Hugo Marcelo Balderrama,
El 26 de junio, la dictadura de Bolivia montó una farsa que pretendió hacer pasar como un golpe de Estado. Es de común conocimiento, que nadie, salvo los militantes del masismo, creyó en la escena de Luis Arce Catacora enfrentando al general Juan José Zúñiga, puesto que fue evidente que todo se trató de una teatralización de muy baja calidad.
Sin embargo, con excepción de Argentina, los gobiernos de la región y varios otros alrededor del mundo brindaron su apoyo a la «Democracia Boliviana». Con todo, acá cabe una pregunta:
¿Por qué tiene tanto eco una farsa digna del género del cine absurdo, pero no hay tantas repercusiones, por ejemplo, con las detenciones arbitrarias y encarcelamientos de activistas y opositores políticos?
Porque los militantes del Socialismo del Siglo XXI no están, exclusivamente, unidos por sus narrativas, entre ellas, la propagación de propaganda Rusa y China, sino que también se debe incluir a una compleja red de generadores de contenido, gobiernos, políticos, periodistas y hasta personalidades, Maradona, por citar un caso. La lógica de funcionamiento es la misma que de una corporación transnacional. Por eso, no debería extrañarnos que, al igual que apoyar a Luis Arce Catacora, atacar a Javier Milei y sus reformas se haya realizado casi de manera simultánea y hasta en el mismo lenguaje.
Al respecto, en su libro: La galaxia rosa, Sebastián Grundberger afirma lo siguiente:
Ya el 24 de octubre, poco después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el Foro de São Paulo celebró el primer puesto del candidato peronista Sergio Massa con las palabras «La democracia pasó a la segunda vuelta». De esta forma, implícitamente se cuestionaron las convicciones democráticas del candidato opositor Javier Milei. La Progressive International también advirtió en un comunicado publicado antes de la segunda vuelta que había una «amenaza existencial de Javier Milei a la democracia argentina».
El objetivo está muy claro: Presentar a los gobiernos no alineados con ellos como amenazas para la seguridad, la libertad y la democracia.
Obviamente, semejante nivel de coordinación requiere algo que el común de los mortales conseguimos con demasiado esfuerzo: dinero. Se han identificado dos formas de financiamiento: a) la legal y b) la economía del crimen.
Particularmente lucrativo es el acceso a los fondos de desarrollo de Europa. De hecho, CLACSO, usando el argumento de una supuesta «deuda histórica», consigue enormes cantidades de dinero de la ASDI sueca. Para los actores del Socialismo del Siglo XXI esta sociedad no tiene beneficios exclusivamente pecuniarios, sino que, adicionalmente, les permite darse una apariencia internacional de legitimidad y respetabilidad que no se corresponde con su verdadera identidad, la de peligrosos hampones.
Existe una gran información sobre las relaciones de Evo Morales, Gustavo Petro, Rafael Correa y Andrés Manuel López Obrador y el narcotráfico en sus países. Por ejemplo, Correa está siendo investigado por haber recibido ilegalmente dinero, para su campaña electoral, de la guerrilla colombiana de las FARC. Son igualmente conocidas las implicaciones de altos funcionarios bolivianos en narcotráfico durante la gestión presidencial del cocalero Morales, El Coronel de Policía Maximiliano Dávila, es el caso más reciente.
Estudios importantes, verbigracia, Latinobarómetro, indican que dos décadas de la hegemonía del Socialismo del Siglo XXI han ocasionado una erosión significativa en la democracia regional.
Por su parte, El índice de Riesgo Político América Latina, en su versión 2023, identifica que el crimen organizado, la corrupción, la desafección democrática y la gobernabilidad bajo presión son factores que no permiten que las economías regionales se recuperen de la crisis causada por el COVID. Peor aún, planificar un futuro para las nuevas generaciones.
¿Tiene esperanza Hispanoamérica?
Es algo, en este momento, muy difícil de afirmar.