MIQUEL GIMÉNEZ,
Soy un hereje, un elemento peligroso, perturbador y funesto. El otro día se me ocurrió en mala hora hacer un test en las redes sociales. ¡Jamás lo hiciera! Les explico por lo menudo. De entrada, soy un negacionista climático que opina que tras el asunto hay un negocio de proporciones colosales y una idiotez supina por parte de la masa que se tragaba hace veinte años que los polos iban a estar derretidos en el 2020 y ahora sigue creyendo que lo que pasa es que, como la Renfe, va con retraso. También salió que soy un machista porque abomino que no se respete la carga de la prueba y el hombre sea considerado culpable por el mero hecho de serlo en casos de violencia doméstica, porque tampoco me gusta estigmatizar algo tan serio calificándolo de violencia de género. Sepan que también soy un xenófobo de tomo y lomo, pues opino que hay que frenar la inmigración ilegal y deportar a aquellos que, estando sin papeles, cometan un delito en suelo nacional. Ah, y que si tuviéramos servicios sociales de verdad, los social workers de Estados Unidos, habría que revisar todas las ayudas que se dan al tun tun privando a muchas personas que las necesitan realmente, empezando por nuestros mayores.
También soy un nostálgico del franquismo porque dije que el experimento autonómico había sido un error gravísimo que sólo nos había llevado a un endeudamiento insoportable, a una paralización administrativa y a una confusión de leyes y disposiciones dignas de Kafka, a la consolidación de los señoritos locales y a un problema sanitario, económico y de seguridad dificilísimo de solucionar. Mejor un estado central que funcione. Se conoce que eso es muy, pero que muy facha.
En el apartado de las FFAA mi cuestionario debió volverse loco, porque defendí la necesidad de ampliarlas, aumentar su retribución, alargar la edad de jubilación, invertir en la investigación de tecnología militar propia así como en la industria de defensa y, ojo con esto, volver a la obligación cívica de hacer un servicio militar obligatorio para chicos y chicas con una duración de tres meses anuales durante tres años en los que la juventud aprendiera a defender su patria, socializase con gentes de otros lugares y clases y entendiera lo que es la disciplina, la camaradería y el sentido del honor. Luego añadí que todo el dinero que nos ahorraríamos en administración improductiva, subvenciones a golferías y demás gabelas bien podrían ir dirigidas a estimular la construcción de viviendas sociales para quienes realmente las precisen, mejorar nuestra sanidad contratando más médicos, proveernos de más jueces, más policías y aumentar lo que cobran nuestros jubilados.
Aquí la cosa se cortó por lo sano y se me quedó en el tintero lo de reducir el número de diputados, cerrar el Senado convirtiéndolo, quizás, en piscina pública, chapar las televisiones, radios y demás medios pagados con dinero público y alguna otra cosilla.
Así que soy muy, muy, muy mala gente. Un fascista. Lo dice el cuestionario.