Alberto Fernández, en uno de sus tantos archivos contradictorios, dijo antes de ser candidato que no sería el postulante de Cristina Kirchner. Su argumento era cierto y válido: aseguraba que, sea quien sea el presidente, el poder real estaría “en Juncal y Uruguay”, dirección del departamento de CFK en Buenos Aires. Sin embargo, terminó aceptando el rol y, como muchos advirtieron, el kirchnerismo le licuó su proyecto de “albertismo” en tiempo récord. Ahora, ante las merecidas críticas que recibe, el presidente devaluado dice que no puede ser títere y autoritario a la vez. Sí que puede.
“Por imperio de estas cosas que se dicen hoy en día, soy un títere y soy un autoritario. No se cómo se combinan ambas cosas, pero así dicen”, señaló Fernández en un acto en Tecnópolis. Como ya no tiene cara para decir en público que el que manda es él, Alberto dijo que “lo cierto es que” no llegó “solo” al Poder Ejecutivo. Es decir que ya reconoce que no hay un único mandatario real.
Al decir que no llegó en soledad a la presidencia, reconociendo que gobierna con Cristina Fernández, Alberto ya está blanqueando que le mintió al pueblo argentino, al que le prometió que iba a gobernar él. En un mano a mano con Joaquín Morales Solá antes de las elecciones, el periodista le preguntó sin vueltas quién iba a gobernar realmente, al llevar a CFK como candidata a vicepresidente. Su planteamiento era más que lógico: Alberto ganaría los votos, pero ella tendría el poder real. El entonces candidato a presidente, luego de advertirle a Solá que se podía «arrepentir» de lo que estaba diciendo, aseguró: «Voy a gobernar yo, Joaquín». Hoy ya no se anima ni a mantener la tesis que él es el único mandatario en Argentina.
Títere y autoritario al mismo tiempo
Aunque suene lógica la supuesta incompatibilidad de un personaje que haga las veces de «títere» y de «autoritario» simultáneamente, lo cierto es que Cristina (cuya habilidad política no puede ser puesta en duda) consiguió que en Alberto se puedan compatibilizar ambas características. ¿Cómo lo hizo posible? Le manejó la totalidad de la agenda política y lo dejó solo administrando la pandemia (donde todos los oficialismos en el mundo la pasaron mal y donde Alberto, además de sus políticas autoritarias, quedó en evidencia con un doble discurso).
Ella armó las listas de candidatos, presionó sobre la justicia (hasta le “voló” a su ministra en el área), digitó la política internacional y se dedicó a marcarle la cancha en el ámbito económico, donde Alberto naufraga en la imposible tarea de hacer populismo sin recursos. No hay dudas de que, a la hora de analizar el manejo del poder político, la dueña del circo, como dijo el presidente formal en su momento, vive en “Juncal y Uruguay”.
La “administración Alberto” se limitó al manejo de la pandemia que, a pesar de darle grandes índices de apoyo las primeras semanas, terminó fulminando la aprobación del presidente. Los mandatarios de todos los signos políticos sufrieron la irrupción del COVID-19. El virus que afecta especialmente a las personas mayores y enfermos inmunocomprometidos, también complica duramente a los oficialismos de turno. Sean Donald Trump y Jair Bolsonaro (con otras perspectivas ideológicas) o el mismo Alberto Fernández.
Mareado por el apoyo el primer mes de la pandemia, cuando la gente festejaba lo que suponía serían unas breves vacaciones, Alberto dio rienda suelta a un autoritarismo que no se había conocido jamás en la democracia argentina. Ahí, Cristina, hábil, dejó hacer. Hizo el mejor negocio posible: le dio la libertad de administrar la desgastante etapa pandémica y se mantuvo al margen de todo, mientras capitalizaba su poder político en otras áreas. Claro que los desastres como las fiestas en Olivos que salieron a la luz son todos méritos propios de Alberto.
Hoy, a dos años de iniciado el mandato del Frente de Todos, y a dos años de la finalización del mismo, CFK ya le ganó por paliza la interna a Alberto. Se quedó con todo lo que le interesaba y le vendió el peor auto usado a su compañero de fórmula. Claro que el mandatario lo terminó de chocar con sus errores propios, improvisaciones y autoritarismo, en el único espacio que lo dejó gobernar: el peor.
Fuente: PanamPost