HUGHES,
A medida que se acerca la votación en Estados Unidos, se hace fuerte una idea entre quienes le apoyan: Trump es una defensa contra la amenaza existencial encarnada en Kamala Harris.
Sin necesidad de entrar en su propuesta ideológica, el actual Partido Demócrata defiende un cuestionamiento del marco, de las reglas del juego. Un triunfo de Kamala alteraría el censo con la regularización de millones de votantes nuevos (adiós a los swing states), se alteraría la capacidad de bloqueo de la Corte Suprema, que perdería sus propios equilibrios internos gracias al aumento de miembros; se modificaría el Colegio Electoral y se atacaría la Primera Enmienda, que protege la Libertad Expresión, convertida en un valor no absoluto sino sometido al control de los llamados discursos de odio.
Esto pulverizaría la Constitución de EEUU, en línea con una corriente de pensamiento que la considera el producto privilegiado y anacrónico de una clase masculina y esclavista.
En España, esta cuestión capital se oculta a menudo, es marginal. Se puede leer aquí y en pocos sitios más. Por encima se impone el mecánico ataque a Trump, que, resumiendo mucho, tiene dos corrientes.
Una es la de Sánchez, el sanchismo y medios a la izquierda y considera poco más o menos que Trump es fascista.
Luego hay otra, del centro y centro-derecha, que ataca también a Trump. Lo hacen, precisamente, desde el más fiero antisanchismo y por eso lo hacen igualando uno a otro. «Sánchez es el Trump español». Es el Sánchez=Trump.
Esto lleva años leyéndose, es un lugar común en las páginas de El Mundo y Abc, se escucha en la COPE, y recientemente, por poner solo algunos ejemplos, se ha escuchado en personas como Arcadi Espada, Alsina o Cebrián.
El Trump=Sánchez viene de antisanchistas y, lo que es más curioso, del llamado «constitucionalismo»; de quienes consideran que en España todo iba más o menos bien hasta que Sánchez, un todopoderoso psicópata, ha decidido violar la constitución española, la Sacrosanta, la que entre todos nos dimos, la que fundamenta nuestra convivencia…
Este «Sánchez=Trump», esta curiosa ecuación, tiene dos contradicciones importantes, dos grandes cortocircuitos.
1) Los constitucionalistas españoles (en el sentido de defensores o entusiastas de nuestra constitución) consideran que Sánchez=Trump, pero Trump es considerado un defensor de la Constitución norteamericana, casi un inmovilista de ella. ¿Cómo es posible?
2) En su crítica, recurren a los argumentos de pensadores y escritores estrella del mundo demoliberal internacional. Una de ellas es Anne Applebaum, que recientemente escribió un artículo en el que comparaba a Trump con Hitler, Mussolini y Stalin. También lo llama «autócrata», que es justo lo que el antisanchismo llama a Sánchez. Podríamos asumir que Trump es un aspirante a autócrata, pero si Sánchez lo es también, ¿por qué recibe a Applebaum, que encantada acude a su cita con él? ¿Por qué ella y todos los applebaums y las applebaums del mundo no solo no huyen a Sánchez sino que lo tienen como parte de orden internacional, y no hay más que ver su desempeño en cumbres de la UE o la OTAN?
Estos dos cortocircuitos, el cortocircuito constitucional y el (llamémoslo) cortocircuito Applebaum parecen insalvables. ¿Por qué la señora Applebaum, experta en anticomunismo, se deja ver con Sánchez el autócrata y por qué Trump, defensor de la Constitución norteamericana tal cual es, se equipara al que pretende federalizar la española por la vía de los hechos?
Son dos serias inconsistencias. La crítica izquierdista a Trump, guste o no, es consistente. Y es consistente, guste o no, la opinión de quienes consideran a Trump una opción no solo legítima sino aconsejable dado lo presente. Buenos o malos, son dos discursos extendidos y homologables en el mundo. El Trump=Sánchez, sin embargo, es una anomalía española, una excepción ibérica. No se puede ir por el mundo diciendo esas cosas…
Pueden considerar que Sánchez es un peligro o que Trump es un peligro, pero difícilmente que los dos lo son por razones parecidas y, mucho menos, que son parangonables o incluso idénticos.
En realidad, en muchos aspectos, son lo contrario. Y lo son en lo fundamental, en lo que debiera ser lo fundamental para un «constitucionalista» o un defensor de las «instituciones»: el respeto y protección de su Constitución, de sus órganos judiciales, de su sistema electoral, de sus equilibrios, de su espíritu y su arquitectura.
El discurso Sánchez=Trump no solo es inconsistente, ilógico y falaz, amén de una importante catetada, es sobre todo un artefacto (ilógico) para el engaño masivo del llamado centro-derecha español, masas cautivas de un sistema mediático delirante adaptado a la medida de un partido concreto.
El discurso Sánchez=Trump es un camelo poco cocinado para el consumo interno y para cuadrar círculos incuadrables.
Conviene, brevemente, repasar algunos rasgos de ese discurso.
Para empezar, no llaman fascista o facha a Trump porque viniendo desde la derecha sería una reducción poco efectiva. Usan fórmulas más sofisticadas como populista o iliberal. Lo hacen importando los argumentos de las Applebaums.
Trump entonces sería una amenaza por su amor al bulo y al fake o por su inmoderación. Esto supone «comprar» el marco del Partido Demócrata que va directo a atacar la libertad de expresión.
En realidad, admiten el marco de la izquierda occidental y luchan con ella por la legitimidad de su uso. No hay más que ver quién realiza esa comparación: medios que aspiran a acercarse a El País (la eterna homologación), ex-socialistas, el PSOE-bueno, el PSOE aspiracional o progresistas y socialdemócratas nostálgicos. Es como si el antisanchismo se peleara con el sanchismo por arrebatarle el papel de sucursal del Partido Demócrata.
Al hacerlo, engañan a su público. Ya no por la valoración que hacen de Trump, sino por la ocultación de aquello contra lo que Trump es una reacción o una defensa. El peligro en ciernes. Distorsionan y ocultan lo que hay en juego y desmovilizan. Al ocultar la amenaza ¿están confesando que forman parte de la misma?
El Sánchez=Trump es propaganda + falacia. En realidad, la cuestión es: ¿Trump o Sánchez? Sánchez no escandalizaría a Kamala. Empezó en Nueva York con Westendorp y siguió en Bosnia al servico del más estricto orden internacional. Applebaum está encantada con él.
Los del Snchz=Trump están atrapados en este punto por varios motivos que ya extenderían demasiado un artículo que debe ir acabando.