A medida que pasan los meses el presidente ruso Vladímir Putin no solo aumenta su resistencia en abandonar una guerra que solo le está reportando fracasos, también aprovecha cualquier fisura para arremeter contra las naciones que dicen oponerse a la invasión contra Ucrania. Por eso, a partir de una medida tomada a inicios de diciembre, el mandatario decidió cortar los suministros de petróleo ruso.
Se trata de un acuerdo entre la Unión Europea (UE), el G7 y Australia firmado para fijar un tope de 60 dólares al precio del barril de petróleo ruso transportado por vía marítima. La medida entró en vigor el pasado 5 de diciembre. Ahora, por estos días, llegó la reacción de Moscú con la orden directa de prohibir la exportación a esos países. Es decir, menos crudo para Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia y el resto de naciones que forman parte de dichos grupos.
Con esto, la retaliación es amplia, directa y se convierte en otro golpe para Occidente. No hay lugar a dudas de que el mandatario aplica nuevas pinceladas de autoritarismo a su ya arbitraria guerra contra Ucrania buscando la «desnazificación». El hecho de que Rusia sea el tercer productor mundial de crudo, le da una importante moneda de cambio a Putin para responder a las sanciones.
Por otro lado, países integrantes de la UE y del G7 recurren a medidas que terminan siendo contraproducentes.
Decreto con impacto global
La medida de Putin durará del 1 de febrero hasta el 1 de julio de 2023, según Moscú. Además, la prohibición «se aplicará durante todas las fases del suministro hasta el comprador final», agrega el decreto firmado por Putin. A eso le sumó que limitar artificialmente los precios puede «destruir» el mercado energético internacional. Pero más que una advertencia, sus palabras lucen como amenaza.
Apenas comenzó la guerra en Ucrania saltaron las alarmas de lo que significa el petróleo y gas ruso para el resto del mundo. De hecho, para marzo de este año se estimaba que podían disparase los precios de la calefacción en Europa Occidental si el gas ruso dejaba de fluir. Y aunque EE. UU. no importa gas, los precios de todas las formas de energía aumentaron en ese país por la mala gestión del gobierno demócrata de Biden, incluyendo la liberación histórica de reservas petroleras. El impacto de global de la escasez de energía golpeó a Washington y la respuesta no fue eficiente.
Continuando con Putin, el Kremlin también dejó saber que se prohibirá la exportación de productos derivados del petróleo, aunque aún no define fecha de inicio. Por estas horas, la noticia de su decisión está dando la vuelta al mundo.
Putin sigue débil
Mientras tanto la guerra en Ucrania continúa. Pero Moscú no es capaz de seguir el paso a los enfrentamientos con el ejército de Volodímir Zelenski. Los hechos lo demuestran.
En unas 16 universidades rusas el gobierno decidió crear centros de entrenamiento militar. La idea es capacitar incluso a estudiantes para la guerra. Es decir, Putin necesita soldados para enviar al frente. El Kremlin lo disimula bajo la idea de «patriotismo», pero no es más que una medida para tratar de equilibrar las derrotas.
En las últimas horas, desde Rusia llegó otra amenaza: «Es por su propio bien, o la cuestión la decidirá el Ejército ruso”, dijo el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, exigiendo a Kiev que renuncie oficialmente a las cuatro provincias donde Rusia hizo arbitrarias elecciones para anexarlas.