Le tomo prestado el título a mi exprofesor Richard Pipes, quien, en 1984, publicó un libro con el mismo título sobre la necesidad estructural de la Unión Soviética de expandirse. En contra de todo el establishment estratégico de la época, que defendía a muerte la necesidad de la coexistencia pacífica con la URSS, Pipes defendía que para el sistema soviético el dilema era el imperio o la extinción. Y que, por lo tanto, para occidente, la única estrategia realista era la de lograr una victoria sobre Moscú. Y Pipes tuvo razón. Las URSS se desintegró o implosionó porque quedarse encerrada en el statu quo la llevó a la crisis existencial. Quizá lo que está pasando ahora en Ucrania pueda explicarse con la tesis que Richard Pipes aplicó a la URSS, pero esa es una cuestión para otro artículo. Yo sólo quiero extrapolar la necesidad de victoria a nuestro panorama político nacional. Y más en concreto, al posible futuro de Vox.
En estas calurosas vacaciones donde casi todo pasa inadvertido, poco ha cambiado en el panorama político español: Sánchez continúa mintiendo en todos los frentes; los de Podemos no dejan de criticar al Gobierno en el que se sientan, pero del que no se van ni a tiros por no perder los privilegios de la poltrona; los rufianes de turno siguen a lo suyo, convocar un nuevo referéndum por la independencia de Cataluña y ver cómo reacciona este Gobierno, aún más esclavo que el de Rajoy; y Vox ha permanecido en sordina permitiendo que la protagonista mediática sea su exlideresa Macarena Olona.
Sánchez juega a convertirse en el Maduro del sur de Europa y la oposición sigue empeñada en esperar que caiga la fruta madura
Y, sin embargo, con cada sorbo que le damos al tinto de verano, más se ennegrece el panorama económico y social para todos nosotros. Sobre la desbocada inflación somos ya todos expertos por lo que no voy a dedicarle ni un minuto. Sólo recordar que no es el efecto únicamente de la guerra en Ucrania, sino que viene de antes y que, si hay que culpar a alguien, el candidato sería la generosidad monetaria con la que se ha regado a todos y todas durante la pandemia del Covid. Es lo que tiene los fondos de emergencia y los crecientes subsidios, que aumenta el dinero en circulación. La caída por encima del 5 por ciento de la renta per cápita, sólo agudiza la pérdida real del poder adquisitivo de los españoles.
Mientras España se desmorona y Sánchez juega a convertirse en el Maduro del sur de Europa, la oposición sigue empeñada en esperar que caiga la fruta madura. A Feijóo las encuestas le auguran que puede atraer a cerca de medio millón de votantes moderados del PSOE más otros tantos que votaron a Ciudadanos en anteriores comicios. E incluso hay pronosticadores que le prometen casi otro medio millón de votantes de Vox, movidos supuestamente por el pragmatismo del llamado voto útil.
Es verdad que las encuestas hay que tomarlas con sumo cuidado, ya que muchas veces están destinadas a crear opinión y no a reflejar la intención de los encuestados. Pero con todo, no se pueden despreciar a la ligera. No hay nada peor en política que confiar tu estrategia a la esperanza. Hoy por hoy, la tendencia que se muestra de Vox, es a la baja, ligera, pero baja. Y hasta cierto punto es lógico que así sea. La pregunta del millón es si seguirá siendo así cuando haya que votar en medio de una recesión y profunda crisis y los españoles tengan que optar por alguien que arregle la economía y traiga seguridad a sus bolsillos o si valorarán también otras cuestiones como la emigración y delincuencia, la memoria histórica, la perversión de las leyes de género, el dispendio en las autonomías, o la corrupción de la política, entre otras cosas.
Feijóo proemte cambiar muchas leyes del Gobierno socialcomunista, pero no las elimina de las regiones donde el PP gobierna
Hay quien ve con buenos ojos que exista un partido como Vox, cuya función social es servir de Pepito Grillo del PP y evitar la permanente tentación de giro a la izquierda de esta última formación tan gallega de la que en numerosas ocasiones no se sabe si sube o baja las escaleras. Feijóo está prometiendo cambiar muchas leyes del Gobierno socialcomunista, pero que no elimina de las regiones donde el PP está en el gobierno y cuenta con la mayoría para hacerlo. El papel existencial del Vox sería forzar a que lo haga. El dilema para Vox es que, en regiones como Madrid y Andalucía ha resistido el empuje de Ayuso, Moreno/Feijóo, pero no ha ganado influencia para forzar las decisiones de esos ejecutivos. Servir de Pepito Grillo en esa situación resulta poco prometedor.
Por otro lado, si es la situación económica el factor decisivo en las próximas elecciones, Vox sólo puede diferenciarse del discurso liberal tradicional del PP apelando a la defensa de sectores y grupos económicos, defendiendo más subsidios y ayudas. Pero estas medidas poco contribuirían para arreglar nuestra economía, puesto que añadirían más gasto público y, sin drásticos recortes en el presupuesto estatal, aumentarían la deuda nacional y la factura del pago de su servicio.
Cuadros de gestión de los populares de Feijóo, que son los que hay, nos llevaría a un nuevo escenario de coalición con un PSOE dessanchizado
Puede que para Vox contentarse con la guerra cultural que mantiene abierta con la izquierda y la derechita cobarde, sea suficiente y confíe que con ese frente se mantenga en las cuotas de poder actuales o ligeramente superiores aún sin entrar en más gobiernos regionales. Sin embargo, yo estoy convencido de que eso sería caer es una estrategia de supervivencia del partido. Pero eso no sería suficiente, como diría Richard Pipes. O Vox crece o se instala en la marginalidad. Y de la marginalidad a la desaparición hay un paso.
También tengo amigos que creen que es mejor que el momento Vox no llegue ahora, con un panorama nacional en descomposición y con una izquierda incendiaria y vengativa. Que mejor que el marrón de sacarnos de la crisis se lo coma el PP. Y que no importa, en aras del realismo, que eso choque con el discurso heroico de los de Abascal. Yo discrepo. El PP puede que salvara el aspecto financiero de nuestros bolsillos -que no es poco- pero no modificaría un ápice para bien la limpieza de nuestra alma colectiva como españoles y la de todos nosotros como individuos responsables. Para salvar España se necesita una revolución económica, social y, sobre todo, moral. Cuadros de gestión de los populares de Feijóo, que son los que hay, nos llevarían a un nuevo escenario de coalición con un PSOE dessanchizado. No a una España más limpia social y éticamente. Ese es el riesgo de esperar.