OMAR ESTACIO Z.,
Para las 9:15 a.m., de hoy lunes, está pautada la apertura de la fase oral y pública del juicio criminal que se le sigue a Carlos Edoardo Orense Azócar, ante la Corte del Distrito Sureste de Nueva York.
Una cosa es que la audiencia esté pautada para esa hora y fecha y otra, que llegue a celebrarse, porque el viernes pasado, muy entrada la tarde, los defensores, Jason E. Foy y Eric Zárraga, presentaron una moción preliminar de supresión o exclusión de parte del acervo probatorio. Nos referimos al contenido del móvil incautado al acusado por las autoridades italianas, al momento de capturar al entonces prófugo, el 13 de mayo de 2021, en el hotel “Bread & Fast”, en Calvieri, Italia.
La escaramuza de los abogados de la defensa, dilatoria a todas luces, intenta extender las intensas jornadas de negociación, entre la Fiscalía y Orense que, conducirían a rebajas de la casi segura condena de este último, a cambio de delaciones contra sus amigotes y compinches.
¿Recuerdan los amables lectores, a aquel Leamsy Salazar, escolta de Hugo Chávez, primero, y después del fallecimiento de este último, jefe de seguridad de Diosdado Cabello?
Los relatos de Salazar, encajan como piezas de un rompecabezas, en las evidencias contenidas en el expediente 1:21cr379.
Orense Azócar, según esos autos procesales, fue o es, todavía, propietario de varias fincas, a lo largo y ancho de Venezuela. En las enclavadas tierra adentro, había o hay, aún, aeropuertos semi clandestinos, para despachar vuelos cargados con cocaína y desde los fundos contiguos al mar Caribe, Orense, se valía de lanchas ultrarrápidas, para transportar toneladas, por igual de cocaína, con EEUU, como destino final, previos toques técnicos, en Cuba o República Dominicana.
Narra Leamsy Salazar, en las confidencias que años atrás -en específico en 2015- hizo a los medios de comunicación, que cierto viernes de 2013, a eso de las diez de la noche, Cabello le ordenó organizar un viaje “relámpago” a la península de Paraguaná. Alguna desavenencia de última hora, propia del submundo del narcotráfico, demandaba la presencia de uno de los capos del “Cártel de los Soles”, en el mismísimo teatro de operaciones.
Una vez en Piedras Negras, estado Falcón, cuando se enfilaban hacia el cabo de San Román, Cabello, le habría exigido a Salazar que ordenara a los espalderos, separarse de la caravana.
A lo lejos -prosigue el relato de Salazar- ya se divisaban las luces de Aruba. En la playa, aguardaba un nutrido grupo de hombres enmascarados, armados hasta los dientes con rifles de última generación, así como cuatro lanchas deportivas de alta potencia. Arribar el cabecilla y zanjar todas las discrepancias entre los criminales, fue una sola cosa. Jefe es jefe.
- ¿Ya están listas las hallacas? -les habría preguntado a sus hombres, en “clave”, el recién llegado, para de inmediato ultimar su faena de aquella noche: Pues, entonces, camaradas ¡Que las lanchas zarpen, una detrás de otra!
El proceso criminal contra “El Gordo” Carlos, como mejor se conoce a Orense Azuaje, ha sido opacado por algunos de los más de 100 juicios criminales seguidos contra altos funcionarios y relacionados del chavo-madurismo ante tribunales de EEUU, Colombia, México, Perú, España, Italia, Suiza, Portugal, Andorra, Cabo Verde, Nigeria, alguno que otro Estado asiático y demás naciones extranjeras. Delincuencia de exportación, en el peor sentido.
Las evidencias que cursan en el expediente 1:21cr379, son más incriminatorias, contra el alto funcionariado de la narco tiranía, que las existentes en cualquiera de los procesos “estelares”. Echamos mano de este último calificativo debido a la atracción mediática que han despertado las causas penales ante los juzgados extranjeros, contra, Nicolás Maduro, Alex Saab, los “Bolichicos”, el propio Cabello, “El Tuerto” Andrade, los chafarotes, Vladimir Padrino y Néstor Reverol. Dicho sea de paso, para la Justicia RoboLucionaria, tales indiciados son unos “angelitos” luego que en Venezuela, ninguno ha sido perturbado, ni siquiera, con el pétalo de un citatorio emanado del más modesto policía de rolito.
Hasta ahora, la mayoría de las pruebas acusatorias contra “El Gordo” Carlos han permanecido selladas por orden del juez del Distrito Sureste de Nueva York, Vernon S. Broderick, para preservar otras investigaciones en curso. Pero ante la inminencia de hacerse públicas, más de un alto cargo narcochavomadurista, tiembla, sin que sea óbice lo desprestigiado que esté, ni lo sinvergüenza que sea.
Estaremos pendientes del desenlace de este nuevo culebrón del crimen organizado, muy acorde con la narcobanda que desgobierna nuestra sufrida Patria.