Como si quisiera evitarse el trago amargo a toda costa, la Administración Biden ha dorado la píldora sin admitir que Estados Unidos (EEUU) está en una real recesión. La desaceleración de la economía es un hecho; la inflación, que está por las nubes, no para de subir; y el bolsillo de los consumidores subsiste desde año y medio.
Aunque ya sufríamos los inequívocos signos de depresión en la mayoría de las actividades económicas, ha sido el Producto Interno Bruto (PIB) el que le ha puesto la tapa al pomo. Durante el primer trimestre de 2022, este indicador decreció un 1,6% y en el segundo, un 0,9%. De esa forma, sumó seis meses consecutivos de retroceso económico.
El desgobierno demócrata
Aunque muchos esperaban el anuncio oficial de parte de la Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés), varios economistas, entre los que me incluyo, ya habían lanzado su predicción sobre la recaída del PIB en el período de abril a junio, así como de la recesión que experimenta EEUU y que el gobierno y economistas aliados no quieren admitir.
En negación tendenciosa a su favor, la propia Administración Biden intenta redefinir la situación actual, alterando incluso el significado de lo que es una recesión. Claro. Al inquilino de la Casa Blanca no le convienen estos vientos de crisis, pero ya es muy tarde para esquivar la cruda realidad que viven día a día los estadounidenses.
Si bien es cierto que los burócratas de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés) son los encargados de declarar oficialmente la recesión, cosa que no han hecho, también es cierto que eso no cambia en absoluto la realidad del ciudadano de a pie y sus pesares cotidianos. Hoy millones de estadounidenses tienen que decidir si ponerle más gasolina al tanque de su vehículo o comprar alimentos para su hogar.
Reducir el problema actual a una simple recesión técnica, como si de tecnicismos viviera el hombre, tampoco modifica en nada la cotidianidad de la gente y su sufrimiento. Más bien, la sumatoria de seis meses seguidos de un PIB en negativo, no ha hecho más que confirmar el grave panorama que enfrenta nuestro país como resultado del desgobierno demócrata.
Ahora, aparte de dar a conocer la disminución del PIB en su estimación anticipada, el informe de la BEA también reveló el comportamiento de algunos parámetros clave relativos a ese decrecimiento, como, por ejemplo, la inversión del inventario privado, que se redujo por el debilitamiento del comercio minorista (tiendas en general y concesionarios de vehículos motorizados, fundamentalmente).
De igual modo, reflejó un aumento de las importaciones en dicho período (que para efectos del PIB resta) y del índice de precios de compras internas brutas, que asimismo subió un 8,2 %. En cuanto al índice de precios relativo al gasto de consumo personal (PCE, por sus siglas en inglés), la BEA reveló que este aumentó un 7,1% (al igual que en el trimestre anterior).
El reporte indicó que el ingreso personal disponible subió un 6,6% en el segundo trimestre, cuando realmente disminuyó un 0,5%. Respecto a la tasa de ahorro personal, mostró que esta fue del 5,2%, un 0,4% menor que la reportada en el trimestre precedente.
El aumento de la tasa inflacionaria
En junio, la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés) informó que la inflación alcanzó un nuevo pico en EEUU con un aumento del 9,1% en los últimos 12 meses, el nivel más alto registrado en las últimas cuatro décadas.
En ese elevado porcentaje de la tasa inflacionaria influyeron los aumentos en los índices de la gasolina (59,9 %), la energía (41,6 %: mayor incremento desde 1980), los servicios de gas (38,4 %), la electricidad (13,7 %), los autos nuevos (11,4 %), los alimentos (10,4 %: mayor aumento desde 1981), los servicios de transporte (8,8 %), los camiones y carros usados (7,1 %), la vivienda (5,6 %), la ropa (5,2 %) y los servicios médicos (4,8 %), por solo citar los más relevantes.
Fiel a su proceder habitual, Joe Biden trató de justificar la situación y dijo que la lectura de la inflación reportada en junio está desactualizada, pues los datos no reflejan el impacto de casi 30 días de reducciones en los precios de la gasolina, que han mermado el costo en el surtidor en aproximadamente 40 centavos y brindado un respiro a las familias estadounidenses.
En declaraciones citadas por CNN Digital, el mandatario también resaltó que el precio de materias primas, como el trigo, ha caído desde ese informe, en un franco e inadmisible intento de desviar la atención hacia la arista del asunto que a él y sus partidarios más les conviene.
Hoy las familias norteamericanos gastan 493 dólares más al mes para comprar los mismos bienes y servicios que adquirieron en igual época del año pasado, tal como aseguró el economista jefe de Moody’s Analytics, Mark Zandi. Son casi 500 dólares extras mensuales que hay que sacar de donde no hay para seguir enfrentar esta crisis.
La caída en la confianza del consumidor
Como consecuencia de la realidad, el índice de confianza del consumidor ha disminuido. Datos revelados por The Conference Board indicaron que este parámetro pasó de 103,2 en mayo a 98,7 en junio, al tiempo que el índice de expectativas para los próximos seis meses igualmente se redujo de 73,7 a 66,4 en la misma etapa, representando así la mayor disminución en casi una década.
Cabe mencionar que un estudio separado, conducido por la Universidad de Michigan, reveló que el índice final de confianza del consumidor para junio cayó a 50, el nivel más bajo registrado desde que esta entidad educativa comenzó a recopilar esas estadísticas, hace ya 70 años.
Unido a eso, y mientras los precios de casi todo siguen en aumento, las ganancias reales promedio por hora que representan el crecimiento salarial ajustado por inflación, también cayeron un 3,6% desde junio de 2021, de acuerdo con estadísticas separadas suministradas por la BLS, citadas por CNN Digital.
Por su parte, Kathy Jones, directora general de la multinacional de servicios financieros Charles Schwab Corporation, señaló que «la inflación ha erosionado prácticamente la mayoría de las ganancias, [al tiempo que] el poder adquisitivo de la gente está bajando», situación que hace más difícil solventar los gastos cotidianos, cubrir las facturas mensuales y pagar la hipoteca o el alquiler de la vivienda.
El aumento de las tasas de interés
Luego de que la Reserva Federal (Fed) subiera las tasas de interés en 0.75% de punto porcentual dos veces seguidas, en lo que se considera el mayor incremento desde 1994, las tasas que los bancos se cobran entre sí por sus préstamos aumentarán entre un 2,25% y un 2,50%, el promedio más alto reportado desde diciembre de 2018.
Según CNN, «el aumento de la Fed [también] impactará a millones de empresas y hogares estadounidenses, al elevar el costo de los préstamos para viviendas y automóviles, así como de las tarjetas de crédito, para forzar una desaceleración de la economía».
En el caso de los negocios, el incremento de las tasas de interés redundará en menos posibilidades para conseguir fondos para el crecimiento empresarial, la inversión para la construcción de nuevos edificios y/o la compra de equipos y maquinarias.
Como resultado de las medidas adoptadas por la Fed, se ha producido una disminución en la venta de viviendas (la mayor en casi una década), un aumento del 4,4% en el costo de las hipotecas y un alza del 20,4% en el precio de las casas, hechos que acentúan la grave situación del gasto estadounidense promedio.
En lo que concierne a los mercados bursátiles, este sector ha reportado su peor desempeño semestral desde 1932. Un reporte de El País indicó que en el último año el índice bursátil Dow Jones alcanzó un nivel medio de 35.000, mientras que en julio fue de sólo 30.000.
La misma fuente comentó que las joyas de la corona de Nasdaq y Tech-100, han perdido el 26% de su valor. Teniendo en cuenta lo que indica el manual acerca del comportamiento de los mercados de valores, que anticipan la futura evolución de la economía, más le vale a los inversionistas asumir que estamos en recesión.
El descenso de la productividad laboral
En cuanto a la tasa de desempleo de 3,6% hay que destacar que -si bien es baja- se prevé un alza del 4,6%, según predicciones de Bank of America, citadas por CNN. A ello se añade que aún quedan millones de puestos de trabajo por ocupar, justo cuando la productividad laboral ha descendido en un 7,3% y las peticiones por seguro de desempleo están promediando 240.500 semanales.
Todo aquel que supo ver con anticipación el actual panorama, reconoce que nuestra economía enfrente una situación alarmante: nos encontramos en bancarrota, en números rojos y aún así esta Administración no es capaz de descifrar que estamos en recesión, porque es “mejor” esperar por el dictamen de los tecnócratas del NBER.
Con el quiebre económico que vivimos —más potenciales cierres de empresas, recortes salariales, empleos perdidos y aumentos de deudas, entre otros posibles efectos— corresponde a los estadounidenses lidiar con el presente y prepararse para lo que viene, independientemente de lo que diga el gobierno.
No se puede negar lo que está clarísimo. Desde el mismo momento en que la izquierda asumió el poder y la pandemia de coronavirus impactó en el orden económico, nuestra nación regresó a números negativos, deshaciendo así los avances logrados durante el mandato del expresidente Donald Trump.
El resultado es este: un país en retroceso en la mayoría de los parámetros económicos y endeudado hasta la médula, debido a las erráticas políticas de Joe Biden, quien sigue en estado de negación y no hace más que actuar en el teatro político montado para eludir la realidad que sufren los estadounidenses.
Fuente: Diario las Américas.