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Tamarindo 34

NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN,

A pesar de haber nacido en una ciudad esplendorosa y repleta de magia como La Habana, solamente conozco sus calles a través de las vivencias de otros, de las fotografías y libros sobre sus historias y tradiciones. Otro logro de la revolución. A los que nacimos allí y vinimos de pequeños, nos quedan algunas imágenes, inclusive olores que por la ausencia se van desvaneciendo con el tiempo. Los hijos de cubanos que nacieron fuera de la isla encantada, ni eso. Fidel Castro, que produjo presos, fusilados y exiliados en cantidades industriales, se ocupó de que así fuera.

Vivo fascinada por los poéticos nombres de calles como Amargura, Desamparados, Lamparilla, callejones honrando a conquistadores, plazas en honor de santos evocando su espiritualidad, alamedas con nombres musicales, pero no fue hasta 1999 que conocí la calle Tamarindo.

La semilla del tamarindo, dice la leyenda, es la historia de un esclavo condenado a muerte en la isla de Barbados. La sentencia dictaba que debía ser ahorcado colgado de un árbol de tamarindo. Para mostrar su inocencia, juro que sería el árbol el que lo reivindicaría. A partir de su muerte, las semillas del árbol tendrían la forma de su rostro. Al menos eso dice la leyenda, dejando ver que hay absolutos, como el bien y el mal.

Una insignificante calle de la Habana se los demostró a Fidel Castro. El 7 de junio de 1999 se inició un ayuno en una humilde vivienda situada en el número 34 de la calle Tamarindo entre 10 de Octubre y Rabí. Bajo el lema de “Vida y Libertad para todos los presos políticos” una noble mujer, declarada opositora, conocida como Migdalia Rosado, abrió las puertas a todo aquel que quisiera, durante 40 días, ayunar a favor de tan noble causa. Lo hizo sin pedir dinero para arreglar su vivienda, lo hizo sin garantías de que no iría a prisión, lo hizo por la firme convicción de escoger el bien por encima del mal.

Cuando le preguntamos desde aquí qué necesitaba, solo dijo que paqueticos de caldo para mantener alimentados a los que ayunaban. En la conferencia de prensa que tuvo lugar para anunciar que el ayuno duraría 40 días, por los entonces 40 años de sufrimiento y violaciones de derechos humanos a los que vivía sometido el pueblo cubano, el Dr. Oscar. Elías Biscet, uno de los organizadores agregó: “Será ayuno simbólico para que Dios conceda las peticiones de nuestros corazones”

Increíblemente, comenzaron a sumarse valientes opositores, oportunistas, agentes de la seguridad y hasta Francisco Aruca, vocero del régimen en el corazón del exilio con un programa radial pagado con las ganancias de la concesión de vuelos charters a la isla, recibió instrucciones de viajar y hacerse presente, para tratar de desacreditar, ante la prensa extranjera, a los ayunantes.

La indignación de Fidel Castro fue tal que contaba hasta las calorías injeridas y agregaba manjares inventados como parte de la dieta de los ayunantes. Sus razones eran obvias, ese año, en noviembre, se celebraría la IX Cumbre Iberoamericana en la Habana y el anfitrión de la cumbre de las blanquísimas mofetas no quería que nada estropeara su fiesta.

Lo que normalmente hubiese acabado con una redada de tropas especiales, se le permitió concluir a los 40 días con una conferencia de prensa el 16 de julio. El ayuno había trascendido las paredes de Tamarindo 34 y se había propagado por toda la isla. Miami se solidarizó y Washington lo conocía mediante los congresistas Iliana Ros Lehtinen y Lincoln Diaz Balart ante el pleno de la Cámara Baja, donde instaron a otros miembros del congreso a dar muestra de su solidaridad.

Logramos entrar en Cuba el recién publicado libro de mi autoría sobre el pensamiento político de Jorge Mas Canosa y en aquel pequeño reducto de libertad temporánea se escucharon las palabras de Jorge Mas Canosa en la voz del Dr. Oscar Elías Biscet. El cubano ya desaparecido, líder indiscutible del exilio, se hacía presente en esa isla por la que tuvo amor perpetuo y no alcanzó a ver libre.

Tal era la obsesión de Fidel Castro, que hacía que sus agentes infiltrados entre los 100 o más participantes le informaran para balbucear durante horas minuciosamente los detalles: : “A las 21:00 horas tomaron caldosa de substancia”, “otro día: se mantuvieron ingiriendo leche vitaminada, yogur, caldo de pollo concentrado, refresco y jugo de espirulina”. Informaba el que informaba quien entraba y salía de la vivienda de Migdalia Rosado con la precisión de una de las mil batallas en las que nunca tomó parte. “Quedaron en la casa al concluir el ayuno Migdalia Rosado y Rolando Muñoz Yyobre. ¿Interesantes datos no? En esos 40 días visitaron a los ayunantes 54 corresponsales de 21 agencias extranjeras, algunos más de una vez y cinco miembros de la Oficina de Intereses de Estados Unidos”. La demencia que ya era visible en el comandante lo llevó a proclamar la lista nutritiva que el mismo se inventó cuando dijo: “Un datico falta: Calorías ingeridas por los ayunantes: 4,017 por persona, más que los levantadores de pesa, proteínas, 262.27 gramos, grasas 111.82 gramos, carbohidratos 597.93 gramos”. Así de alterada estaba la mente del dictador por el ayuno que logró una simple y sencilla mujer llamada Migdalia Rosado abriendo las puertas de su hogar en la calle Tamarindo.

Han transcurrido 25 años de aquel hito histórico que mostró el valor de los participantes y la protección que puede dar la cobertura de la prensa a las víctimas. Nada ha cambiado en la finca privada de los Castro y sus sicarios. Si sacáramos la cuenta de las calorías ingeridas de acuerdo con el tamaño de sus respectivas panzas, sería 100 veces más de lo que Fidel Castro acusó a los ayunantes de Tamarindo 34.

Migdalia Rosado acaba de fallecer en Miami, producto de un cáncer que ya había invadido su cuerpo. Cuando fui con su gran amiga Iliana Curra a visitarla unos días antes de morir, no mostró dolor ni angustia, solo su alegre y genuina sonrisa, me imagino la misma con las que abrió las puertas de Tamarindo 34. “Las quiero siempre” nos dijo. Así concluyó su vida a los 81 años esta heroína que se enfrentó a una feroz dictadura con la convicción del esclavo que quiso mostrar su inocencia. Lo hizo sencillamente porque existe una conciencia en aquellos que la tienen. La que te hace discernir entre el bien y el mal.

Fuente: Diario Las Américas

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