Poco que añadir a lo que se ha dicho estos días acerca de la nefasta ley del «sí es sí» que aprobó este Gobierno con la ayuda de un puñado de cómplices. Si pones a unas descerebradas con serios problemas personales a jugar con las leyes, pasa lo que pasa. Trabajar en la oposición es una cosa. Gobernar, algo muy serio. Y tiene consecuencias.
Ante el escándalo, hay diversos programas de lavado en marcha. Podemos niega la mayor, ataca a los jueces y olvida pronunciar «juezas». Pide silencio informativo sobre la cascada de recursos que va a conseguir que, gracias a su ley, numerosos delincuentes sexuales salgan a la calle antes de tiempo. Nostalgia del Granma. Lo piden las que se han pasado horas y horas hablando de sumisiones químicas que no existían, las que pintaban España como Afganistán; solas, borrachas y con Juana querían llegar a casa. Ahora enseñan su jeta comunista y, de paso, despejan la duda de su Vicky Rosell; la jueza que maltrataba a unos humildes guardias civiles en el control del aeropuerto. Dale a Fulanita una toga, y verás. Esa mujer era la propuesta de Podemos para el CGPJ. Hay que joderse.
Si pones a unas descerebradas con serios problemas personales a jugar con las leyes, pasa lo que pasa
Bildu tampoco reconoce error alguno. Al menos no es hipócrita. Quienes practicaron el asesinato, el secuestro y el chantaje y cada semana homenajean a auténticos sacos de mierda no están para menudencias ni pecadillos sexuales.
Yolanda Díaz, una vez más, se pone de perfil e intenta que no le salpique el caso, confiando en que esta puede ser la oportunidad de merendarse a sus antiguos socios. «Tenemos derecho a equivocarnos», dice. Hay errores que cuestan vidas pero eso a Yoli no le importa.
El Partido Socialista espera que olvidemos con qué entusiasmo defendieron sus Lastras de turno esta ley en el Congreso, que no veamos la enorme responsabilidad que tiene Sánchez en todo esto. Al PNV, que acaba de cobrarse la pieza del cupo, lo que pase en el resto de España se la refanfinfla. Sólo quiere nuestro parné. Compromís calla; quizá confíe en que el marido de Oltra salga beneficiado. ERC está a sediciones y malversaciones. Ciudadanos, después de haberla apoyado, pide que se corrija la ley. Parece que ni siquiera su flamante abogado del Estado, Edmundo Bal, se enteró de lo que ponía en el texto. ¡Es muy cansado leerse documentos! Teruel no existe. Oramas hará mohínes en la tribuna por si cuela de nuevo. El BNG y los del tres per cent… en fin.
Me preocupa que estos partidos aprobaran una ley sin leerla. Sin hacer ni puñetero caso de lo que algunos advertían
Me preocupa que estos partidos aprobaran una ley sin leerla. Sin hacer ni puñetero caso de lo que algunos advertían. Sólo atentos al eslogan. Unos, convencidos, y el resto, temerosos de las consecuencias de un voto negativo. Me asquea esa cobardía, el terror a ser tildados de fachas y machistas. El dogmatismo, el miedo y la pereza de estos políticos ha permitido que algunos depredadores salgan a la calle antes de tiempo.
Pero me preocupa más la palabra «reincidencia». De los delincuentes sexuales que abandonan las cárceles españolas, un tanto por ciento volverá a cometer delitos. Algunos especialistas dicen que las posibilidades son bajas: «bajas» es un diez por ciento. Ya ha salido una docena, como poco uno de ellos volverá a violar. Otros dicen que el porcentaje de reincidencia puede ser altísimo ¿Cuánto? No lo sé. Me basta uno.
Si yo fuera el familiar de una mujer, una niña o un niño víctima de un depredador sexual que salió antes de tiempo gracias a Pedro Sánchez, Irene Montero, Aitor Esteban, Yolanda Díaz, Joan Baldoví, Iñigo Errejón, Rufián, Inés Arrimadas, Ana Oramas, el que no es de Teruel y compañía, me iba a plantar en su casa y, como poco, iba a mentar a sus madres. Como poco.
Puede que me cayeran más años que los que cumplió esa escoria liberada antes de tiempo.