El decomiso de negocios ilícitos de alimentos y la intervención televisiva de un ministro que mencionó la producción de croquetas y tripas entre las medidas para enfrentar la escasez que atraviesa Cuba han levantado polémica entre la población, que cada vez pasa más dificultades para llevar comida a la mesa.
La pandemia y el cierre al turismo desde marzo han agravado la crisis que ya atravesaba Cuba debido a la disminución de ayudas de su aliada Venezuela, el largo y últimamente endurecido embargo de Estados Unidos y la tardanza en aplicar reformas que palíen las ineficiencias de su sistema centralizado.
La falta de divisas ha obligado a disminuir la importación de alimentos (Cuba compra en el exterior el 80 % de lo que consume), mientras por razones que nadie logra explicar, tampoco llegan los productos agrícolas a los mercados, cuyas tarimas muestran un panorama desolador, especialmente en La Habana.
Más allá, una buena parte de los alimentos que vende el Estado ha pasado a comercializarse en tiendas que solo aceptan pago en divisas, lo que ha abierto una brecha entre los cubanos con acceso a moneda fuerte y quienes no tienen forma de conseguirla.
La libreta de abastecimiento con la que la población puede adquirir productos básicos altamente subsidiados tampoco alcanza para cubrir las necesidades de las familias, si bien el Gobierno, el mismo día que dio a conocer la apertura de tiendas en divisas, anunció un aumento temporal de la cuota de pollo, frijoles y arroz.
DEL CHOTEO AL ENFADO
Por estas razones, y con la búsqueda de comida convertida en el principal quebradero de cabeza de la población, las explicaciones que dio recientemente en la televisión estatal el ministro de la Industria Alimentaria, Manuel Sobrino, provocaron tal indignación que los medios estatales eliminaron de sus plataformas las partes más polémicas de la intervención del funcionario.
Sobrino detalló, entre otras medidas e inversiones de su departamento, que para enfrentar los problemas alimentarios se estaban produciendo miles de toneladas de croquetas, que se aumentó el procesamiento de «subproductos» como las tripas de vacuno y porcino y que también se iban a emplear para producir masa cárnica especies alternativas.
Un cuadro de texto que acompañó la intervención del ministro en la pantalla concretó que se trataba de pato, conejo y «gallina decrépita», que es como se denomina a las gallinas que por su edad avanzada ya no ponen huevos.
El «choteo» cubano llegó pronto y a los habituales «memes» sobre los alimentos desaparecidos que solo aparecen en abundancia en los reportajes del noticiero estatal se sumaron otros sobre tripas y gallinas decrépitas.
Pero no todos se lo tomaron con humor. Decenas de personas ofendidas por las propuestas del ministro expresaron su malestar.
En un país donde una crítica pública a las autoridades puede meter en apuros a un empleado estatal, llamó la atención que incluso un periodista de medios oficiales manifestara abiertamente su enfado.
«Si perdiera mi trabajo, ya me las arreglaré. Respeto para el pueblo cubano. Las tripas, las gallinas decrépitas y los restos se los comen ustedes», escribió en Facebook el periodista Yunior Morales, quien cuestionó «dónde fue a parar tanta carne» y afirmó que «somos muchos careciendo de lo básico en una estresante supervivencia».
«LA TRIPA NO ES EL PROBLEMA»
Un internauta reconoció que «hay muchas recetas tradicionales donde se usan los interiores», pero preguntó «dónde está la carne» del resto del animal. Otro comentario recurrente fue el de señalar que las tripas son, en efecto, imprescindibles para hacer embutidos, pero hace falta tener con qué rellenarlas.
En La Joven Cuba, una plataforma independiente de debate político, Joany Rojas cuestionó en un artículo, a propósito de las voces que llamaron «ingratos» a quienes criticaron, desde el humor o desde el enfado, la intervención del ministro: «¿Debemos sentirnos agradecidos porque nos quieran alimentar con tripas y croquetas?»
Tras la polémica aparecieron en los medios y las redes comentarios de funcionarios explicando que la tripa se emplea fundamentalmente para elaborar embutidos, mientras la web estatal Cubadebate publicó en su sección culinaria una recopilación de «recetas de tripas o mondongo».
«Las recetas son muy buenas, usar la tripa es toda una tradición, nadie lo discute. La tripa no es el problema», apuntó sobre este asunto un respetado economista cubano.
La polémica del ministro no fue la primera protagonizada últimamente por el espinoso tema de la comida.
El noticiero más visto de la televisión estatal ha mostrado en los últimos meses numerosas redadas policiales a productores o vendedores de carne, queso e incluso cebollas a los que se ha acusado de acaparamiento o de delitos como receptación, robo de electricidad o ejercer actividades prohibidas por ser monopolio del Estado.
¿EMPRENDEDORES O DELINCUENTES?
A ese apartado sobre la «cruzada contra las ilegalidades» que aparece cada día en la televisión lo han bautizado los cubanos como «Tras la vianda», en irónica referencia a un célebre programa de investigación policial llamado «Tras la huella».
Muchos de esos casos se refieren a robo de productos estatales -desde alimentos como leche en polvo a material de construcción- para su reventa en el mercado negro.
Pero algunos han generado cuestionamientos sobre la persecución a la iniciativa privada en vez de incentivarla, en especial mientras el Gobierno llama a producir alimentos para sustituir las importaciones, y anunció la próxima creación de un marco legal para las pequeñas empresas.
Uno de los casos más polémicos fue el decomiso de una fábrica artesanal de queso que producía este alimento en grandes cantidades y variedades.
Según la televisión, el propietario (que también lo era de las vacas) incumplía su contrato con el Estado, al que debía suministrar 150 litros de leche diarios. El campesino, quien también cometía ilegalidades con el servicio eléctrico, entregaba la mitad y supuestamente empleaba el resto para hacer quesos que luego vendía a restaurantes y particulares.
«Lo que debiera hacer el gobierno es darle recursos, facilidades y que se ponga a producir. Ya es hora de empezar a diferenciar a los emprendedores de los sinvergüenzas», opinó un internauta, mientras otro pedía al Estado «trabajar en cómo insertar a ese sector en los espacios legales» porque «la solución no está en seguir prohibiendo sin generar alternativas».
Otro advertía de que «estas actuaciones, difundidas en horario de alta audiencia, hacen que potenciales emprendedores tiren la toalla».
Según datos oficiales, Cuba solo destinó el 5 % de sus inversiones a la agricultura el año pasado, algo que a juicio del economista Pedro Monreal, «no puede permitirse un país con un importante déficit de alimentos».
Los expertos en economía cubana coinciden en recomendar al Gobierno que dé mayores facilidades a los productores agropecuarios, entre ellas la posibilidad de importar maquinaria, ya que el aporte de ese sector es crucial en este momento de crisis.
«Amigo, cogieron un cargamento grandísimo de cebollas hace unos meses y lo pusieron por el noticiero. ¿Hay más cebollas por eso? No, ahora lo que no hay es cebolla», resume otro internauta.