En la jornada de este martes, mucha gente en Argentina se sintió emocionada. Para celebrar el 9 de julio, Día de la Independencia nacional, el gobierno organizó un emotivo desfile militar que conmovió a casi un país entero. Decimos “casi”, porque en el margen quedó la izquierda dura diciendo que todo esto es una “provocación“, así como también un espacio del kirchnerismo, que de a poco se termina de divorciar de la buena porción del electorado que representaron una vez.
Esta celebración, revolucionaria desde la médula, si se tiene en cuenta el clima político de las últimas dos décadas, pero muy tradicionalista (si pensamos en la Argentina más allá del kirchnerismo) ilustró un antes y un después. Es que el desfile de las Fuerzas Armadas y los veteranos de Malvinas marca un cambio de era, del que se habló en todo el país.
Para Néstor y Cristina Kirchner, estas fechas eran más que nada una molestia. Gobernaron con una coalición de izquierda enfrentada con el Ejército y las Fuerzas Armadas, reduciendo la historia argentina a los conflictos que tuvieron lugar en la década del setenta. Así, llegaron a poner en el ministerio de Defensa a Nilda Garré. Nada más y nada menos que una mujer vinculada a las organizaciones guerrilleras, que combatieron con las fuerzas regulares hace casi cincuenta años.
De esta manera, salvo los cuatro años de irrelevancia del macrismo, el gobierno reivindicó culturalmente a una minoría ideologizada, para la que gobernó. Si lo que hoy está haciendo Javier Milei (que en muchos casos no es más que volver a la normalidad) emociona a una mayoría, antes de buscar méritos extraordinarios en el libertario, hay que repasar los errores propios del kirchnerismo.
Hoy, buena parte del electorado se reencuentra con los símbolos patrios y reconoce en el presidente un virtuoso cambio de época. El kirchnerismo, que se indigna, debería tener en claro que, en este aspecto, se la dejaron “servida” al actual mandatario.
A diferencia de lo que venía ocurriendo, todo lo vinculado a las Fuerzas Armadas y a la seguridad fue prioritario para la nueva gestión. Milei confió en sus exrivales de campaña y nombró a Patricia Bullrich en Seguridad, que hoy presenció junto a sus compañeros del gabinete el desfile, y a Luis Petri, en Defensa. Este ministerio fue uno de los que más evidenciaron el cambio de era. Por primera vez en mucho tiempo, Argentina reequipó y modernizó sus fuerzas. Tan notoria fue la diferencia con relación a lo que venía ocurriendo, que hasta en Chile comenzaron a analizar en los medios de comunicación las supuestas ideas “expansionistas” de Argentina. Lógicamente, desde el gobierno de Milei se aclaró que nada de todo eso tenía el más mínimo sentido.
Aunque se le acusó hasta al hartazgo de limitarse a las cuestiones económicas, Milei armó un gabinete amplio, confió en la división de poderes y muchas de las diversas áreas ya comienzan a dar resultados. Hoy, un país se sintió orgulloso de un símbolo despreciado desde hace mucho tiempo y el presidente sigue consolidando una mayoría de los argentinos que respalda su gestión.