Bernardo Henao Jaramillo,
Sin lugar a dudas, el proyecto de reforma a la salud presentado por el gobierno se convirtió en detonante de la segunda crisis ministerial, a ocho meses de la posesión del presidente Petro. El justificó su decisión diciendo: “La invitación a un pacto social para el cambio ha sido rechazada” y que “tal situación nos lleva a un replanteamiento del gobierno”.
Los colombianos han seguido de cerca la discusión en el Congreso de la República de esa reforma porque, en su mayoría, coinciden con la opinión de Forbes Colombia en que el país tiene uno de los mejores sistemas de salud de todo el continente americano, como lo reveló la encuesta de Invamer al señalar el 73 % de la población lo evalúa como “bueno”. Esto revela que el cambio pretendido no corresponde a la voluntad popular sino a una posición tozuda y terca del gobierno. Interpretando esta posición, también expresada, en manifestaciones populares, los congresistas, a través de los partidos políticos, presentaron sugerencias y modificaciones a las cuales no se les dio cabida. Se puso en evidencia el estilo impositivo de este gobierno.
Curiosamente una vez se consiguió en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes su aprobación, con el voto en disidencia de la liberal María Eugenia Lopera y por supuesto con la pusilanimidad de los congresistas que abandonaron el recinto para no votar e impedir que les aplicaran la ley de bancadas, vino el “replanteamiento del gobierno”.
De los congresistas de la Comisión Séptima diez votaron por aprobar el informe y ocho por negarlo. Se conoció que se retiraron del recinto Gerardo Yepes, José Quevedo del partido Conservador y Camilo Ávila del partido de la U.
Entonces, cuando se esperaba la celebración por la victoria conseguida, en un hecho sin precedente, el presidente Petro rompe la coalición y provoca, váyase a saber la real causa de su segunda crisis ministerial.
Sabido es que los ministros están de paso por sus carteras ministeriales y que ante las crisis de gobernabilidad que se presentan tienden a convertirse en los fusibles que se cambian, pero sorprenden las remociones en siete ministerios, adicionales a los tres que removió a finales de febrero de este año, porque tales se dan en muy corto tiempo y respecto a ministros como José Antonio Ocampo y Cecilia López que al parecer gozaban del beneplácito del presidente. Por ello Ocampo expresó: “No me lo esperaba”. La salida de Alfonso Prada se puede entender por la ruptura de relaciones con el expresidente Santos.
Dado que el presidente había defendido a capa y espada a la ministra Corcho, la decisión de sacarla le produjo a ella inmenso estupor y no pudo levantarse de su asiento por lo que no asistió al último consejo de ministros. Venciendo, terminó en el pavimento y no tendrá a quien quejarse. Esto sin duda fue consecuencia de su intransigencia. Podemos imaginar la “piedra” que tendrá. Esto es, sin duda, consecuencia de su posición de no ceder ante lo que denominó los inamovibles del proyecto de reforma a la salud.
Extraña que los ministros más cuestionados, como son Minas, Defensa y el canciller permanecieran en sus carteras. Iván Velásquez ha causado inmenso daño a las FFMM y a la Policía. Su reciente propuesta fue refutada vehementemente por el señor Fiscal.
En cuanto a Irene Vélez, primera causante de los perjuicios, particularmente, a Ecopetrol, tendría más que merecido que entregue respuestas a la justicia por los estragos ocasionados. En cuanto al canciller sabrá mucho de negociaciones de paz por su cercanía con las Farc, pero carece de la diplomacia necesaria para manejar las relaciones exteriores. Lo ocurrido con Panamá es muestra de ello, se dieron quejas de este país por las declaraciones irrespetuosas de este señor.
Por otra parte, hay que anotar que la salud que falla es la del presidente. Señalar al Congreso como responsable de haber suprimido un artículo en la discusión de la Ley del Plan demuestra que lee y no comprende. Indicar que por esa decisión del Congreso se abre paso la expropiación es una soberana locura del mandatario.
Los artículos 48 y el 49 están hoy vivos en el PND, no se hundieron y ni siquiera fueron analizados y debatidos en las mesas técnicas. El presidente de la República está en mora con el Congreso de excusarse, pero su obcecación y sus aires de superioridad se lo impiden. Confiemos no se trate de un plan maquiavélico para hundir el proceso de compra de tierras por carencia de recursos. Resulta peor y bien peligroso el llamado que desde Zarzal hizo a los campesinos para que realicen movilización social y hagan un levantamiento campesino.
La inseguridad y violencia que actualmente se vive en Colombia se contraponen a la paz total que predica el primer mandatario y a esos llamados, más aún cuando se aproxima un debate electoral y ya se conoce que hay un amplio dominio de grupos al margen de la ley que imponen su voluntad a punta de fusil, máxime cuando en cabeceras están retirando la fuerza pública. La supervivencia de la democracia está en entredicho y el Gobierno Nacional debe rodear de garantías el proceso y por supuesto pedir el acompañamiento internacional y la contratación a través del CNE de una auditoría especializada.
La oposición debe aprovechar el momento para consolidar una verdadera unión sin egoísmos. Clave que se tenga una actitud fuerte, pero con moderación. Recordarle al presidente que él fue elegido para gobernar por igual a todos los colombianos y que el mensaje que envía con su radicalización y el nombramiento de un gabinete a su conocido estilo provoca más temor que tranquilidad.