La reforma tributaria del presidente colombiano Gustavo Petro, aprobada en primera discusión en el Congreso, recibió un importante apoyo internacional. Los seguidores del presidente izquierdista alaban tal espaldarazo por venir de uno de los economistas más conocidos en el mundo. Nada más y nada menos que Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el año 2001.
Sin embargo, que alguien como Stiglitz apoye un proyecto económico no quiere decir que sea una buena señal. Por el contrario, mucho de lo que es elogiado por el economista estadounidense promotor de un mayor estatismo, termina en rotundo fracaso. El especialista expresó en recientes declaraciones que Colombia y Chile «se están moviendo en la dirección correcta». A eso le sumó una retórica que viene aplicando desde hace años: su alusión al asesinato de las empresas privadas.
«Para muchos países, la mejor manera de obtener nuevos recursos es a través de la tributación a la riqueza al asegurar que multinacionales paguen una parte justa y al gravar ganancias inesperadas. Estas medidas no afectan la inversión si se diseñan de manera apropiada». Esa fue su opinión en el marco de las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Estados Unidos, luego de que el ministro de Hacienda de Colombia, José Antonio Ocampo, presentara el proyecto de reforma tributaria.
El problema con los postulados del economista, crítico de la economía de mercado, es que lo acompaña un prontuario de desaciertos. Cada vez que declara hace que refloten sus alabanzas al fallecido dictador venezolano Hugo Chávez y al gobierno socialista de Alberto Fernández en Argentina. Ambos son el retrato de la tragedia.
El elogio al desastre chavista
Las palabras de Joseph Stiglitz ayudaron a legitimar al régimen de Hugo Chávez en 2006. En ese entonces dijo que el dictador se enfocó «en brindar beneficios de educación y salud a los pobres» y que «luchaba por unas políticas económicas que no solo generaban un mayor crecimiento, sino que también aseguraban que los frutos de ese crecimiento se distribuyeran más ampliamente».
Luego, el economista dijo en 2007 que el crecimiento económico de Venezuela era «impresionante», sin hacer reparos en el enorme gasto público, la poca inversión en la industria petrolera o las múltiples expropiaciones iniciadas dos años antes. La catástrofe era inminente, pero Stiglitz se deshacía en aplausos.
Por eso, sus críticos dudan del elogio que ahora lanza a Petro, quien tiene en la mira imponer una sobretasa al sector de las petroleras y del carbón. Los dividendos a sociedades nacionales también subirán, al igual que la tarifa para las ganancias ocasionales y el impuesto al patrimonio. Algunos empresarios ya hablan de buscar otros horizontes. Pero eso parece no importarle al petrismo o a Stiglitz.
Volviendo al tema de Venezuela, actualmente bajo el régimen de Nicolás Maduro, los resultados son catastróficos. El país entró en 2017 en un proceso de hiperinflación con un índice anual de 1370 % y, aunque se ha reducido significativamente este año, sigue teniendo la inflación más alta del continente y la segunda mayor del mundo. Hoy, la moneda está tan devaluada que se adoptó una dolarización de facto y la población percibe el salario mínimo más bajo de América Latina (21 dólares, según el Observatorio Venezolano de Finanzas) cuando la canasta básica es de 392 dólares. La política económica del chavismo tenía coto y el laureado economista parece haber hecho caso omiso.
Polémico texto sobre el «milagro argentino»
Lo mencionado anteriormente no es lo único negativo en el currículo del fundador de un think thank de desarrollo internacional dentro la Universidad de Columbia. En enero de este año habló del «milagro económico argentino» por las políticas del gobierno peronista durante la pandemia. Para terminar de coincidir con la retórica de la izquierda, criticó al FMI. Además, el exministro de Economía, Martín Guzmán, es uno de sus pupilos.
Joseph Stiglitz aseveró en un artículo que Argentina era ejemplo de una «sorprendente recuperación», a pesar de los problemas en materia de salud y posterior a «haber heredado un lío a fines de 2019». Era otra alabanza a un modelo sin éxito.
Las cifras lo demuestran. Según el FMI, al cierre del año, el país tendrá la cuarta inflación más elevada del mundo por detrás de Zimbabue, Venezuela y Sudán. Mientras, la inflación anualizada subió a 83 % en septiembre de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Algo relevante es que Stiglitz quiso retractarse de lo que dijo. Vagamente, explicó que no le alcanzó el espacio para escribir sobre el fuerte proceso inflacionario en Argentina. Pero ya era tarde.
Ahora el académico gira su mirada a Colombia bajo el gobierno de Gustavo Petro. ¿Hacia dónde va el país con este mismo modelo que sigue promoviendo?