Marcelo Duclos,
Desde 2003 que Argentina tiene al kirchnerismo como el actor hegemónico de la política nacional. Néstor y Cristina llegaron al poder casi por casualidad, producto de la pelea entre Eduardo Duhalde y Carlos Menem, y sentaron las bases para un proyecto que no se fue más. Hasta en el período 2015-2019 que no gobernaron, siguieron marcándole el pulso al universo político, para finalmente regresar reciclados junto a Alberto Fernández. Sin embargo, un eventual escenario este año, que depende de dos variables concretas, podría significar la desaparición definitiva del kirchnerismo de la política grande del país.
Si uno mira las encuestas disponibles hasta el momento, puede llegar a dos conclusiones: el oficialismo la tiene muy difícil en la elección presidencial y en la provincia de Buenos Aires puede llegar a pasar cualquier cosa. Es que la Nación cuenta con un sistema de balotaje, donde el rechazo al espacio de CFK será seguramente determinante. En cambio, en el distrito más importante del país, la elección se gana por un voto.
En Casa Rosada, no son pocos los que ya dieron a la elección nacional por perdida y consideran que la disputa bonaerense podría llegar a brindar el distrito que le otorgue el respirador artificial al cristinismo, pensando en el futuro. Pero también existe una preocupación concreta ante el eventual escenario que signifique la desaparición del kirchnerismo definitiva de la Argentina: el de terminar terceros en la nacional, quedando fuera del balotaje, sumado a una derrota en la provincia de Buenos Aires.
Si el delfín de CFK, que podría ser Wado de Pedro, termina relegado al tercer lugar (viendo como Juntos por el Cambio y Javier Milei dirimen la segunda vuelta), y Axel Kicillof pierde el bastión que podría ser el de la resistencia, sin dudas el kirchnerismo quedaría relegado a una fuerza de izquierda minoritaria. Ese escenario sería la absoluta garantía de la desaparición de un peronismo que, como dicen, acompaña al cementerio, pero siempre se queda en la puerta.
Una de las últimas noticias que inquietó al oficialismo esta semana son los movimientos del “peronismo no kirchnerista” de la provincia de Córdoba. El gobernador Juan Schiaretti estaría dispuesto a competir con una propuesta propia y lo cierto es que no tiene nada que perder. Si hay batacazo, podría ser el tapado que aparezca en una segunda vuelta. Pero si no, una elección decente le dejaría a su espacio con una interesante bancada legislativa.
Claro que esta opción “anti grieta” puede perjudicar a más de uno. Probablemente no demasiado al espacio libertario, que tiene un voto más definido. Pero sí a Juntos por el Cambio como al Frente de Todos. Pero si les “muerde” un poquito a cada uno, al ser el kirchnerismo el que corra por detrás, sería el oficialismo el más perjudicado. Y lo cierto es que, si la elección se dirime entre cuatro espacios importantes, y con la izquierda dura por la suya, no sería nada descabellado pensar que el cristinismo pueda quedar tercero, fuera del balotaje.
Si a eso se le suma una caída de Kicillof en Buenos Aires (un acuerdo de toda la oposición que lleve a un candidato único lo garantizaría), el kirchnerismo se quedaría sin caja ni refugio político hacia adelante. Por ahora, el mal desempeño de la actual gestión a nivel nacional, y los frecuentes desaciertos de la gobernación bonaerense, podrían desembocar en el escenario más temido por Cristina Fernández de Kirchner. La extinción definitiva del espacio político que inventó junto a su fallecido esposo.