Antes de que termine marzo ocurrirá un hecho inaudito: las estadísticas oficiales dirán que más de cinco millones de personas ya se fueron de Venezuela. No es una cifra cualquiera porque, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), permite proyectar al país caribeño como el mayor expulsor de población, incluso superando a Siria.
De esos millones de desplazados, solo un puñado llegó a Uruguay. Porque, por más que la tonada caribeña se escuche en el repartidor de pizza o en el portero del edificio, lo cierto es que los cerca de 15.000 venezolanos que viven aquí “no logran siquiera compensar a los uruguayos que se fueron, mucho menos el equilibrio demográfico si se toma en cuenta la caída de los nacimientos”, explica Tania Pacífico, representante de la OIM en Uruguay.
Hay ocho países de la región, con Colombia a la cabeza, que recibieron más venezolanos. Pero Uruguay “es líder en la recepción: tiene una regularización de trámites muy alta y eso facilita el acceso inmediato a derechos de salud y educación”, cuenta Pacífico.
Pero la “legislación de avanzada” no siempre es garantía. El DTM -que es un sistema para conocer las características de una población desplazada que usa Naciones Unidas- muestra que el 41,9% de los inmigrantes venezolanos en Uruguay carece de cobertura de salud.
Con el solo hecho de dar inicio al trámite de residencia (no es necesario haberla conseguido), un extranjero puede anotarse sin costo en ASSE. ¿Cómo es posible, entonces, que haya un porcentaje tan alto de desafiliados? “Desinformación”, responde la representante de OIM.
Esta falta de información, no está asociada al nivel educativo de los recién llegados. De hecho, más de la mitad de los venezolanos que viven en el país declara tener título universitario y un 6% cuenta con un posgrado.
Esa misma carencia informativa podría explicar que dos de cada diez dice percibir mensualmente menos que un salario mínimo.
Más allá del trabajo, los inmigrantes venezolanos ven como un problema la discriminación por su nacionalidad. Casi un tercio admite haber experimentado esa xenofobia, aunque en la mayoría de los casos dice haberla padecido de camino y no dentro de las fronteras uruguayas. De hecho, el 96% de los encuestados declara sentirse seguro en Uruguay.
El costo de irse del país caribeño
Casi la mitad de los inmigrantes venezolanos que llegaron a Uruguay, al menos en el último tiempo, han hecho la travesía solos. La mayoría tomó la misma ruta que había elegido un conocido o se guió por los consejos que aparecían en redes sociales. Ese tipo de trayecto seleccionado les implicó, a siete de cada diez, el desembolso de entre US$ 500 y US$ 2.500.
A diferencia de los cubanos, que llegan mayormente por intermedio de redes de tráfico de migrantes, los venezolanos suelen conducirse por rutas reguladas e ingresan por puntos migratorios oficiales (solo el 0,7% dice haber entrado de manera irregular al país). Eso conlleva que las “estafas” de viaje sean considerablemente más bajas en comparación a sus pares cubanos.
Pero los costos de irse del país van más allá de lo económico. En la encuesta realizada por la Organización Internacional para las Migraciones se les preguntó a los inmigrantes venezolanos sobre salud emocional, concretamente si ha sufrido estrés o malestar emocional (tristeza, miedo, enojo o preocupación) que le impida llevar a cabo sus tareas cotidianas. La mitad de los encuestados respondieron afirmativamente, y de estos el 74% declaró sentir eso a veces, el 18% casi siempre y el 8% declaró sentir esto siempre.