MARÍA ZALDÍVAR,
Los galardones que acaba de otorgar la Real Academia de Ciencias de Suecia, la Asamblea Nobel y el Comité Nobel a dos mujeres sobresalientes significan un enorme y merecido reconocimiento a sus respetivos aportes y, simultáneamente, un duro revés para el movimiento feminista internacional.
Un caso es el de Narges Mohammadi, periodista iraní de 51 años encarcelada por el régimen terrorista de su país por ser una referente en la defensa de los derechos humanos de la mujer, cercenados de manera brutal y sistemática. El Premio Nobel de la Paz 2023 le fue concedido por su compromiso en la causa de la libertad. Actualmente cumple una larga condena en la prisión de Evin, en Teherán.
El comité del Nobel señaló que Mohammadi recibe el premio por «su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán y sus esfuerzos por promover los derechos humanos y la libertad para todos».
Fue arrestada por primera vez en 2011 y sentenciada a varios años de prisión «por sus esfuerzos para ayudar a los activistas encarcelados y sus familias», declaró el comité.
Mohammadi nació en Zanjan, Irán. Se licenció en física en la Universidad Internacional Imam Jomeini y se convirtió en ingeniera. Durante su carrera universitaria, escribió artículos sobre los derechos de la mujer en el periódico estudiantil y fue detenida en reuniones del grupo de estudiantes políticos Tashakkol Daaneshjuyi Roshangaraan («Grupo de Estudiantes Iluminadores»). También participó en reuniones de montañismo, a las que se le prohibió seguir asistiendo debido a sus actividades políticas por lo que tuvo que abandonar las escaladas.
Trabajó como periodista en varios periódicos reformistas y publicó un libro de ensayos políticos titulado Las reformas, la estrategia y las tácticas. En 2003, se unió al Centro de Defensores de los Derechos Humanos, encabezado por el Premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi; más tarde se convirtió en la vicepresidenta de la organización.
En 1999, se casó con su colega prorreformista Taghi Rahmani, quien poco después fue arrestado por primera vez. Rahmani se mudó a Francia después de cumplir un total de catorce años de prisión, pero Mohammadi se quedó para continuar con su trabajo de derechos humanos en Irán.
Mohammadi fue arrestada por primera vez en 1998 por sus críticas al Gobierno iraní y pasó un año en prisión. Más tarde fue citada ante el Tribunal Revolucionario Islámico por su pertenencia a la República Democrática del Congo. Fue puesta en libertad bajo fianza por un período breve pero fue detenida nuevamente pocos días más tarde. La salud de Mohammadi declinó mientras estaba bajo custodia, y desarrolló una enfermedad parecida a la epilepsia que le hacía perder el control muscular.
En julio de 2011, Mohammadi fue procesada de nuevo y declarada culpable de «actuar contra la seguridad nacional, la pertenencia a la RDC y la propaganda contra el régimen». Fue condenada a 11 años de prisión. La joven declaró que había recibido una sentencia «sin precedentes» emitida por el tribunal en la que se comparaban sus actividades en materia de derechos humanos con intentos de derrocamiento del régimen.
Esa sentencia fue duramente criticada por el Ministerio de Asuntos Exteriores británico, Amnistía Internacional, que la considera presa de conciencia y pidió su inmediata liberación; Reporteros sin Fronteras hizo un llamamiento en su nombre con motivo del noveno aniversario de la muerte de la fotógrafa Zahra Kazemi en la prisión de Evin, afirmando que Mohammadi era una reclusa cuya vida estaba «en peligro especial». También, un grupo internacional de legisladores estadounidenses, canadienses, lituanos, británicos, italianos y australianos pidió oficialmente su liberación.
En julio de 2012, fue puesta en libertad. Mohammadi pronunció entonces, un emotivo discurso afirmando: «¿Cómo es posible que los miembros del Parlamento estén sugiriendo un plan para la promoción de la virtud y la prevención del vicio, pero nadie habló hace dos años, cuando un joven bloguero inocente murió torturado a manos de su interrogador?». A pesar del acto de extrema violencia contra él, su caso sigue suscitando interrogantes y la prisión de Evin en la actualidad sigue siendo testigo de torturas y detenciones injustas de defensores de los derechos humanos. El vídeo del discurso de la activista iraní se difundió rápidamente en las redes sociales, lo que dio lugar a que la citaran ante el Tribunal de la Prisión de Evin. Esta mujer resulta un ejemplo de compromiso y valentía, que enfrenta al régimen iraní sin medir las consecuencias personales que eso le provoque.
En otro contexto, la estadounidense Claudia Goldin fue recientemente distinguida con el premio Nobel de Economía por sus estudios sobre el papel de las mujeres en el mercado laboral. Profesora de Harvard, Goldin es la tercera mujer en obtener este premio. Fue premiada por «haber hecho avanzar nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral», anunció el jurado.
Goldin analizó datos de Estados Unidos y explica la brecha salarial entre mujeres y hombres por motivos educativos y por el nacimiento del primer hijo. Ha rastreado los archivos y recopilado más de 200 años de datos de Estados Unidos, lo que le permitió demostrar cómo y por qué las diferencias de género en los ingresos y las tasas de empleo han cambiado con el tiempo.
Según la academia sueca, las mujeres están subrepresentadas en el mercado laboral mundial y, cuando trabajan, ganan menos que los hombres. Sin embargo, según la galardonada, parte de la explicación no es esa sino que las decisiones educativas, que impactan toda una vida de oportunidades profesionales, se toman a una edad relativamente joven.
«Si las expectativas de las mujeres jóvenes están formadas por las experiencias de generaciones anteriores (por ejemplo, sus madres, que no volvieron a trabajar hasta que sus hijos crecieron), entonces el desarrollo será lento» sostiene.
Sin embargo, Goldin ha demostrado que la mayor parte de esta diferencia de ingresos se da ahora entre mujeres y mujeres en la misma ocupación, y que surge en gran medida con el nacimiento del primer hijo. Durante el siglo XX, los niveles de educación de las mujeres aumentaron de manera sostenida y en la mayoría de los países de altos ingresos ahora son sustancialmente más altos que los de los hombres.
Así, echa por tierra una de las principales banderas del fanatismo feminista. No hay tal «patriarcado» que ahoga el desarrollo de la mujer trabajadora e indefensa sino una decisión libre y consciente de ella que privilegia la familia y la maternidad pero que, a la hora de competir en el plano laboral, inclusive alcanza ventajas sustanciales sobre los varones.
El contraste entre la enorme contribución que hacen estas dos mujeres a la humanidad con su lucha por la verdad y la libertad y ese movimiento de militancia política extremista se pone en evidencia. Como también se evidencia una vez más el objetivo político de esa organización cuya voz no se escucha para exigir el cese de la hostilidad, el maltrato y la discriminación salvaje de la mujer iraní, que hoy tiene el rostro de Narges Mohammadi.
El contraste entre esos modelos y el otro es una obscenidad. Frente a expresiones de legitimidad y entrega personal como las de Narges y Goldin tambalean los objetivos espurios del movimiento feminista, un brazo de la Agenda 2030 dispuesto a enfrentar hombres y mujeres, destruir los ancestrales lazos familiares y crear una sociedad de autómatas.