Ya no es un secreto a voces. Todos en La Moneda saben -y afuera también- que feneció la coalición que impulsó la llegada de Gabriel Boric a la Presidencia de Chile. Ninguna de las siete toldas del conglomerado “Apruebo Dignidad” funciona con estrategias comunes, así como tampoco hay rastros de coordinación, ni acción conjunta, a dos años de su conformación.
La desintegración de Convergencia Social, Comunes, Revolución Democrática, el Partido Comunista, Acción Humanista y la Federación Regionalista Verde Social (FRVS) parece inevitable cuando no lograron el “Apruebo” de la primera constituyente en el plebiscito del año pasado y la “Dignidad” de sus miembros quedó en el piso tras el escándalo de corrupción por la entrega de recursos de forma directa a fundaciones aliadas del Ejecutivo.
Es imposible esconder el impacto de los reveses electorales y de gestión pública sobre la coalición. De acuerdo con La Tercera, líderes de la alianza dejaron de reunirse meses atrás y la mensajería a través del chat de Whatsapp habilitado por el grupo quedó en el olvido.
Con planes electorales
A “distintas razones” atribuye el secretario del Partido Comunista, Lautaro Carmona, el fracaso el funcionamiento de Apruebo Dignidad, el bloque que pretendía posicionarse como un brazo izquierdista novedoso en el país. Una de ellas, el plan de unificación en un solo partido de las tres organizaciones que confirman el Frente Amplio de Boric – Convergencia Social, Comunes, Revolución Democrática- para enfrentar el ciclo comicial que transcurrirá en los últimos dos años del gobierno.
Las tres formaciones del presidente tienen en agenda convocar a un plebiscito en el primer trimestre de 2024 para consultar a sus bases y formalizar la creación de un partido único con los militantes que juntos suman.
¿Cómo se llamará el partido? No hay información aún pero Boric vocifera que significará un “paso grande” mientras que, el senador y presidente de Revolución Democrática, Ignacio Latorre, revela sin ningún matiz que el propósito es “avanzar hacia una coalición de gobierno que le dé proyección política y electoral”.
El Ejecutivo la necesita. Le urge considerando que los tres partidos del Frente Amplio no sólo arrastran la mencionada derrota en el primer plebiscito constitucional de septiembre pasado sino además la pérdida de la elección de los consejeros constitucionales para el segundo proceso constituyente donde el Partido Republicano logró junto a Chile Vamos 33 de los 50 curules y la coalición de Boric se quedó con 17 cupos.
Un momento complejo
Heridos de gravedad en las urnas y con la contienda de las municipales en agenda para octubre del próximo año -donde se elegirán 345 alcaldes- el presidente y sus partidos agilizan el paso evitar que la atomización y el fraccionamiento de sus partidos perjudiquen su camino de capitalizar “la política una herramienta de cambio social”.
Sin embargo, los acuerdos puertas adentro están bajo tensión. Convergencia Social -el partido de Boric- intenta aprovechar la caída en desgracia del partido Revolución Democrática -tolda su amigo y exministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, a cargo de las fundaciones receptoras de fondos públicos directos- para negociar que Convergencia Social se quede como marca y sean los militantes de RD y Comunes quienes migren a la colectividad de Boric.
La excusa sería la conformación de “una alternativa unitaria, con la fuerza suficiente para dar la batalla cultural por más democracia y derechos sociales, pensando en los próximos comicios”. En la oposición también hay planes similares. El expresidente, Sebastián Piñera, admite que Chile Vamos – integrada por la Unión Demócrata Independente (UDI), Renovación Nacional (RN) y Evolución Política (Evópoli)- está obligada una alianza electoral a una coalición política. Para ello, debería comenzar a buscar alianzas desde la derecha republicana hacia el centro, -con las toldas Amarillos, Demócratas- incluyendo a la sociedad civil y los independientes. ¿Cuál de los dos bandos logrará su cometido? E tiempo va en contra.