Saúl Hernández Bolívar,
Ya se ha dicho numerosas veces que este es el gobierno de los escándalos a pesar de que nos lo vendieron como el del «cambio», el que iba a combatir las malas costumbres políticas. Sin embargo, en diez meses queda claro que resultó ser peor que los demás, a los que el señor Gustavo Petro tanto criticaba.
Por ejemplo, para promover la austeridad, la Presidencia de la República acaba de adquirir un nuevo parque automotor a un costo de 7500 millones de pesos. Una nada por 11 camionetas blindadas a gasolina, seis camionetas híbridas para que el señor Petro se llene la boca hablando de transición energética y ocho moticos para que la caravana presidencial se vea bien chula. Menos mal, ya se nos olvidaron los televisores gigantes, los fogones de vitrocerámica y las cobijas de plumas de ganso. Y ni hablar de la austeridad de la señora que anda en nuestros helicópteros, porque al que la critica no lo bajan de racista.
Pero, helicópteros aparte, la creación del Ministerio de la Igualdad es una aberración que nos costará 500.000 millones de pesos anuales a cambio de nada. Colombia debe ser el único país del mundo que le inventa un ministerio a una señora que se graduó de bachillerato a los 28 años y que dispondrá, para hacer politiquería, de cinco viceministerios y más de 800 cargos de nómina. Pura burocracia inútil para pagar favores, como en la Cancillería.
Por cierto, empezando junio, el canciller Álvaro Leyva, blanquito rico y fariano de mil batallas, dijo que al drogadicto Benedetti no se le podía creer nada y que en media hora le habían nombrado remplazo en Caracas. Ahora sabemos que Armandito seguirá de embajador hasta el 19 de julio, aunque no estará más en la capital venezolana. Él ha sido claro en que tiene que terminar unos asuntos para entregar la embajada barrida y trapeada, pero la verdad es que así el Gobierno le mantiene el fuero para que no lo puedan indagar sobre la financiación ilegal de la campaña del señor Petro. Los 15000 millones que ya denunció en una desbordada alocución jalonada por el alcohol y otras cositas.
Pero no es el único escándalo, en la Cancillería abundan. Ahora la Unión de Funcionarios de Carrera Diplomática y Consular de Colombia (Unidiplo), se está quejando por nuevos nombramientos que desconocen la formación profesional de los funcionarios de carrera para privilegiar las cuotas políticas del gobierno del «cambio». En este caso, la molestia es por el nombramiento de la hermana de Margarita Rosa de Francisco en el consulado de Miami y de Adriana Córdoba, esposa de Antanas Mockus, como nueva embajadora en Dinamarca. Según Unidiplo, los últimos trece nombramientos de esta cartera se han hecho por meros intereses políticos.
De acuerdo con la Constitución Política de Colombia, el Presidente de la República representa la unidad nacional, pero aquí lo que tenemos es una activista que pretende dividir al país a punta de falsedades y tremendismo. Según su narrativa, aquí solo hay señoras de los tintos maltratadas por gerentes de banco. O, en general, por empresarios, que para él son los culpables de todo, en un país donde las mypimes constituyen el 99,5% del tejido empresarial. Es decir, un país pobre del que, con razón, la mitad de los colombianos se quiere ir, según una encuesta de Gallup; el 61% según una de Datexco.
Por eso, la coalición opositora que liderarían César Gaviria (Partido Liberal) y Germán Vargas Lleras (Cambio Radical), genera grandes esperanzas. A ellos deben unirse el Partido Conservador, el Partido de la U y el Centro Democrático para constituir una mayoría inobjetable. Los políticos tradicionales parecen estar entendiendo que las iniciativas de Petro son perjudiciales para todos, que esto no es un juego. Estando claro que lo que Petro quiere es acabar con todo, lo menos que puede hacerse es bloquear sus reformas y aguantar los tres años que le restan. Ya quisiéramos que fuera llevado a juicio por la financiación ilegal de su campaña y terminara destituido por indignidad, pero eso no tarda 15 días y es soñar demasiado.