HUGHES,
El fútbol y la política se parecen al menos en una cosa: la televisión ha pasado a ser parte del juego. En los partidos de fútbol la realización determina el resultado a través del VAR, y las repeticiones despistan al espectador, que para una moviola real ha de esperar al pospartido de Internet. De parecida manera, los medios tradicionales hace ya tiempo que han tomado partido político y para enterarse un poco hay que ir a las redes.
Allí fue tendencia Abascal con Milei, invisible en los noticieros que sí abrieron la semana con sus declaraciones en Clarín, donde tiene que hablar como si fuera un exiliado.
Sus palabras han traído a la conversación el fascismo de Mussolini y han propiciado una reductio ad mussolinim que ya venía haciendo falta. Todo se lo llevaba Hitler.
Es evidente que Abascal no propuso reducir a Sánchez ad mussolinim aunque el PP viera la oportunidad para hacer lo que ellos llaman «política de adultos», que lo es por pornográfica. Técnicamente hablando, la frase fue menos grave que ponerlo de tirano, pues hay bibliografía clara sobre lo que es legítimo hacer con uno. Lo de Abascal más bien tenía que ver con la reacción de un pueblo y si bien podría considerarse exagerado meter a Sánchez junto a Ceaucescu, Gadafi o Musolini, también es cierto que ninguno de los citados jugó (que recordemos) con la integridad de su país.
Con Pedro Sánchez suceden dos cosas contradictorias. Se le responsabiliza de cosas que vienen de muy atrás y a la vez se le desprecia. «La derecha subestima al PSOE», dijo ayer en la presentación de su libro. También a él. Todas las consideraciones sobre su persona (Su Persona) son del tipo moral. Como si enfrente hubiera San Pancracios. Pero se olvida su talento político. Sánchez entiende el cambio y lo dinámico como un revolucionario sistemático. Ve un flujo cambiante y ¿no es así la realidad? Cualquier acción tiene su sentido en el momento, no en una trayectoria. No se miden trayectorias.
Ayer compareció como escritor del Grupo Planeta, otra forma de servir al grupo, catorce ministros tocaban las palmas y al lado le pusieron a Jorge Javier Vázquez como compensación patocrática. Complicado encontrar egos de ese tamaño.
Sánchez tiene el BOE, las televisiones y al PP a cuatro patas domado en látex, pero no le parece bastante. También tiene que presentar novelas de espadachín a cuatro manos con Irene Lozano. Y aun se queja de que en El Hormiguero no le rían las gracias. «Hay un problema de pluralismo político en los medios de comunicación de Estepaís«.
Pedro Sánchez comenzó a trabajar con Carlos Westendorp, apellido como vemos obrero, socialista, amigo de los papis (aquí huérfanos, poquitos; el 78 es régimen umbilical), y Alto Representante de la ONU en Bosnia, donde entre otras cosas diseñó la bandera del país naciente. Sánchez fue allí su jefe de gabinete, o sea Alto Mandao de lo Global. En una entrevista a Daniel Ramírez, Westendorp contó que una vez se vieron obligados a tomar, mediante las fuerzas americanas, una televisión. «A través de ella lanzaban soflamas para animar a los locales a rebelarse. Era peligrosísimo y había que pararlo». Sánchez aprendió ‘democracia occidental’ en un país nuevo y dibujado. Puede perfectamente aplicarla en otro viejo que se desdibuja.