SONIA SCHOTT,
El reciente colapso del puente Francis Scott Key, de Baltimore, acaparó los titulares nacionales por considerarse una emergencia de proporciones mayores dado que provocó la suspensión del tráfico de buques comerciales, con el posible impacto en las cadenas de suministro.
El presidente Joe Biden ha proporcionado 60 millones de dólares en fondos federales de emergencia para las labores iniciales, a la espera de que el Congreso apruebe el presupuesto de reconstrucción.
Y es que todo dependerá de la legislación que autorice los fondos tanto por parte de la Cámara de Representantes, liderada por los republicanos, como del Senado, liderado por los demócratas.
El Congreso se ha visto dividido repetidamente por batallas partidistas sobre la financiación y los republicanos de línea dura a menudo están en desacuerdo incluso con miembros de su propio partido.
Otra promesa del mandatario a la espera de acción legislativa tiene que ver con los 60.000 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania que fue bloqueada por el Capitolio durante seis meses.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, dijo hace poco que espera aprobar un paquete que incluya ayuda para Ucrania con “algunas innovaciones importantes”. Sin embargo, no dejo de enfatizar la difícil posición en la que se encuentra con una mayoría históricamente estrecha en la Cámara.
Esa larga demora en la entrega de armas, que Kiev necesita con urgencia, no sólo ha mermado las defensas de Ucrania contra la agresión militar rusa, sino que también ha golpeado la credibilidad de Estados Unidos.
Los aliados internacionales consideran que si Ucrania sufre un revés en el campo de batalla, los republicanos del Congreso que se han negado a firmar la ayuda serán en parte responsables.
Afortunadamente para el presidente ucraniano, Volodimyr Zelensky, las divisiones legislativas sobre la ayuda han alarmado lo suficiente a una Europa que se ha visto obligada a llenar el vacío dejado por Washington, con entregas de armas.
Durante la Conferencia Internacional de Seguridad, celebrada el pasado febrero, en Múnich, Alemania, las conversaciones giraban en torno a dos personajes que, aunque ausentes, ejercían una influencia determinante sobre el conflicto: el presidente ruso, Vladimir Putin, y el expresidente Donald Trump, quien a través de sus partidarios republicanos ha bloqueado el paquete de ayuda a Ucrania, propuesto por Biden.
Igualmente, Alemania, aunque por razones diferentes, se niega a entregar a Ucrania sofisticados misiles de crucero porque estos sólo pueden ser operados por soldados alemanes y en territorio ucraniano significaría la participación directa del país en el conflicto, según el canciller Olaf Scholz.
Toda esta incertidumbre política que salpica a Ucrania han sido un impulso para Putin, quien el mes pasado fue reelegido por otros seis años en unas cuestionadas elecciones.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), contempla la posibilidad de que, si Rusia logra obtener más control sobre el territorio ucraniano, Putin comenzará acciones más agresivas contra los países de Europa oriental, aunque, en una declaración sorpresa, el líder ruso calificó esto como “una tontería”.
¿Se puede confiar en Putin?, después de todo, negó tener algún plan para invadir Ucrania poco antes de que las tropas rusas cruzaran la frontera el 24 de febrero de 2022.
Si bien hasta ahora la ofensiva rusa ha avanzado un poco teniendo mejor desempeño que las fuerzas ucranianas, la guerra podría continuar indefinidamente, mermando también recursos humanos y económicos para el Kremlin.
Aunque solo sean especulaciones, la OTAN no tiene más remedio que seguir gastando toneladas de dinero en defensa sólo para recordarle a Putin que los países de la Alianza están fuera de sus límites, incluido lo que quede de Ucrania.
Por su parte, Donald Trump ha advertido más una vez que si gana las elecciones, espera que todos los miembros de la Alianza incrementen el gasto en defensa.
No solo eso, en los últimos comicios de 2020, hubo temores genuinos de que el republicano sacaría a Estados Unidos de la OTAN, aunque últimamente dijo que seguiría comprometido con la Organización siempre que los europeos “jueguen limpio” y aporten el dinero necesario.
Europa por su parte, ya está empezando a considerar un nuevo escenario en el que se ocuparán de su propia seguridad, sin Estados Unidos como aliado.