viernes, noviembre 22, 2024
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Si por nación entendemos…

HUGHES,

En contestación a Ayuso, que algo diría, pues habla constantemente de todo menos de Chinchón y Navalcarnero, la ubertertuliana Esther Palomera, que probablemente no ha pasado un sólo día en la última década sin aparecer en una tertulia, tuiteó algo que suscitó, digamos, controversia: «No, España no es la nación más antigua de Europa, aunque lo diga Ayuso. Si por nación entendemos un estado o reino, antes lo fueron Francia o Inglaterra. Y todo así…».

La opinión de la periodista no interesa por docta o indocta, sino por extendida, porque ese alarde suyo (ese «si por nación entendemos un estado o reino…») retrata una actitud extendida en España.

Precisamente fue en el Senado, cámara filosófica, donde el político más decisivo en la España del siglo, Zapatero, dijo que la nación era «concepto discutido y discutible». Ese escolasticismo sobre lo nacional es absolutamente estratégico, buscado. No es que la nación sea un concepto «complicado y difícil», que diría Lorenzo Sanz, es que lo deliberadamente complicado es el concepto de «nación española», con el que se hace un eterno trilerismo, una especie de trile de lo nacional.

«España existe desde»… pero ¿como nombre que sale de unos labios, como Estado, como imperio, como nación política, como nación histórica…? ¡España lo ha sido todo! Pero España, nos dicen constantemente, no fue hasta que se declaró nación política en 1812. Todo lo anterior a las Cortes de Cádiz es un magma de identidad difusa que no podemos asociar a la España actual. Esto es lo que se nos enseña en España, esto es la España oficial, la académica palanca, de la que Palomera es un reflejo más (pero un reflejo conseguidísimo, un reflejo-reflejo, que la ubertertulianez es lo que tiene…).

Pero aceptaríamos gustosos que España perdiera parte de su «antigüedad», de su solera histórica, a cambio de cierta claridad. Podríamos pensar que, no siendo la primera, no siendo España nación hasta ese certificado doceañista, al menos pudiera serlo pacíficamente. Pero es que a continuación es eso lo que se pasa a discutir: la misma realidad de la nación política.

La nación no está claro que exista, pero España, nos dicen, no es hasta que es nación, hasta que se constitucionaliza nación.

O bien: la nación es concepto discutible, pero no es discutible que España empieza a ser cuando es nación.

España es desde que es x, pero x:

1) Es discutido y discutible

2) No preexiste a la Constitución

3) Se le niega su condición de sujeto político y se confunde con pueblo

4) Se fragmenta en otras nacionalidades y quizás naciones, afectando a su unidad y unicidad

5) Todo lo que se predica de x (lo nacional) queda bajo sospecha, su modernidad de repente superada

O de otro modo, la nación política es un concepto lo suficientemente fuerte como para ser acta de nacimiento de la España actual, pero sólo para eso, porque inmediatamente empieza a discutirse.

Sirve para desenraizar a España de su honda materialidad histórica, no para fijar la realidad existencial de un sujeto político.

Si España nace en 1812, lo que nace ahí y sólo ahí, y no antes, existe, es y en su ser eso y no otra cosa debería ser al menos indiscutible.

Pero no. Lo que se ha convertido en costumbre y etiqueta intelectual en España es aceptar «nación política» como única forma de ser constatable para, una vez admitida, pasar a discutirla estigmatizando lo nacional español. «España no existe antes de 1812». Lo anterior no es España, pero lo venidero no puede defenderse categóricamente porque el concepto o categoría que se admite para datar a España (la nación política) pasa inmediatamente a ponerse en duda. O no se admite el concepto o, si se admite, se estigmatizan sus atributos y manifestaciones.

O sea, España sólo es cuando es algo cuya misma entidad se pone en duda. Así, quienes discuten la unidad nacional y el ser histórico de España se valen para ello, precisamente, del concepto «nación política» siendo conjetura hispana todo lo anterior.

En último término, aceptaríamos pulpo como animal de compañía, pero inmediatamente los mismos que lo esgrimen dirían que el pulpo no es animal, taxón zoológico sino quimera, irrealidad, existencia mítica.

¿Qué naturalista usaría una taxonomía que no pudiese explicar?

España sólo es lo que no está claro lo que es. ¡De ese trabalenguas no salimos!

Quienes niegan la existencia anterior de España, ya sea como preforma estatal, como monarquía, como unidad cultural, geográfica o unidad religiosa (de ahí el odio a lo católico —¡odian y no saben la razón de su odio!—), o como simple realidad nombrada en los papeles, mencionada por el otro, por los otros, lo hacen, la niegan, en virtud del concepto de nación política. Así que a España la datan en 1812, para, a continuación, poner en duda el género mismo de datación. Así, España siempre está en duda. El «si por nación entendemos…» sirve siempre para hacerla de menos, trile para mantenerla en solfa conceptual.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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