martes, noviembre 26, 2024
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Reconquista

Hermann Tertsch,

«La derecha prosigue su reconquista en España. Felicitaciones a Santiago Abascal y a VOX por sus excelentes resultados en las elecciones 28M. El próximo paso, las elecciones parlamentarias en julio. ¡Vamos Santiago! ¡Vamos VOX!» Este tuit de Viktor Orbán, primer ministro húngaro, circuló mucho el lunes por la red. El tuit estaba escrito en inglés, pero la palabra «reconquista» aparecía español. La reconquista española, la gesta de 800 años en la que, por encima de todos los avatares, circunstancias, feudos internos y paces mixtas, prevaleció la vocación histórica de expulsar al invasor musulmán de la península, no sólo es uno de los más extraordinarios pulsos militares, culturales y humanos de la historia.

Es el proceso que lleva a la antigua Hispania visigoda hacia la España renacentista con la forja de la nación contra el Islam y en la idea de la Cristiandad. Y es el impulso creativo, épico y batallador que, con la reconquista concluida en la península, tiene el espíritu indómito e insaciable que quiere más para la gloria y grandeza, y la lleva hacia los mares y al descubrimiento y conquista de América. La reconquista es España. Pero hoy cada vez más se inspiran en la épica y la fuerza del espíritu que marca la Reconquista para la gran gesta que se abre para los conservadores que recuperar el mundo para el sentido común y el hombre. Y poner fin al suicidio y delirio de ideologías redentoras fracasadas y monstruosas.    

También en su discurso ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Budapest a principios de mayo, en el que habló de una de las cuestiones favoritas de su mensaje político, la batalla cultural, actitudes e instrumentos, el discurso en inglés concluía con un llamamiento a la «reconquista» en español. En Francia también ha triunfado el concepto, aunque por supuesto allí nadie osaría utilizarlo en una lengua extranjera. Por eso el partido del periodista derechista, malogrado candidato de las presidenciales pasadas, Éric Zemmour se llama «Reconquête». En las elecciones europeas del 2024 se promete mejores resultados.

La Reconquista. Tiene sentido. Todos los partidos nacionales surgidos como reacción a la descomposición social y a la degradación «civilizacional» generadas en las democracias de Occidente por la socialdemocracia en sus diversas variantes tienen como impulso supremo una gran operación de recuperación histórica de todo aquello que ha sido arrebatado a los europeos en sus respectivas naciones sin ser consultados en ningún momento, como si todas esas imposiciones políticas de graves consecuencias sociales y privadas hubieran sido fruto de la fatalidad. 

Lo que se arrebata en esas condiciones es un robo, una ocupación o una invasión. Y como tal debemos tomar lo que han hecho las fuerzas progresistas en los últimos cien años. Desde el liberalismo y la democracia cristiana hasta socialistas y el comunismo, una colosal apisonadora del consenso socialdemócrata ha ido imprimiendo los cauces de la nueva disciplina social al tiempo que desmantela cuando no dinamita los elementos básicos de las sociedades libres y desarrolladas de la civilización occidental. Desde la instrucción escolar al respeto a las fronteras, desde el culto al conocimiento y a la integridad hasta la defensa de la infancia y la familia, la sacralidad de la vida y la persona o la libertad, todas las libertades que son condición de felicidad, pero también de funcionalidad en las comunidades humanas modernas.

Este paseo militar de la izquierda y su proyecto totalitario colectivista que como tal niega legitimidad a la libertad del individuo y combate todo sentimiento de trascendencia ha sido posible por la traición de todas las fuerzas que pretendían defender los valores referidos. Los referido liberales, democristianos, centroderechas y centristas diversos llevan 70 años cosechando votos con un discurso de derechas para, en caso de gobernar, hacer una política de izquierdas y, peor aún, legitimar todas las leyes totalitarias que la izquierda había aprobado previamente y que son enemigas e incompatibles con la sociedad libre. Esa fue la invasión. La que hace imprescindible, yo diría ya inevitable, la reconquista.  

Si la invasión de España en 711 con su catástrofe de Guadalete tuvo, según la tradición, su gran inductor en la traición del Conde don Julián y el Obispo Opas, esta ya larga invasión en el espacio de la civilización de Occidente tiene las causas de su éxito en la traición de las elites y de todas las fuerzas políticas autoproclamadas conservadoras, de derecha o centroderecha, que se decían protectoras de los valores ahora proscritos. Todas esas fuerzas fueron infiltradas desde las elites por los flujos académicos que, generados por profesores marxistas alemanes exiliados, se extienden desde las grandes universidades de EEUU en los años cuarenta por todo el mundo académico occidental hasta lograr hoy en día el práctico monopolio en su mensaje totalitario y poder de cancelación de ideas e individuos desafectos.

No es por eso casualidad que hoy los directivos de las grandes corporaciones mundiales, formados en universidades de EEUU, tengan tantos puntos de entendimiento con la dirección del Partido Comunista de China, el mayor ejemplo de dictadura de máxima brutalidad que niega todo valor occidental. Por eso en el Foro de Davos Klaus Schwab puede decir que «quien no tiene nada que ocultar no puede temer al control total» y le aplauden igual Xi Jinping que el holandés Rutte o los jefes de FBI, CIA, Microsoft, Facebook o BlackRock.

Creímos firmemente en los setenta que con la aceptación del capitalismo China se abriría irremisiblemente a la democracia. Pero la historia nos tenía preparada una inmensa gamberrada. El capitalismo en China ha funcionado con una dictadura cada vez más implacable y de mayor control. Y son los capitalistas en Occidente, cansados de las crecientes disfunciones de las democracias y las malas copias de las mismas en otros continentes, los que han empezado a encontrar grandes atractivos y ventajas en la forma de gestionar a la población por parte de la dictadura china. Les ha gustado tanto que avanzan imparables en imitarla.

Frente a todas estas élites que gestionan la gran traición y proyectan cada vez un mayor control de los individuos hasta niveles de disciplina social propios de las dictaduras nosotros tenemos que convertir el llamamiento a la Reconquista en el gran proyecto político, cultural, emocional y vital para las nuevas generaciones. Para ello hay que liberar de las garras de la desinformación a los compatriotas que no se atreven a salir del marco mental del progresismo. En España votan PP o PSOE sin ver que con ambos sólo cambian el paso en la misma dirección hacia la obediencia y dependencia, hacia la sumisión total.

Movidos por nuestro compromiso con una idea y un proyecto mucho más importante que nosotros, debemos crear las condiciones para recuperar todo lo robado, invadido y profanado, y tras reconquistar, reconstruir y desagraviar. VOX es la pieza clave en España y una de las principales en Europa e Iberoamérica. No hay proyecto político más necesario, más legítimo, más honroso y más humano que la reconquista del espacio público, de la educación, comunicación, información, ocio, cultura, academia, investigación, trabajo y vida laboral, familia, relaciones humanas, orden, legalidad y justicia. Recuperar con la verdad los instrumentos y espacios para una vida con libertad, seguridad, prosperidad y esperanza. Con solidaridad, afectos y respeto.

Por primera vez en 70 años se produce una reacción en este sentido en muchas naciones de Occidente y constatamos que tiene éxito en su avance hacia la masa crítica que pueda ya hacer frente a sus enemigos, que son los planes totalitarios se llame Agenda 2030 o Pacto Verde en la Unión Europea de Bruselas, el epicentro de la vocación totalitaria hoy en el mundo occidental. Que las fuerzas bárbaras, destructivas y liberticidas, acostumbradas a avanzar sin impedimento, retroceden en cuanto se le hace frente, y que hasta lo más difícil es posible si se logra movilizar a la voluntad individual de aquellos que sienten la pérdida con la inquebrantable esperanza de que reconquistaremos todo aquello que nos legaron nuestros mayores y que es necesario conservar para que el ser humano pueda seguir teniendo la libertad necesaria para que la vida merezca la pena ser vivida. Esto no es una guerra sentimental. Es una guerra para una supervivencia del hombre tal como lo conocemos que nos habían dicho imposible. Y que, sin embargo, hoy sabemos que por amor al ser humano con su inspiración divina y su Bondad, su Belleza y su Verdad va a ser librada, luchada y nadie puede descartar que ganada. La reconquista de nuestras libertades y nuestros derechos es un deber absoluto, un bello deber absoluto. La reconquista de nuestra patria entera en libertad como parte de una civilización que por fin se defiende está en marcha. Decenas de naciones se unen a esta larga batalla.

Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

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