martes, noviembre 26, 2024
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Todos, todos, todos

JAUME VIVES,

Lo de la inauguración de los Juegos Olímpicos de París ha sido, como tantos espectáculos del estilo, una ofrenda al mal y al Maligno. Sucedió también, descaradamente, en la inauguración del túnel de San Gotardo, el más largo de Europa.

Algo parecido ocurre con buena parte de los artistas de más éxito del momento. Pero claro, vender el alma al diablo para triunfar en el mundo de la música, tiene contraprestaciones. Algunas, muy visibles, como son las coreografías o algunas letras.

No se nos escapa que los católicos hemos sido expulsados del mundo en el que vivimos. En la era de la tolerancia y la inclusividad, que coincide probablemente con la de mayor odio y sacrificios humanos, todos tienen cabida. Todos menos un pequeño pueblo, el cristiano, que como los de la Galia, suele ser perseguido y humillado.

El motivo es relativamente sencillo de comprender. Se ha querido construir un mundo sin Dios y el fracaso es evidente. «El mal no puede crear nada nuevo, sólo corromper o arruinar lo que las fuerzas del bien han inventado o construido». J.R.R. Tolkien.

Tan evidente que en la inauguración de los JJ.OO. lo único que pudieron ofrecer al mundo fue un puñado de trastornados, pervertidos y perturbados haciendo extravagancias frente a las cámaras, seguramente en su día de permiso en el manicomio, —donde antes estaba ingresada esa pobre gente enferma—.

Y claro, el pueblo cristiano es el único que les recuerda y les hace evidente el gran fracaso de un mundo sin Dios, el único pueblo que puede favorecer la construcción de un mundo en el que se apuntale todo en Dios.

Pero no debería preocuparnos que en esta sociedad no quepamos todos, todos, todos. Ya estaba escrito así, y no podemos pensar que merecemos un trato mejor que el que dispensaron a Aquél a quien seguimos.

Lo que sí cabría esperar es que en la Iglesia cupiéramos «todos, todos, todos», como recordaron en Covadonga al final de la IV edición de la peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad-España (NSC-E), citando las palabras del Papa, justo en el momento en el que se tendría que estar celebrando la Santa Misa que a última hora fue prohibida.

Sería una pena que, al igual que pasa en el mundo, ese todos, todos, todos, fuese de cartón piedra, un disfraz de tolerancia e inclusividad, porque a la hora de la verdad, para esos casi dos mil peregrinos que volvimos a Covadonga, no hubo lugar en la iglesia para celebrar la Santa Misa.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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