Por estas horas, en Argentina, la matriz de la opinión pública se ha enfocado en discutir la actitud de las fuerzas de seguridad ante los manifestantes que estuvieron este miércoles en los alrededores de los Tribunales, en Buenos Aires. Sin embargo, en esta disputa lo primero que se avizora es una trampa y no un debate político honesto. Las personas decididas a cortar las calles, en supuesto reclamo a las políticas impulsadas por el nuevo gobierno, no buscan hacer escuchar su voz ni su protesta. La intención es una completamente distinta. Se trata de confrontar con las fuerzas policiales, para llegar a la situación represiva y así fortalecer el insólito argumento que busca asociar a esta gestión con una violenta dictadura.
Antes que nada, es necesario recordar dos cuestiones fundamentales. La protesta es un derecho garantizado y cualquier persona puede alzar la voz ante lo que no le guste. Esto, que suena como una condición mínima de civilización, no se cumple en todo el mundo. La dictadura cubana aún tiene detenidos que han sido encarcelados por tener carteles en defensa de los derechos humanos y pidiendo una apertura hacia la democracia (que no tienen).
Frecuentemente vemos como pequeños grupos de argentinos salen a golpear la cacerola en protesta por las medidas que busca implementar Javier Milei. También se reúnen en plazas y lugares abiertos. Aunque uno no comparta sus consignas, están en todo su derecho. Como dijimos, en Argentina se puede disentir y manifestarse. Ahora, lo que ya no se puede (y no se debió haber podido nunca) es cortar una calle, avenida o ruta, en el marco de una protesta. El analista que no distingue estas dos cuestiones básicas al encarar el problema, ya muestra a priori una parcialidad que descalifica por completo su argumento.
En el marco de la legítima protesta, una convocatoria de la CGT tuvo una nutrida concurrencia en la plaza frente a Tribunales, como estaba anunciado. Sin embargo, en la desconcentración, grupos de violentos ocuparon la calle en arterias que cortan Corrientes, como la calle Talcahuano. Sobre la avenida se encontraba un importante número de efectivos policiales para hacer cumplir la ley y la promesa de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich: no se cortan más las calles.
Luego de haberse manifestado en un lugar apropiado, estas personas interrumpieron el tránsito y se dedicaron a confrontar con los oficiales, que no perdieron la calma en ningún momento. Allí estuve esta tarde, justo en el medio de los escudos y los provocadores. Antes del desalojo de la calle para que pueda pasar el tránsito, se vivieron algunos momentos de tensión, con personas que pasaban por allí y se manifestaban en favor del nuevo gobierno y su programa.
En esos momentos, los manifestantes dejaban de insultar a la policía, para arremeter con los partidarios del oficialismo, que no hacían otra cosa que manifestarse, como los opositores hicieron minutos antes. Una joven que se limitó a decir a viva voz “¡aguante el sector privado!” tuvo que ser retirada antes que los violentos arremetan contra ella. Sí, hombres y mujeres. Ante una consigna adversa, los partidarios del kirchnerismo se olvidaron de la “violencia de género” y las kirchneristas dejaron de lado la sororidad. Si la hubieran podido agarrar (tuve que interponerme entre ella y los manifestantes hasta que la retiraran), seguramente estaríamos lamentando graves lesiones físicas, sino una tragedia.