, que contribuyen a la problemática en cuestión. Sin embargo, la raíz de este desastre es otra muy concreta, se llama “socialismo”.
Paradójicamente, cuando los populistas intentan llegar al poder mediante el voto de la ciudadanía, hacen un descarnado análisis de situación de lo que ocurre en los países. Cuestionan siempre el problema de la corrupción, la asocian a cuestiones como la decadencia capitalista del amor por el dinero, y proponen erradicarla de raíz con entelequias basadas en el patriotismo y el altruismo. Lo cierto es que, lejos de mejorar un sistema imperfecto, lo que siempre ocurre es la debacle total. El fracaso del “hombre nuevo” es la consecuencia inevitable de todas las intentonas estatistas colectivistas inspiradas en supuestos altos valores morales.
Pero ¿por qué ocurre esto?, ¿todos los socialistas son corruptos por definición?, ¿no puede existir un modelo de planificación centralizada que sea honesto y transparente?
Aunque una persona convencida y decente (que no es el caso de los dictadorzuelos latinoamericanos) decida liderar un proceso donde el Estado reemplace a los mecanismos de mercado y se tenga que recurrir a la burocracia para satisfacer las necesidades, el caldo de cultivo para la corrupción estará a la orden del día. Cuando un funcionario tiene la potestad de otorgar o derogar permisos —para lo que sea— es cuestión de un momento a otro que el sello tenga precio. Cuando las oficinas y dependencias gubernamentales comienzan a regirse por estos parámetros, los recién llegados saben que, deben ser parte del juego y convertirse en cómplices o serán purgados inevitablemente. Los incentivos se alinean todos en el mal sentido.
Cuando la economía se basa en el libre juego de ofertantes con demandantes, y el Estado se limita a garantizar el cumplimiento de los contratos voluntarios entre las partes, pueden existir también casos de corrupción. Sin embargo, a diferencia con el modelo socialista, que tiene los incentivos para mantenerlos, en el modelo liberal la tendencia es a corregirlos. Si el permiso para abrir un negocio es sencillo y la habilitación para importar o exportar no depende de la discreción de un burócrata, las dependencias públicas ya no tienen el poder para vender favores.
Que Venezuela haya salido última en la región en el ranking de Transparencia Internacional no puede llamar la atención de nadie. Luego del fracaso total del modelo chavista en lo económico, Nicolás Maduro ha mutado hacia una propuesta híbrida: mantiene las potestades dictatoriales, pero recurre a socios capitalistas para que puedan seguir haciendo girar la rueda. Este método es sinónimo de corrupción, ya que para hacer negocios con el régimen hay que pagar el porcentual a los funcionarios.
Es por esto que siempre vale recordar que los empresarios tampoco son “decentes” por definición altruista. Claro que los hay, como también deben existir funcionarios incorruptibles en todos los países del mundo. Ya Adam Smith advirtió que nada bueno se podía esperar cuando los hombres de negocios estaban alrededor del trono del rey. Si uno quiere reducir la corrupción en el sector privado, lo único que tiene que hacer es quitarle los favores y prebendas, tanto como los controles y regulaciones abusivas. Que su suerte dependa de su virtud a la hora de ofrecer bienes y servicio de calidad y a precios accesibles.
Como no es ninguna sorpresa el desastre de la corrupción venezolana, tampoco lo es el mejor desempeño de otros países de la región. Uruguay, que hace gala de los principios opuestos del colectivismo socialista, ha sido el país de mejor desempeño en América Latina. ¿Lacalle Pou es más honesto y menos corrupto que Maduro? Seguramente. Pero el resultado de ambos países en el ranking no depende de esto, sino de los modelos que implementan para sus países y los incentivos que ambos generan.