OMAR ESTACIO Z.,
Se habló poco o nada en la jornada de diálogo, celebrada el martes pasado en Barbados, sobre el paradero final de los jefes de la satrapía, cuando la “hora sea llegada, que llegará” -como escribía nuestro poeta Paz Castillo- porque al final, van a tener que irse en volandas con su música, sus crímenes, con sus dólares -sobre todo- para otra parte.
Hay que celebrar, hasta ahora, las cinco excarcelaciones a raíz de dichas jornadas. Pero los 300 presos políticos que siguen secuestrados por los usurpadores del poder en Venezuela, claman por libertad.
El compromiso etéreo, huidizo, engañoso de una hipotética ruta que establecería la narcosatrapía, para levantar no se sabe cómo, ni dónde, ni cuándo les venga en gana, las antidemocráticas inhabilitaciones políticas, no colma las expectativas libertarias más básicas.
Alguno encontrará en nuestra siguiente propuesta cierta carga de ironía o de humor negro. Lo desmentimos de manera tajante. Tal sugerencia es tan seria como el sónido del ataud cuando se estrella contra la tierra viva.
Los altos cargos del gobierno gamberro están sobresaturados de riqueza malhabida. Pero, enfermizos, se aferran al Poder no tanto por seguir robando, como por tener la certeza que cuando sean echados de Venezuela, no contarán con un país de confianza que los ponga a resguardo de la Interpol, la DEA, de las extradiciones, de los enojosos escuadrones de captura, de los cazarrecompensas, de decenas de policías de «rolito» de los siete continentes; de algún compatriota sediento de justicia.
No hace mucho tiempo, el abogado Samuel Rabin, con auctoritas en la materia, denunció a través del «Sun Sentinel» de Ft. Lauderdale, Florida, EEUU, que todos los prófugos de la justicia norteamericana refugiados en Cuba -sus defendidos judiciales, los muy angelitos, entre otros- “se han visto forzados a pagarles a las autoridades de la Isla elevadísimas coimas” y cuando ya están arruinados, exprimidos, son repatriados, sin anestesia a EE. UU.. Le ocurrió peor, al ricachón, John McAfee – creador del primer programa para prevenir y remover los virus cibernéticos de los sistemas de computación. Después de huir de Norteamérica, por fraude y de Belice, por asesinato, McAfee, fondeó su yate de seis camarotes, salones, alberca, con más aguardiente que océno circundante, en la Marina Hemingway de La Habana para pasarlo gordo en sus francachelas. Hasta que Raúl Castro, Díaz-Canel y pandilla lo echaron convertido en bagazo, mar adentro, para acabar preso y cadáver, en España, en circunstancias extrañas. Con semejantes antecedentes, ¡Zape gato! con Cuba, como hipotético burladero para nuestros megacriminales.
¿Rusia? Sus largas temporadas a 40º bajo cero, la hace inhabitable, para los nacidos y amamantados, por ejemplo, en las canículas de Cúcuta y El Furrial. Además, si Raúl Castro y Díaz-Canel son voraces vampiros, el camarada Putin es una bomba hidroneumática de chupar glóbulos verdes con el rostro bonachón de George Washington. Que lo diga, Viktor Yanukovych, su expresidente marioneta de Ucrania, de millonario a mendigo, por el pecado de lesa idiotez de refugiarse en Moscú una vez depuesto por el Pueblo.
España dejó de ser lugar seguro para los corruptos y asesinos en masa, desde que la mujer de Garzón fue removida del cargo de Fiscal General.
Arrasar el Erario Público, depredar el Medio Ambiente, hacerse reo de genocidio, ser parte de una banda del crimen internacional organizado ¿para ir a recalar a un país del Tercer, Cuarto o Quinto Mundo? Descartada, igualmente tal opción.
A nuestros sátrapas se les hacen agua la boca y los narcobigotes, porque la temible OFAC adscrita a la Tesorería de EEUU, les ha levantado los embargos y las sanciones económicas. Si ello es así ¡Que se acojan de una vez por todas, a la hospitalidad del Tío Sam a cambio de delatar a sus compinches y devolver una parte «razonable» de lo robado! Muchos ya lo han hecho y andan por Wellington, Florida, como Pedro por casa.
No faltará quien nos cuestione por promover la impunidad de semejantes perpetradores de delitos atroces. Peor es, que las susodichas sanguijuelas sigan, ahí, asesinando, torturando, traficando, pegadas a la ubre de nuestro Patrimonio Público.
Urge incluir un inciso al respecto, en las próximas jornadas de diálogo que se reinicien en Barbados, México o en cualquier otra parte.
Respetuosamente, instamos al excelentísimo señor Biden, tan alborozado por recibir de sus, hoy, “socios” bituminosos, unos cuantos barriles, a adoptar las acciones en el sentido antes expuesto.
Otórgueseles cobijo seguro, cuanto antes menos malo: Son unos, redomados, consumados, redoblados, H.d.P.. Pero unos, H.d.P., con petróleo y con ello parafraseamos la filosófica reflexión del señor Franklin D. Roosevelt, por igual, Primer Magistrado de EEUU en circunstancias similares a las presentes. Además de aquellas opciones sobre la mesa, ni siquiera existía la mesa.