domingo, noviembre 24, 2024
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Seamos serios

Enrique García-Máiquez,

Juanma Moreno Bonilla ha rendido un sentido homenaje a Blas Infante, notario y notorio majara que soñaba con devolver Andalucía al Islam. Lo llama «una figura fundamental en la historia de nuestra tierra», lo que nos hace sospechar que no lo ha leído en la vida ni se ha preocupado ni le importan ni Blas Infante ni las figuras fundamentales ni la historia de nuestra tierra. Rigor no se auto exige.

Ni representatividad de sus votantes. ¿Cuántos votantes andaluces de Juanma Moreno Bonilla sentirán tan profundo respeto como aparenta Juanma en su fotografía bajo la sombra de Blas Infante? Como los conozco bien, sé que muy pocos o ninguno.

¿Y cómo es que, a pesar de esa indiferencia y rechazo, las derramadas y derretidas declaraciones de Moreno Bonilla no afectan nada a sus votantes? Elemental: porque saben que no es serio. Si un líder político andaluz dijese de veras que nos quiere separar, siquiera sentimentalmente, de España y que, encima, admira rendidamente a un rendido admirador del mundo islámico, lo corrían a gorrazos.

Esto de Juanma Moreno se le permite porque se imputa al postureo más impúdico.

Así que yo no vengo a hablar de Blas Infante, que es posible que tampoco esté contento, allí donde esté, con este aprovechamiento cosmético de su figura. 

Lo interesante es la cantidad de cuestiones de los políticos que nos podemos tomar a beneficio de inventario y que aspergen su bla, bla, bla con la plena conciencia de que nadie les echa cuenta. Esto tiene una gravedad subyacente, sin embargo. Si Pedro Sánchez ha podido hacer de su paso por la política una apoteosis de la mentira, se debe, en el fondo, a que nadie se lo había tomado en serio ni la primera vez. No es que nos dé igual que nos mientan, es que no pueden engañarnos porque no nos creemos ni lo primero que nos dijeron. En esta situación, que padecemos transversalmente, es casi imposible construir una sociedad política sana. Nos falla la cimentación.

Por eso, el compromiso más importante que está adquiriendo Santiago Abascal es el de su propia integridad. Cuando promete algo, añade que no podrá fallar porque eso sería fallarse primero a sí mismo. Y obsérvese el giro de muñeca tan interesante que hace. Eso es así porque él no dice –nos dice– lo primero que se le pasa por la cabeza ni lo que le dicen las encuestas y los spin doctors que diga, sino aquello en lo que ya cree. La única forma de cumplir los compromisos es prometer sólo aquello que te compromete íntimamente.

Para lo cual, no se puede estar calculando la rentabilidad de lo que uno promete y hace. Ni en público ni en privado. Me preguntan por el voto útil, como en todas las elecciones de las que tengo memoria. Yo vuelvo a recordar mi tesis. Un voto es una gota de agua en el océano de los recuentos electorales, algo proporcionalmente insignificante, pero en tu conciencia tu voto es la mayoría absoluta, más aún, la unanimidad. ¿Y vas a falsear el resultado electoral en la baronía soberana de tu alma, donde tu voto es auténticamente decisivo?

Seamos serios con nosotros mismos si queremos terminar siéndolo con los demás. Empieza uno echando cuentas y calculando postureos y rentabilidad de votos, y acaba muy serio rindiéndole homenajes a Blas Infante, o cualquier otra cosa. 

Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

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