sábado, septiembre 7, 2024
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Una habitación para soñar

Hughes,

Por primera vez, la oferta de alquiler de habitaciones supera a la de pisos en las grandes ciudades. Esta noticia confirma un cambio de época.

Igual que pasamos del vinilo al CD y luego al Internet, en unas décadas hemos ido del piso propio al alquiler y del alquiler a la habitación. De «comprarte un piso» a «comparte un piso».

Todos los infortunios empiezan por no ser capaces de quedarnos en nuestra habitación, algo así decía Pascal. Ahora añadiría: ¿para qué te vas a ir de casa de tus padres, espabilao, si te espera otra habitación?

(La única razón sería el sexo, pero la distribución del sexo también es muy desigual —sin querer pecar de falongismo—).

Ahora se entiende la importancia de la terracita: completa el espacio vital de la habitación. Es su lebensraum.

La emancipación del joven español como tal no es posible. Hay, todo lo más, una pseudoemancipación (un cuartito, un cuarto de emancipación) como hay una pseudosoberanía o una pseudodemocracia.

Deprime poner la lupa. La edad media del inquilino de los pisos compartidos es de 34 años, y el 60% son mujeres. Antes, las mujeres oprimidas eran madres y vivían en casas parcialmente suyas. Liberadas tienen un máster y una habitación cuyo precio medio está (en Madrid) en 540 euros al mes.

Si no se arregla, lo siguiente es la litera (el diario El País, proveedor de placebos feministas, hará un canto al co-dreaming, «moderna tendencia que viene del Japón»).

La vida moderna lleva al poliamor inmobiliario: un cohabitar plural y rotatorio con posits en los yogures. Hasta que nos acostumbremos, la pareja tradicional parece una buena opción, otro giro al conservadurismo que impone el mercado de forma natural. No queda otra. El amor fusiona corazones y sueldos, y eso siempre cunde más, y si no, miren a Los Javis.

La confirmación de que el español joven o no tan joven ha caído otro escalón en dignidad inmobiliaria coincide con la presentación en sociedad de la nueva residencia de la pareja artística, la Villa Meona (Preysler) de esta generación pobretona.

La casa de Los Javis tiene una biblioteca que parece el órgano de una catedral y un salón dividido en actividades humanas: «leer», «ver la tele», «ver pelis» y «echarse con las perras».

Los Javis siempre hablan en plural. Uno habla siempre por el otro. En cierto modo, es un plural aleccionador porque bajo las apariencias, hay algo tradicional y señorón en ellos: son una pareja hacia la propiedad y celebran su éxito (espacio moderno, espacio cool), lo exhiben sin remilgos como si un chubasquero invisible les protegiera del rencor social. Pajares y Esteso del LGTBI, han alcanzado el empíreo de Pozuelo con estilo y buena conciencia. Es un forrarse bien. Por eso su casoplón no ha merecido crítica; sirve, muy al contrario, de modelo. En España aun es posible una vida correcta y espaciosa. Los jóvenes de 30 años que vean sus series en los portátiles resoplantes de sus habitáculos podrán soñar con metros cuadrados y una envidiable estabilidad no convencional.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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