Un nuevo decreto firmado por el presidente de Rusia, Vladímir Putin, salió de su despacho para ofrecer la residencia temporal a extranjeros que la soliciten. No importa si no hablan ruso, si no conocen la historia, ni las leyes. Solo bastará pedir “apoyo humanitario”, siempre y cuando se opongan a la “agenda ideológica neoliberal destructiva” de su país de origen.
La intención, según las autoridades del Kremlin, es “atraer a occidentales conservadores” hacia la cultura “tradicional” rusa en contraste con Occidente, que dicen, está “moralmente decadente”. Para reforzar esa retórica, mencionan el caso de una pareja estadounidense que buscó “asilo temporal” por la “cancelación de los valores tradicionales, así como el bajo nivel de educación” en el país norteamericano. Sin embargo, apartada de la versión oficial, citada por The Moscow Times, aparece la necesidad de engrosar las filas del ejército, mermadas por la invasión a Ucrania, y la falta de mano de obra que pone en peligro la economía rusa.
Las bajas de soldados durante la invasión a suelo ucraniano es algo grave para Putin. Se estima que desde el inicio de este conflicto Rusia ha perdido “más de 600.000 de sus soldados, entre muertos y heridos”, según el Estado Mayor del Ejército que dirige el presidente Volodímir Zelenski. De manera que ofrecer residencia a extranjeros podría guardar relación con el déficit de reclutas en las Fuerzas Armadas y la necesidad de remplazarlos. No obstante, desde el Kremlin evitan revelar el número de bajas en la guerra.
Nuevos reclutas, más inflación
Detrás de este nuevo decreto, que ofrece residencia en Rusia a ciudadanos occidentales que rechazan la “agenda neoliberal destructiva” hay otras señales de que la aparente generosidad no obedece a cuestiones ideológicas, sino meramente bélicas. Caso contrario, Putin no hubiera ordenado casi al mismo tiempo duplicar las bonificaciones para los nuevos reclutas.
Los gobiernos regionales, con sus presupuestos, son los encargados de hacer cumplir el deseo del mandatario. Hasta finales del año pasado, quienes se unieran a las Fuerzas Armadas recibían un pago inicial de 400.000 rublos (cerca de 4500 dólares), de acuerdo con Business Insider. Sin embargo, ahora no hay músculo económico para aumentar la cifra, por lo que hay pedidos de subsidios a Moscú para cumplir con la solicitud.
La excepción parece estar en la capital rusa, ya que su alcalde, Sergei Sobyanin, prometió a los nuevos reclutas una bonificación inicial de 1,9 millones de rublos (casi 22000 dólares). San Petersburgo se sumó, al prometer 1,6 millones de rublos (más de 17000 dólares). Pero la estrategia es de doble filo debido a que podría surgir una “espiral salarial, amplificando la inflación en Rusia”, según la agencia Reuters. De por sí, los precios en todo el país aumentaron desde que Putin ordenó la invasión, “presionando al Banco Central de Rusia a elevar las tasas de interés a 18 %” en julio pasado.
Sin mano de obra
Con este contexto, es posible evidenciar que otorgar residencia a extranjeros no obedece a la benevolencia de Putin o su interés de oponerse a la cultura de países occidentales. Hay otro factor que destaca su urgencia por abrir las puertas a personas de otras nacionalidades: la escasa mano de obra.
A la economía rusa le faltan 4,8 millones de trabajadores, mientras que el número total de vacantes aumentó de 5,8 % en 2022 a 6,8 % a mediados de 2023, indicó el periódico ruso Izvestia. Los trabajadores “se han visto arrastrados al conflicto o se han visto obligados a huir”. Y es que el año pasado, cuando la guerra llevaba un año de iniciada, al menos un millón de ciudadanos rusos habían emigrado.
Las opciones son limitadas para el mandatario ruso, que ve en otros países el capital humano que necesita para enviar al frente del ejército o para solventar la escasez de trabajadores.