martes, noviembre 19, 2024
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¿Privilegio de qué? 

Quedarse tuerto por ver al otro ciego siempre me pareció más que un refrán el colmo de la insalubridad mental humana. Quedarse ciego para ver al otro ciego es la expresión que me viene a la mente cuando se habla tanto del libro «El privilegio cubano: la creación de la desigualdad de inmigrantes en Estados Unidos», de Susan Eckstein, que anda dando tumbos desde hace varios meses, pero que solo ahora alcanza seudo notoriedad en Miami, su principal escenario.

Por más que lees los propósitos del libro no los entiendes. Aunque desde la Universidad de Florida se diga que lo importante es el compromiso con la libertad académica una larga lista de patinazos dejan huella, horas antes del gran debate que ha sido cambiado de sede por interés de los organizadores y participantes. Es obvio que la legendaria librería de Books and Books no tiene cama pa tanta gente, ni merece el escarnio de quienes airados se darán cita sin que les importe si serán confinados a un parqueo o un salón con sillas numeradas.

La comunidad cubana ha jurado que alzará la voz en el recinto Modesto A. Maidique, de FIU, este viernes 9 a las 7 PM, y allí estaremos.

La propia Susan Eckstein, catedrática de Boston y estudiosa muy a su modo del tema cubano, ha tenido que salir diciendo que, y cito: “Lo que digo es que EEUU debería darle más igualdad a otros inmigrantes, no quitarle los derechos a los cubanos”, y ya esto le concede tufo a panfleto a su libro, cuando ha tenido que salir ella misma a redondear ideas que ni su propio libro hace legibles.

Su acotación me recuerda la vieja lección de los maestros en las clases de ensayo a las que quizás ella nunca asistió porque ya estaba dictando otras. Los viejos profes siempre dijeron: «El panfleto tiene derecho a circular pero no a legitimarse». Espero que este baño de pueblo se lo recuerde a su autora.

Entre las retorcidas buenas intenciones de Susan Eckstein destaca el hecho de que compara en buena parte de su trabajo académico a los cubanos con los haitianos cuando a pesar de la cercanía geográfica no tenemos nada que ver ni cultural ni políticamente. Debería entender Susan que la pluralidad del Caribe se remonta a los tiempos de la conquista cuando ni siquiera el estado de la Florida formaba parte de esta gran nación que es hoy Estados Unidos de América.

Cuando Susan Eckstein hace esta comparación irresponsable y despiadada no parece socióloga sino experta en zoología. En ese instante, cuando se le va todo rigor de la mano nos estudia como artrópodos y no como seres humanos. No juegue a ser Darwin, señora. La opresión del comunismo nos ha puesto por encima de la teoría de las especies.

El despegue del libro de la discordia tiene un basamento retrospectivo. La ira despega en 2006, en una fecha muy marcada para el proletariado mundial y no para el de Estados Unidos. Susan Eckstein lamenta la no participación de los cubanos emigrados a Estados Unidos en las protestas del 1 de mayo de 2006 conocidas como «El día sin inmigrantes». 24 horas dedicadas a convencer a los propietarios de empresas y miembros del Congreso de la importancia de los inmigrantes para la economía.

Cuando Susan Eckstein inicia su libro partiendo de este basamento su alegato nace muerto. No se puede presumir de conocer las entrañas del tema cubano cuestionando a los emigrados que se libraron del yugo del comunismo, por no querer ser palitos barquilleros en una protesta pautada para un 1 de mayo.

Quienes han venido a pedir refugio saben mucho de eso y conocen el significado del Primero de Mayo, una conmemoración derivada del Congreso Obrero Socialista, una idea impulsada por anarquistas y comunistas. Un desfile para nada voluntario que ha servido para manipular a los asistentes y para machacar a los ausentes.

Debería saber usted, señora Susan, que los cubanos exiliados cuando se negaron masivamente a la protesta del 1 de mayo de 2006 más que todo fueron respetuosos y coherentes. Primero no creyeron necesario redundar en el hecho de lo que significan los migrantes en la economía porque los números, la representatividad y el éxito de los exiliados cubanos y sus aportes hablan por sí solos. Segundo: No hacer comparsa el 1 de mayo para los emigrados cubanos en Estados Unidos es mostrar respeto por el Labor Day que aquí se celebra con todo honor y pasión el 5 de septiembre, porque es deber de la migración el respeto y la integración a los postulados del país que nos abre las puertas.

El libro anuncia un fenómeno real del que los cubanos no son responsables. La necesidad de dotar de sistema y estructura a los componentes migratorios de los Estados Unidos es una urgencia inobjetable. Pero ese hecho urgente no necesita que se estimule la división entre las naciones y los habitantes de la región. Privar de oportunidad a los cubanos que huyen de una dictadura no va a entregarle derechos al resto de los migrantes que aunque en condiciones muy difíciles han vivido en democracia.

Los cubanos que han tenido acceso a muchas oportunidades que usted describe únicamente como privilegios no han sido dueños de su destino ni han elegido jamás a un presidente durante más de seis décadas. Y bastaría esta sola oración para que se llamase usted a los caminos de la coherencia. Probablemente si se hubiese detenido solo en esta idea no estaríamos hablando de su libro. Tiempo estéril desperdiciado en confundir los tipos de harina. No somos harina del mismo costal porque la nuestra ha estado contaminada de modo permanente.

Su libro, señora Susan, padece de una ceguera que se junta con escasez de olfato. Hay que ser muy ingenuos hoy para asegurar a voz en cuello que persiste el fin de la Guerra Fría. Decir que la Guerra Fría concluyó en su totalidad es tan disparatado como asegurar sin rigor alguno que nunca existió. Las campanas de lo nuclear suenan otra vez al compás de los vientos de cambio. En el terreno del armamento antes era la Unión Soviética ahora son Rusia y China. En el terreno de las ideas, la pujante izquierda sueña con detonar las infieles bombas del igualitarismo que prometieron y no han podido cumplir. La vieja trampa de emular, no es ya entre sistemas, sino entre tendencias de pensamiento, que usan como fuerza motriz a los recursos humanos muchas veces disfrazados de migrantes indefensos a merced de los políticos y las políticas. Criminalizar a los rehenes y enfrentarlos entre sí es más que inútil, innecesario y cruel.

Sin embargo, sobre sus páginas veo una verdad que describe implacable, a la que le concedo el beneficio de la justicia. El libro describe una larga lista de congresistas, senadores, políticos en general y hasta presidentes, presuntamente responsabilizados con lo que la autora denomina el «privilegio cubano». Este listado menciona que fue el presidente Obama quien se retractó de los derechos de los cubanos. Dice más, destaca que Obama se comprometió personalmente con una supuesta nueva política exterior cubana. Sólo que le faltó por decir otras dos cosas. Obama dio mucho a cambio de nada. Fue peor el remedio que la enfermedad.

Espero entienda, hoy, esta semana o cualquier día de estos, Susan Eckstein, catedrática de Boston y manzana de la discordia de toda una comunidad expatriada, que hoy es exilio y que sueña con volver a ser país, que en gran medida quienes ahora me leen o escuchan hemos gozado sobre todas las cosas del gran privilegio de morir ahogados en el mar o de ser el plato fuerte de los tiburones.

Fuente: Diario las América

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