Hughes,
Las palmeras que rodean Mar-a-Lago se movían altas y protectoras como oscuros centinelas de algo crucial. Estaba a punto de aparecer Donald Trump, el presidente número 47, tras la más fenomenal hazaña política que han visto nuestros ojos y los ojos de los que nos preceden y, a menudo, nos aburren.
El regreso de Trump es El Regreso. No ha habido otro igual; y en sus palabras no había rencor, ni duro sarcasmo, ni esa euforia política tan desagradable. No había venganza (aunque esa es fría y no se anuncia). Había serenidad. Trump escribió un libro así: El arte del regreso. Allí contaba que lo más importante fue no declararse nunca en quiebra. No admitirla.
Trump se ha impuesto en el voto popular, ha atrapado estados swingueantes, ha mejorado el voto en hispanos, negros, mujeres blancas y ha sacado a los hombres blancos del sofá homeriano para que fueran a votar. Su mayor apoyo demográfico ha sido la actual generación X, que en Estados Unidos da el paso adelante.
El triunfo de Trump es la derrota absoluta de los corruptísimos medios de comunicación, a los que mencionó, cómo no, entre risas en su celebración. Pensábamos que en 2016 ganó contra todo, pero tenían más cosas guardadas para 2024. Le ha faltado someterse, como un Hércules, a una prueba final contra algún luchador de la MMA amigo de Joe Rogan.
En los próximos días se analizarán los datos. Habrá que terminar de saber cuántos millones de nazis hay en Estados Unidos y los detalles, ese «cómo es posible» que se preguntaban una y otra vez las funerarias televisiones de aquí y de allí (o radios como la del catolicismo kamaliense español). Puede que también finjan su sorpresa. Podrían asumir la realidad o recurrir a una vía que sigue expedita: Estados Unidos vuelve a preferir a Trump sobre una mujer, ya no solo blanca sino racialmente tutti fruti, lo que demuestra que su atávico machismo y racismo blanco aun no han terminado y queda «mucho por hacer».
El planeta, y cito a alguno de estos personajes, «se enfrenta a un destino desconocido». Y eso es lo interesante. No somos estadounidenses, pero de su hamburguesa nos caerán unas migas. O de otra forma: alguien se toma una hamburguesa en Michigan, un poco de ketchup le salpica a un europeo. Pero Trump ya es importante solo por lo que evita: difícilmente podríamos sobrevivir cuerdos al sanchismo-kamalismo.
Se abre un horizonte nuevo sobre el mundo, o quizás solo un marco más razonable. Dependerá de hasta qué punto Trump 47 decida ser mejor que Trump 45. Hay quien piensa que debería ser un poco como dicen que es. Solo un poco.
Trump es el personaje político más importante de nuestras vidas y de algunas vidas más. Su movimiento cambia el Partido Republicano (tendrán senado y cámara), pero no porque lo rinda a un culto personal. El MAGA sirve para que se acerque al habitante. Es un colosal movimiento democrático.
El triunfo de Trump molesta a tanta gente desagradable que solo podemos brindar por ello y agradecerlo a las fuerzas cósmicas o divinas que le hicieron girarse un poquito cuando llegaba la bala. Si hubiera hecho lo predecible, lo normal, si hubiera mirado donde se supone que debía mirar, nada sería igual.