Mookie Tenembaum,
La cancelación de los conciertos de Taylor Swift en Austria, debido a una amenaza terrorista, devolvió al primer plano un problema que Occidente evadió por demasiado tiempo: la claudicación ante la toma de rehenes. Este fenómeno, que se acentuó con ataques como el de Manchester durante el concierto de Ariana Grande en 2017, ahora amenaza a individuos y a nuestra forma de vida y libertad.
En agosto de 2024, se descubrió que un adolescente de 19 años, junto con un cómplice de 17, había planeado un atentado en los conciertos de Swift en Viena. Las autoridades encontraron químicos y dispositivos técnicos en la casa del sospechoso, quien había jurado lealtad a ISIS semanas antes. Este ataque frustrado obligó a cancelar los tres conciertos que Swift tenía programados, dejando a más de 170.000 fans desilusionados y a la sociedad entera con una sensación de vulnerabilidad e impotencia.
La estrategia de la toma de rehenes no es nueva; la utilizan diversos grupos y estados para lograr objetivos políticos, económicos y propagandísticos. El problema radica en que Occidente, en muchas ocasiones, cedió a las demandas de estos grupos, legitimando así su método y perpetuando el ciclo de violencia y chantaje.
Ejemplos recientes incluyen a Corea del Norte, que utilizó la toma de ciudadanos extranjeros como herramienta de negociación política. En 2018, la liberación de tres rehenes estadounidenses se produjo justo antes de una cumbre histórica entre Donald Trump y Kim Jong-un. Aunque celebrada como un triunfo diplomático, este tipo de intercambios envía el mensaje equivocado: que la toma de rehenes puede ser una estrategia exitosa.
En Yemen, los hutíes capturaron barcos y bloquearon rutas marítimas estratégicas, afectando el comercio global y obligando a países y empresas a pagar «impuestos» para garantizar el paso seguro. Este tipo de extorsión global afecta a las naciones directamente involucradas así como al comercio y la economía mundial.
Un reciente intercambio entre Estados Unidos y Rusia fue particularmente controversial. Hace solo unos días, Estados Unidos accedió a un intercambio de prisioneros con el gobierno de Vladimir Putin, liberando a un número indeterminado de rehenes estadounidenses a cambio de criminales rusos. Este tipo de canjes, aunque traen alivio y alegría a las familias de los rehenes liberados, también establecen un peligroso precedente al ceder a las demandas rusas, Occidente demostró que está dispuesto a negociar con criminales, lo que solo incentiva a más tomas de rehenes en el futuro.
El ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 marcó un punto crítico en el uso de la toma de rehenes como táctica de guerra. Durante el ataque, Hamás capturó a más de 200 civiles israelíes y extranjeros, utilizándolos como moneda de cambio para negociar con Israel. Entre tanto, las demandas de Hamás incluyen la liberación de cientos de prisioneros palestinos. Este tipo de secuestros inflige un sufrimiento inmenso en las víctimas y sus familias y fortalecen la posición de Hamás.
Es fundamental que Occidente adopte una postura firme y unificada: no a la claudicación ante la toma de rehenes. Aunque es doloroso y difícil, es mejor enfrentar un momento de sacrificio y sufrimiento ahora que vivir en constante miedo y chantaje. Cada vez que cedemos ante las demandas de los terroristas y criminales, les damos más poder y legitimidad, perpetuando un ciclo de violencia y extorsión.
Los gobiernos y las organizaciones internacionales deben establecer políticas claras y estrictas contra la negociación con secuestradores. Esto incluye rechazar cualquier tipo de intercambio o concesión y, en cambio, centrarse en estrategias de rescate y disuasión. La cooperación internacional es crucial para asegurarse de que los secuestradores no encuentren refugio ni apoyo en ningún rincón del mundo.
El continuo éxito de la toma de rehenes y las negociaciones llevó a un aumento en la percepción de inseguridad. Eventos culturales, conciertos, y reuniones públicas ahora están bajo la sombra de posibles ataques. La cancelación de los conciertos de Taylor Swift es solo un ejemplo reciente.
Esta situación no solo afecta a las víctimas directas sino también a la sociedad en su conjunto. La cultura del miedo se instala, limitando nuestras libertades y cambiando la forma en que vivimos nuestras vidas diarias. No podemos permitir que los terroristas y criminales dicten nuestras acciones y decisiones a través del miedo y la violencia.
Las cosas como son.