Lejos de frenar los abusos liderados por el presidente ruso Vladímir Putin en la guerra contra Ucrania, la orden de arresto en su contra que emitió en marzo la Corte Penal Internacional, parece no haber servido. El motivo, es que continúa la deportación de niños ucranianos. Un tema que toca incluso a Bielorrusia, dada la complicidad entre el dictador, Alexander Lukashenko y su homólogo en Moscú.
Ahora la excusa para deportar niños ucranianos sería la de “educarlos” en la cultura rusa, según las palabras de Yevgeny Balitsky, gobernador impuesto por el Kremlin en la ciudad de Zaporiyia. Su estimación es que 2500 niños participen en este “programa de viajes educativos”. El problema es que el verdadero objetivo pasa por convertirlos en nacionalistas rusos, como han denunciado una y otra vez activistas y organizaciones que siguen los casos de cerca.
Hasta la fecha, el Ministerio de Cultura ruso transportó a más de 300 niños ucranianos desde dicha ciudad hasta a Moscú y San Petersburgo. En paralelo, el gobernador del distrito autónomo de Yamalia-Nenetsia, citado por Euronews, habló de “un programa de tres años” para que los menores visiten “centros de patrimonio cultural”. En total, Ucrania sostiene “que más de 19500 niños han sido secuestrados o deportados a la fuerza” desde que comenzó la guerra.
Adoctrinar a los más jóvenes
Mientras eso ocurre, la vecina Bielorrusia estaría sirviendo de cómplice para lograr que Putin adoctrine menores porque el resultado final serán hombres y mujeres que se identificarán con Rusia y no con Ucrania. Sin contar que emite pasaportes exprés para personas de zonas ocupadas, con la promesa de darles atención médica gratuita o membresías en Rusia Unida, el partido gobernante del Kremlin, como mencionaba Associated Press. Esto último, como denuncian autoridades ucranianas, también constituye una violación a los acuerdos de Minsk firmados en 2014 y 2015 para darle fin a la guerra en el Donbás.
Desde el año 2019 hasta unos días antes del comienzo de la guerra (febrero 2022) se calculaba que “más de 720.000 residentes de las zonas controladas por los rebeldes –alrededor del 18 % de la población– habían recibido pasaportes rusos”. La estrategia también sirve para que Rusia mantenga su dominio sobre áreas separatistas que se anexionó tras unas elecciones fraudulentas en octubre del año pasado.
Entonces, es un camino que el presidente ruso ha construido de a poco. Los niños ucranianos parecen ser una pieza importante del rompecabezas en esta guerra que se libra sobre el campo de batalla y sobre la sociedad atrapada en el conflicto. Es que, como suelen hacer los modelos totalitarios, adoctrinar a los más jóvenes garantiza una importante militancia a futuro. Ocurre en Cuba, en Venezuela, Corea del Norte y en el pasado, lo aplicaron otros regímenes tiránicos como el de Muamar el Gadafi en Libia, o el de Idi Amin en Uganda.
Destitución en la Cruz Roja
Volviendo a Bielorrusia, la Cruz Roja Internacional pidió en las últimas horas la destitución del jefe de la división en el país europeo por polémicas declaraciones. Dzmitry Shautsou dijo que la organización participó activamente en llevar niños ucranianos a Bielorrusia con fines de “mejora de su salud”.
¿Será el director de la Cruz Roja bielorrusa del mismo equipo de Maria Lvova-Belova, la comisionada presidencial para los Derechos del Niño en Rusia que defiende la deportación de menores ucranianos? Por los momentos, autoridades del régimen de Lukashenko admiten que acogen a más de 1000 niños, de entre 6 y 15 años, procedentes de zonas de Ucrania.
Hace poco también trascendió que Rusia busca borrar la identidad de más de 500.000 niños ucranianos a través de libros de escolares y políticas educativas estatales. En los textos, a los soldados que pelearon por el país que hoy gobierna Volodímir Zelenski se les tilda de “traidores” y se habla de Ucrania como si fuera parte de Rusia.
“Un nuevo libro de texto de historia, del que es coautor Vladímir Medinski (asesor de Putin), afirma que Ucrania es un Estado ultranacionalista, que los ucranianos fueron inventados por Austria-Hungría, que se trata de un grupo étnico “artificial””, contó a EFE Anastasia Vorobiova, analista del Centro de Educación Cívica “Almenda”. Es, palabras más, palabras menos, es muy similar al Libro Verde de Muamar el Gadafi.