miércoles, diciembre 25, 2024
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Un Mundo que Cambia, el oportuno libro de César Vidal

Corría el año 2013 cuando César Vidal se fue de España tras ser avisado de que se preparaba un atentado contra él. Dejaba atrás un programa nocturno de radio y ya no se volverían a editar más libros suyos en nuestro país. Sin embargo, la ingratitud del mundo editorial español al que tantas alegrías dio con las ventas de sus obras, no le ha impedido lanzar un programa de radio desde Estados Unidos, participar en conferencias, ser analista en medios como la CNN y volver a publicar libros que agotan ediciones en cuestión de horas. “Un Mundo que Cambia” (Agustin Agency, 2020) es su último ensayo en el que su conocimiento histórico le permite trazar un continuo sobre la democracia que se entrelaza con la economía y no solo nos explica el mundo cambiante en el que vivimos sino que nos avisa sobre los principales retos a los que nos enfrentamos como sociedad.
 
La tesis de este libro es tan sugerente como desafiante, la democracia no es irreversible, y actualmente está amenazada, ¿por quién?
Que la democracia no es irreversible es indiscutible. Más allá de lo que escribió Fukuyama sobre el fin de la historia, que yo creo que a estas alturas no puede sostener nadie y que cuando lo leí en los 90 ya me pareció de un voluntarismo total: ha caído la URSS, el pacto de Varsovia, han ganado los buenos y solo vamos a tener democracia y economía de mercado. Bueno, como sueño está muy bien pero la realidad se ha encargado de desmentirlo y en este sentido claro que las democracias son reversibles. No llegamos a un punto de la historia en que la democracia sólo avanza y se consolida sino que son reversibles y de hecho deberíamos recordar que la democracia apareció siendo reversible. La primera democracia aparece en Grecia, desaparece en un momento determinado porque colapsa por razones muy parecidas a las que ahora están llevando a las democracias a una tremenda erosión y no vuelve a aparecer en más de 2000 años, lo cual es bastante significativo.  Por cierto, con todos los talentos griegos echando pestes de lo que había sido la democracia, porque muchos vieron venir el final de la democracia y estaban muy desilusionados. Aristófanes describe en una de sus comedias que la democracia había llegado a convertirse en un sistema donde el político que triunfaba era el político bribón que prometía todo lo que la gente quería oír y además enfrentaba a unos sectores de la sociedad contra otros y además endeudaba al país de  manera que no podía mantener ese gasto público. Algunos hicieron un análisis más sutil, por ejemplo Demóstenes, decía que la democracia se había convertido en el sistema en el cual no se podía hablar a no ser que se repitiera la verdad oficial. Esos peligros que hunden a la democracia en Atenas son peligros que siguen existiendo hoy en día. Siguen existiendo políticos que prometen lo increíble, que gastan lo increíble, que enfrentan a la sociedad de una manera increíble y que, finalmente, van haciendo que los sistemas se colapsen por esa mezcla de demagogia, gasto público desaforado e intervencionismo del estado salvaje. Es bastante interesante como cuando resurge la democracia en EEUU a finales del s. XVIII  los padres fundadores adviertieron de todos esos peligros, de que hay que librarse de todas esas situaciones o la república no podrá susbsistir. Después dedico otras dos partes a mencionar una amenaza añadida que muchas veces va de la mano de estas y que es extraordinariamente peligrosa y que muestra que el mundo ya no es el de la Guerra Fría y esa amenaza es precisamente la agenda globalista.
¿En qué consiste la agenda globalista?
Lo que primero hay que decir es que no es lo mismo que la globalización. Hay gente que lo confunde pero son dos realidades totalmente distintas. La globalización es un fenómeno extraordinariamente positivo que hace que tú y yo podamos estar hablando ahora mismo con un océano entre medias y que hace que tú puedas tener en formato electrónico un libro mío publicado en EEUU y podríamos añadir millones de ventajas. La agenda globalista, por el contrario, es un plan de dominio mundial. En mi libro cito un pasaje de las memorias de David Rockefeller, que ha sido uno de los grandes impulsores de la agenda globalista, donde comienza diciendo “se nos ha acusado a mi familia y a mí de actuar en contra de los intereses nacionales de EEUU y defender por el contrario un gobierno que derive de una cábala secreta de financieros y de intelectuales y que vaya hacia un nuevo mundo, hacia un nuevo orden mundial” y entonces escribe que si esa es la acusación se confiesa culpable y está orgulloso de ello. Esa agenda globalista existe, tiene unos objetivos muy concretos y tiene muchísima más influencia de la que pudo tener en su día, por ejemplo, la Internacional Comunista, que fue extraordinariamente influyente.
Se decía del Parlamento inglés que lo podía todo salvo convertir al hombre en mujer cosa que ya puede hacer cualquier parlamento gracias a la ideología de género…
Lo han conseguido, efectivamente. La agenda globalista es un proyecto absolutamente prometeico, con una capacidad sobrenatural de cambiar todo, de cambiar el orden, la economía, la política, hasta la naturaleza humana. Y en ese sentido es algo verdaderamente impresionante. Es una agenda que por un lado pretende reducir drásticamente la población mundial pero cree también en un control económico del planeta. Y esos instrumentos de control económico del planeta van desde endeudar en la medida de lo posible a todas las naciones de tal forma que dejen de ser entidades soberanas e independientes. Resulta revelador que en una entrevista de hace unas semanas Georges Soros asegurase que la crisis de su vida era la crisis del Coronavirus y una de las medidas que proponía con auténtico entusiasmo era la de endeudar perpetuamente a la Unión Europea.
Has mencionado algunos problemas que en España son bastante importantes como el de la deuda. No sé si esa forma de corrupción, como también la llamas en el libro, tiene solución. 
Es complicado. Teóricamente tiene solución pero no parece que las partes implicadas tengan el menor deseo de que se solucione. Los que viven a costa de los subsidios y de las subvenciones estatales evidentemente no tienen la menor intención de que se suprima su subvención ni su subsidio. Y aquellos que llegan al poder o que se mantienen en el poder gracias a eso les sucede lo mismo. Cuando esto se multiplica por las enormes masas clientelares que viven de esos subsidios estamos en esa Atenas descrita por Aristófanes. En el caso de España se ha producido desde hace muchísimos años un empuje por endeudar al país, por subir los impuestos, por gastar lo que no se debería, por subvencionar y financiar lo que jamás se debió financiar y subvencionar, se ha entrado ya en un ciclo vicioso que va a acabar con la suspensión de pagos y un rescate. Al final se han ido sumando tantos intereses de este tipo que ni siquiera con la voracidad fiscal que hay en España se puede mantener. 
En el libro incluyes dos historias de empresarios que sufrieron esa voracidad fiscal y tú mismo has ganado litigios al fisco español…
Supongo que mi peripecia con Hacienda va a durar años. Llevo nada más y nada menos que una docena de sentencias favorables en las que en alguna se llega a decir que la acción de la Agencia Tributaria fue ilegal y que no respetó los principios jurídicos más elementales. Yo no tengo ninguna duda porque, de hecho, a lo mejor es casualidad pero cuesta mucho creerlo, fue salir de España e inmediatamente Hacienda envió una serie de notificaciones que yo no podía recoger porque estaba en el extranjero y las dieron como comunicadas y recibidas, como si hubieran pasado los plazos de alegaciones. E inmediatamente se dedicaron a embargar, ocupar y saquear todo lo que yo tenía en España, que no era mucho. En cualquiera de los casos no tenían ningún derecho a robarme. Te organizan unos cálculos que son las cuentas del Gran Capitán y te incluyen en la lista de grandes deudores sin que haya una sola sentencia estableciendo que tienen razón. Es verdad, al cabo de casi siete años la administración de justicia te dice “mira lo que han hecho con usted es una canallada, no respetaron la ley, además ya ha prescrito el plazo para que le puedan pedir responsabilidades por esos años por lo que usted no debe nada a Hacienda”… sí, pero ahora a mí me quedan como tres o cuatro años más de pleitear con Hacienda para que me devuelva todo lo que me robaron y me saque de la dichosa lista. Es algo bochornoso, te pasas doce años gastando dinero en abogados para que al final te den la razón en algo que desde el principio era obvio. No quiero pensar en la gente a la que le quebraron empresas, cuyos empleados fueron a la calle o que les han arruinado de por vida con actuaciones muy similares a las que yo tuve que sufrir.
En el libro también analizas el caso de China, que es un país que llevas estudiando desde hace muchos años y explicas que tiene un plan para convertirse en potencia hegemónica. ¿Qué es lo que está haciendo bien y por qué también lo consideras inquietante?
Frente a la agenda globalista hay una serie de políticos a los que yo denomino patriotas, van desde gente que sostiene posiciones democráticas a dictaduras durísimas como China. El patriotismo lamentablemente no sólo es democrático y ha habido muchos momentos en la historia donde ese patriotismo no tenía nada de democrático, en distintos países y en distintas épocas. Incluye desde políticos como un Orban, un Trump o un Bolsonaro que son democráticos aunque los medios de comunicación estén atizándolos día y noche. Hay políticos que no se pueden definir como democráticos pero que tampoco puede decirse que sean dictadores tipo Putin en Rusia. Y luego hay dictaduras claras como la de China. China no se quiere sumar a la agenda globalista aunque hay intentos desde hace décadas por incorporarla. Lo que pasa es que China tiene su propio programa de expansión global que choca con la agenda globalista y pasa por la nueva ruta de la seda que, para que la gente se haga una idea, incluiría un tren de alta velocidad que saldría de Beijing y acabaría en Madrid. El plan de China es celebrar el centenario de la victoria de la revolución china en 2049 siendo la primera potencia global. Lo pueden conseguir y no es imposible. De hecho algunas de las batallas que se están desarrollando entre EEUU y China en los últimos tiempos son batallas de hegemonía aunque nos estén contando que sólo es una cuestión económica o que les importa la libertad de Hong Kong. Es mentira porque no les ha importado nunca ni siquiera cuando aquello era una colonia británica. Aquí el problema de fondo es que China puede ser una potencia hegemónica, que se adelante a EEUU y que lo haga además  fundamentalmente por razones tecnológicas.
Estas son algunas de las claves de “Un Mundo que Cambia” pero conociendo lo prolífico que eres, tengo que preguntártelo, ¿ya estás preparando un nuevo libro?
Bueno, hay varios que van a salir ahora. En el otoño se supone que va a aparecer un libro que tenía que haberse publicado hace dos años en español y en inglés sobre la mujer y la Reforma. Otro es ya para inicios del año que viene, una biografía de Pablo de Tarso que se titulará “Apóstol a las naciones”. Y terminé una novela que mi agente ha contratado con un club de lectura en el sur de Estados Unidos y México que se llama “El exiliado”, transcurre en el siglo XVI. Eso es lo que hay por delante, más luego proyectos de todo tipo, pero tengo que decirte que unos pocos días antes de despedirme de la sexta temporada de radio de La Voz comenté que la verdad es que yo notaba que desde hacía años tenía menos fuerzas, que trabajaba mucho menos y entonces empezaron a preguntarme qué hacía yo cuando tenía plenitud de fuerzas. Pues trabajaba mucho más aunque no era tan conocido pero yo sí noto que tengo menos fuerza para trabajar ahora que hace 20 años. Para mí es muy claro y aún así mantengo un ritmo de trabajo aceptable.
Has mencionado el programa de la Voz en el que mantienes una importante sección de economía…
A decir verdad tiene dos. Tiene una sección semanal los martes con don Roberto Centeno y una diaria que es el “Despegamos” con Lorenzo Ramírez que se ha hecho enormemente popular. Confieso que una de las cosas que más alegrías me da es cuando llego a países como el Perú o Guatemala y te dicen que oyen a Centeno, que no se pierden ni un día a Lorenzo Ramírez y que además escuchan todos los lunes a Sagrario Fernández Prieto porque les enseña cómo hablar el español con corrección o que no se pierden a la psicóloga. Entonces uno piensa que estamos haciendo el trabajo razonablemente bien.
Fuente: La Gaveta Económica 

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