Un abogado de un bufete colectivo en La Habana consultado, considera improbable que este tipo de procedimiento funcione. «Ningún país donde resida un emigrado cubano, excepto Venezuela o Nicaragua, conociendo el estado de indefensión para un acusado y la parcialidad extrema de la maquinaria jurídica en Cuba, deportaría al inmigrante. Lo preocupante de esta medida que pretende implementar el gobierno, es que ante la negativa de deportación, utilizarán como pretexto la prohibición para entrar al país a miles de compatriotas que tienen una posición crítica contra el gobierno en las redes sociales. O se puede dar el caso, si le permiten entrar el país, enjuiciarlos y encarcelarlos. Un ejemplo de ellos es el de la profesora Alina López Miyares, acusada de espionaje y que fue detenida y sancionada a prisión durante una visita al país”.
¿Pudiera la dictadura verde olivo desatar tamaña cacería de brujas con las voces críticas del exilio o que apoyan a la disidencia local? No lo creo. Se sabe que más del 80 por ciento de los emigrados cubanos no apoyan al régimen. La medida, infiero, pretende acallar e intimidar a un segmento de inmigrantes que viajan con frecuencia a Cuba. Pero no creo que será efectiva. Aunque será un buen pretexto para que las autoridades cubanas aumenten el control social, vigilancia electrónica en internet y definitivamente implementen un cortafuego al estilo de China.
Según un ingeniero informático, “pudieran establecer redes paralelas a Facebook, Twitter o WhatsApp. De hecho existen aplicaciones locales diseñadas por informáticos cubanos. De seguir lo que el gobierno considera ‘provocaciones subversivas orquestadas por Estados Unidos’, como sucedió en China, prohíban el uso de ciertas redes de matriz norteamericana sustituyéndolas por aplicaciones nuestras donde se facilita el control y la censura”.
Detrás de lo que muchos en la Isla consideran amenazas de Humberto López y compañía, está, desde luego, el régimen verde olivo. Llama la atención el silencio y actitud temerosa del presidente y primer secretario del PCC de Miguel Díaz-Canel. Aunque en el discurso de clausura del VIII Congreso anunció que “de seguir las provocaciones se tomarían medidas enérgicas, ya que la paciencia tiene un límite”, no se ha involucrado personalmente en los detalles de lo que se prevé sea la próxima oleada represiva contra la disidencia interna y el periodismo libre.
Fidel Castro no se escondía. Meses antes de la Primavera Negra, un día sí y otro también, comparecía en la televisión estatal con un manojo de papeles para dar una lista de nombres de opositores y periodistas independientes que podrían ser juzgados por asistir a cocteles organizados por la entonces Sección de Intereses de Estados Unidos o alguna embajada occidental. También dio la cara cuando la razia represiva de 2003 que sancionó a 75 disidentes.
Es evidente que la actual nomenclatura intenta no salpicar de sangre sus manos. Optan por utilizar al oportunista Humberto López, una persona sedienta de protagonismo y poder. Desde luego, Díaz-Canel no maneja todos los hilos del poder. ¿Llegado el momento el régimen podría desatar una oleada represiva en contra de toda la oposición? Es posible. Aunque de manera limitada. Tal vez sancionen a los activistas que protestaron en la calle Obispo, al joven Luis Robles por manifestarse con un cartel en el Boulevard de San Rafael y al youtuber habanero conocido como El Gato con medidas ejemplarizantes para atemorizar a la ciudadanía.
La autocracia verde olivo se siente arrinconada. Las informaciones que llegan desde Caracas no son halagüeñas. Nicolás Maduro está en aprietos. Un sector militar y dentro del propio chavismo, reconocen que la salida de Maduro es inevitable si se quiere reconstruir la nación. La intervención de los servicios de inteligencia cubanos y la asesoría militar en Venezuela tiene hastiada a una mayoría dentro del PSUV. La llave del combustible se cierra.
Cuba no tiene liquidez suficiente para comprar petróleo en el mercado mundial. Se necesitaría alrededor de mil quinientos o dos mil millones de dólares anuales. El petróleo venezolano es un asunto de seguridad nacional para el régimen cubano. La caída de Maduro y sus compadres provocará un terremoto de incalculable consecuencias en el Palacio de la Revolución de La Habana.
Por activa y por pasiva, Cuba ha intentado seducir a Rusia y China para que la subsidien. Ni uno ni el otro está por la labor. El único apoyo que tendrán será solidaridad a distancia. China tiene sus intereses en Taiwán, Hong Kong y ciertas posesiones en el Mar de China. No va querer provocar a Estados Unidos en sus propias narices. Saben de primera mano que el modelo cubano está en caída libre. Rusia, por motivos parecidos, no va a darles nuevos pretextos a la Casa Blanca. Los servicios secretos rusos, herederos de la temible KGB, tienen información privilegiada de la irreversibilidad del proceso en la isla de los hermanos Castro.
En un año tan alejado como 1985, cuando un segmento amplio de cubanos creíamos que estábamos viviendo una etapa de desarrollo económico y estabilidad, el general de la antigua Alemania Oriental Marcus Wolf, en sus memorias, contaba que durante una visita de trabajo a La Habana en la primavera de ese año, constató que la corrupción, el autoritarismo y la falta de libertades había fosilizado los encantos que generaron la llamada Revolución Cubana. Wolf, fallecido en 2006, aseguraba que a pesar de no derrumbarse el sistema comunista debido al efecto dominó que provocó la perestroika de Mijaíl Gorbachov, indefectiblemente el destino de Cuba era negociar con Estados Unidos.
Lo pronosticó uno de los maestros de espías más brillantes de la Europa del Este y que traspoló sus métodos de trabajo a la inteligencia cubana. Por tanto, el régimen que hoy dirige Díaz-Canel, lo menos que quiere en medio de la tormenta perfecta que vive con una pandemia, feroz crisis económica y descontento social, es que arrecie la repulsa internacional y se le cierren definitivamente las puertas al diálogo con Washington.
Probablemente la estrategia de arreciar la represión sea para llamar la atención y forzar a la administración de Joe Biden a sentarse en la mesa de negociaciones. De momento, utilizará a sus voceros para intentar amedrentar a la disidencia, a la población y al exilio. Aunque no podemos confiarnos. Las dictaduras suelen ser impredecibles.
Fuente: Diario las Américas