Entrevista de Francesco Boezi a Monseñor Carlo Maria Viganò
28 de septiembre de 2020, San Wenceslao, duque y mártir
Monseñor Viganò, ¿por qué ha escrito una carta en favor de Trump?
El 14 de agosto de 2011 Benedicto XVI me comunicó que estaba convencido de que en aquel momento mi puesto providencial estaba en la nunciatura ante los EE.UU. Me escribió lo siguiente: «Quisiera expresarle que he reflexionado y rezado con respecto a su situación después de los acontecimientos más recientes. La dolorosa noticia del fallecimiento de S.E. monseñor Pietro Sambi me ha reafirmado en la convicción de que el puesto providencial para V.E. en este momento está en la nunciatura ante los Estados Unidos de América. Por otra parte, tengo la certeza de que su conocimiento de sus conocimientos sobre ese gran país lo ayudarán a afrontar el exigente desafío que supone dicha misión, que en muchos sentidos resulta determinante para el futuro de la Iglesia Universal».
Aunque mi misión oficial en aquel inmenso país al que tanto quiero ya terminó, aquel desafío al que el papa Benedicto aludió de forma casi profética y en el que me había empeñado, sigue más en pie que nunca. De hecho ha adquirido caracteres más vivos y alcanzado una magnitud impresionante: en este momento el destino del mundo se decide en el frente estadounidense.
Libre ya de mi cargo oficial, la motivación que me confió el papa Benedicto permite que me dirija al presidente Trump con la máxima libertad, poniendo de relieve cuál es su misión en el contexto nacional e internacional, y hasta qué punto es decisiva su misión en el enfrentamiento de proporciones épicas que está delineándose en estos meses.
¿En serio? ¿Tiene proporciones épicas?
La Santa Sede se ve asaltada hoy en día por fuerzas enemigas. Hablo como obispo, como sucesor de los Apóstoles. El silencio de los pastores es ensordecedor e inquietante. Algunos incluso prefieren apoyar al Nuevo Orden Mundial sumándose a la postura de Bergoglio y el cardenal Parolin, asiduo participante en las reuniones del Club Bilderberg que se ha sometido servilmente a los dictados de éste al igual que muchas figuras de la política y de los medios mayoritarios de comunicación.
Tengo el convencimiento de que todo lo que denuncié en la carta abierta que dirigí en junio al presidente Trump sigue vigente y puede ser la clave para entender los sucesos a los que estamos asistiendo. Sigue siendo una invitación a la esperanza.
La Iglesia Católica estadounidense se muestra dividida en lo que se refiere a las elecciones presidenciales y en otros aspectos. Dice que dividir es obra del Demonio, pero la división en el episcopado de EE.UU. es evidente. ¿Qué pasa?
La división en el seno del episcopado estadounidense es fruto de una labor ideológica dirigida especialmente desde los años sesenta por las universidades católicas –de los jesuitas en particular– con miras a formar generaciones enteras de jóvenes. El adoctrinamiento progresista (en el frente político) y modernista (en el religioso) ha creado un apoyo ideológico al Mayo del 68 que se inició con el Concilio Vaticano II, como por otra parte confirmó Benedicto XVI en su ensayo Teología de los principios católicos: «La adhesión a un marxismo anarquista y utópico (…) contó con el respaldo en primera línea de numerosos capellanes universitarios y asociaciones juveniles, que veían en el florecimiento de las esperanzas cristianas. El hecho dominante está en los sucesos de Mayo de 1968 en Francia. Tras las barricadas había dominicos y jesuitas. La intercomunión realizada durante una misa ecuménica en apoyo a las barricadas se consideró como un hito en la historia de la salvación, una suerte de revelación que inauguraba una nueva era del cristianismo».
Está división que se está produciendo en EE.UU. se hace más patente ahora ante la inminencia de las elecciones presidenciales, y también se ha extendido por Europa e Italia: las altas esferas de la Iglesia han optado por algo radical –y a mi juicio lamentable– prefiriendo adherirse al pensamiento mayoritario del ambientalismo, el inmigracionismo y la ideología LGTB en vez de dar la cara valerosamente contra todo eso y proclamar fielmente la verdad salvífica anunciada por Nuestro Señor. Opción que ha dado un gran salto adelante a partir de 2013 con la elección de Jorge Mario Bergoglio, pero que se remonta a hace al menos sesenta años. Es significativo que ya por aquel entonces los jesuitas y toda la intelectualidad católica de izquierda vieran un interlocutor privilegiado en la China de Mao, algo así como una promotora de las aspiraciones de renovación social. Así es ni más ni menos como ve La civiltà cattolica, dirigida por el P. Spadaro SJ, la China de Xi Jinping. Los jesuitas, que han apoyado las guerrillas en Hispanoamérica y que en el Mayo del 68 estaban entre las barricadas, se sirven hoy de los medios sociales para plantear reivindicaciones análogas, siempre son la mirada puesta en Pekín y el mismo rencor hacia los EE.UU.
Es cierto que dividir es obra del Demonio: Satanás siembra división entre el hombre y su Creador. El Señor, por el contrario, no divide, pero separa; fija un límite entre la Ciudad de Dios y la de Satanás, entre quienes le sirven y quienes lo combaten. Él mismo separará a los buenos de los malos en el Día del Juicio (Mt.25,31-46) después de haber sido puesto como «piedra de tropiezo» (Rm.9, 32-33). Según las enseñanzas del Señor, hay que distinguir la luz de las tinieblas, el bien del mal, para que podamos seguir a Cristo y rechazar a Satanás. Pero también es necesario discenir cuando hay que escoger entre quien defiende mejor los derechos de la Fe de los católicos de quienes a pesar de proclamarse católicos de nombre en la práctica promueven leyes que se oponen palpablemente a la ley divina y la ley natural. Del mismo modo, también es causa de divisiones el pastor que pone en guardia al rebaño ante los ataques del lobo (Jn. 10,1-18).
Acusar a Trump de no ser cristiano por el mero hecho de querer defender las fronteras de su país; de evocar el espectro del soberanismo como si fuera una calamidad mientras se facilita la trata de seres humanos; de callar ante la persecución de cristianos en China y otros países, o ante los millares de profanaciones de iglesias que desde hace meses tienen lugar por todo el mundo… ¿acaso estas cosas no son causa de división?
Aunque Joe Biden es abortista, parece que algunos sectores católicos de EE.UU. pasan de puntillas por este aspecto. Fíjese por ejemplo en el P. Martin. ¿Qué piensa de ello?
El P. James Martin SJ es el abanderado de la ideología LGTB, y a pesar de ello –mejor dicho, gracias a ello– ha sido nombrado por Bergoglio consultor de la Secretaría para las Comunicaciones de la Santa Sede. La obra de Martin –ésa sí que es divisiva en la peor acepción del término– contribuye a reforzar dentro del cuerpo de la Iglesia una quinta columna del proyecto progresista a fin de originar una fractura ideológica y doctrinal en el seno de la Iglesia y hacer creer que las aspiraciones del progresismo, incluida la homoherejía, proceden de las bases. En realidad, sabemos de sobra que los fieles están mucho menos inclinados a las innovaciones de cuanto quieren hacer creer a la opinión pública, y que querer mostrar una presunta voluntad popular para legitimar opciones incompatibles con la enseñanza perenne de la Iglesia es una maniobra de distracción a la que ya se ha recurrido en otras ocasiones tanto a nivel eclesial (pensemos en la reforma litúrgica, que ninguna había pedido) como civil (por ejemplo, la ideología de género).
Le recordaré las palabras del prelado estadounidense Fulton J. Sheen (1895-1979): «Abstenerse de tomar partido ante los grandes problemas ya es en sí una decisión. Supone un consentimiento tácito del mal. La tragedia de nuestro tiempo es que a quienes creen en la virtud les falta el fuego y la convicción, mientras que los partidarios del vicio rebosan de apasionada convicción1». Dado que no se puede servir a dos señores, aprendamos a discernir entre quien está con Cristo y quien está contra Él.
V.E. ha hablado de la iglesia profunda. ¿Es posible que exista algo así? ¿Quienes la integran?
La expresión iglesia profunda expresa bien la idea de lo que sucede paralelamente a nivel político y a nivel eclesial. La estrategia es la misma, así como son idénticos sus objetivos y, en última instancia, la mens que se oculta detrás. En este sentido, la iglesia profunda es para la Iglesia lo que el estado profundo para el Estado: un cuerpo extraño, ilegal, subversivo y desprovisto de toda legitimación democrática que se vale de la institución en la que se ha enquistado a fin de alcanzar fines diametralmente opuestos a los de la institución misma.
Ejemplo de ello es John Podesta, católico liberal, democrático, ex colaborador del matrimonio Clinton y asociado al Center for American Progress de John Halpin. En un correo fechado el 11 de febrero de 2012, Sandy Newman escribe a Podesta pidiéndole consejo para «sembrar las semillas de una revolución» en la Iglesia en materia de anticoncepción, aborto e igualdad de género. Podesta le respondió confirmando que para alcanzar esa primavera de la Iglesia (obsérvese la semejanza de la expresión con la de primavera conciliar) se habían creado organizaciones como Católicos Aliados por el Bien Común y Católicos Unidos. Estas asociaciones ultraprogresistas están financiadas por George Soros, como las fundaciones de los jesuitas, y como el viaje apostólico de Bergoglio a EE.UU. en 20152.
Es preciso recordar también la conspiración de la Mafia de San Galo, que tenía por objeto destronar a Benedicto XVI en confabulación con Obama y Hilary Clinton, que consideraban a Joseph Ratzinger un obstáculo para la difusión del proyecto mundialista.
Como católico y como persona consagrada, ¿qué le parece el comportamiento de Trump?
Me limito a observar lo que ha hecho Trump en los años que lleva ejerciendo como presidente. Defiende la vida del nasciturus, suspende la financiación a la multinacional abortera Planned Parenthood y, en estos últimos días, ha promulgado un disposición que impone el cuidado inmediato de los neonatos que sobrevivan a un aborto; hasta ahora se los dejaba morir o se los utilizaba para extraer y vender sus órganos. Trump está combatiendo la pedofilia y el satanismo pedófilo. No ha abierto nuevos frentes de guerra y ha reducido drásticamente los ya existentes, estipulando acuerdos de paz. Ha devuelto a Dios el derecho de ciudadanía después de que Obama suprimiera la Navidad e impusiera medidas que ofendían la religiosidad de los estadounidenses.
Observo asimismo que la guerra mediática librada por la prensa y los centros de poder contra el Presidente: desde 2016 no dejan de demonizarlo, a pesar de que obtuvo democráticamente la mayoría de los votos. Se entiende perfectamente el odio hacia él, nada diferente del que hay en Italia contra las más blandas figuras de la oposición– obedece a que conocen la fundamental misión que cumple en la lucha contra el estado profundo y todas sus ramificaciones internas y externas. Su valerosa denuncia del comunismo –que tiene en el movimiento Antifa y en el Black Lives Matter su versión mundial y su incubadora en la China comunista– viene en cierta forma a contrarrestar el silencio de la Iglesia, que a pesar de los fervientes llamamientos de la Virgen María en Fátima y en La Salette, ha optado por no renovar la condena de tan infernal ideología. Y si monseñor Sánchez Sorondo es capaz de afirmar impunemente y contra toda evidencia que “la China es quien mejor cumple la doctrina social de la Iglesia”, las palabras del presidente de los Estados Unidos y las no menos valerosas de su secretario de estado Pompeo son motivo de alegría.
Parece que Bergoglio no va a recibir al Secretario de Estado de EE.UU.
Hemos llegado a la paradoja, a unos extremos ridículos. Hay actitudes que parecen más propias de un escolar indisciplinado que de la prudencia y el protocolo diplomático. Pompeo denuncia la violación de los derechos humanos en China, y de Santa Marta llega la irritada respuesta: «Ya no juego más contigo». Son comportamientos indignos, por los que empiezan a sentir vergüenza los propios integrantes del círculo mágico de Bergoglio. El cual no sólo se niega a recibir al Secretario de Estado para que no se oiga decir a voces que EE.UU. no se quedará cruzado de brazos mientras la Iglesia se pone en manos de una dictadura feroz, sino que ni siquiera da respuesta a la solicitud del cardenal Zen para que lo reciba en audiencia, lo cual confirma la voluntad precisa del Vaticano de renovar su sumisión al Partido Comunista Chino.
¿Por qué ha organizado un rosario por Trump?
Muchos me han pedido que emprenda esta iniciativa y no he vacilado en aceptar, haciéndome adalid de esta cruzada espiritual. Estamos en una guerra sin cuartel en la que Satanás ha sido liberado de sus cadenas y en la que las puertas del Infierno intentan a como dé lugar prevalecer sobre la propia Iglesia. Una contradicción similar se afronta ante todo con la oración, con el arma invencible del Santo Rosario.
La participación activa de los católicos en la política, bajo la guía de sus pastores, es la acción concreta que pueden llevar a cabo como ciudadanos y como miembros del Cuerpo Místico de Cristo y del cuerpo de la sociedad. El católico no es un ser aislado que en la iglesia cree que Dios es autor y Señor de la vida y luego en las urnas o en el parlamento aprueba que se asesine a niños inocentes.
Esta acción de orden natural se apoya –debe apoyarse– en que los asuntos humanos, y junto con ellas el acontecer social y político, tienen una dimensión espiritual trascendente en la cual es siempre determinante la intervención de la Divina Providencia. Por ese motivo, el católico no se aísla del mundo, no huye de la palestra política esperando pasivamente que el Señor intervenga con rayos y truenos. Por el contrario, aporta un sentido a su obrar diario, a su cometido en la sociedad dotándolo de alma y de una meta sobrenatural.
En este sentido, la oración invoca al Señor del mundo y de la historia para pedirle la gracia y el auxilio especial que sólo Él puede dar tanto a la acción del ciudadano de a pie como a la labor del gobernante. Y si aun reyes paganos pudieron ser en otros tiempos instrumentos para el bien en manos de Dios, también hoy puede ser así en un momento en que la bíblica batalla entre los hijos de las tinieblas y los hijos de la luz ha llegado a un punto culminante.
¿Qué pueden esperar los católicos del mundo en caso de que pierda Trump?
Si Trump pierde las elecciones presidenciales, caerá el último katejón (2 Ts.2, 6-7), es decir lo que impide que se manifiesten el misterio de iniquidad. Entonces la dictadura del Nuevo Orden Mundial tendrá un aliado en el nuevo presidente de EE.UU., tras haberse conquistado para su causa al propio Bergoglio.
Joe Biden no tiene consistencia propia; no es sino la expresión de un poder que no se atreve a manifestarse tal cual es y se oculta tras un personaje totalmente incapaz para el cargo de presidente de los Estados Unidos, nada más por el degradado estado de su salud mental. Pero precisamente por su degradado estado de salud mental. Y también por su debilidad, por las denuncias pendientes y porque es pasible de chantaje por conflictos de intereses, Biden se muestra como una marioneta en manos de la élite, un títere en manos de personajes ávidos de poder y dispuestos a todo para extender ese poder.
Nos las veremos con una dictadura orwelliana deseada por el estado profundo y la iglesia profunda en la que derechos que hoy consideramos fundamentales serán conculcados con la complicidad de los medios de comunicación de masas.
Me gustaría poner de manifiesto que la religión universal que promueven las Naciones Unidas y la Masonería tiene colaboradores activos en las altas esferas de la Iglesia Católica, cuya autoridad usurpan y cuyo Magisterio adulteran. Al Cuerpo Místico de Cristo, única arca de salvación para la humanidad, se enfrenta el cuerpo místico del Anticristo, como profetizó el venerable arzobispo Fulton J. Sheen. Ecumenismo, ambientalismo maltusiano, pansexualismo e inmigracionismo son los nuevos dogmas de esta religión universal cuyos sacerdotes preparan la llegada del Anticristo antes de la última persecución y de la victoria definitiva de Nuestro Señor. Pero así como la gloriosa resurrección del Salvador estuvo precedida de su Pasión y muerte, la Iglesia también camina hacia su propio calvario. Y del mismo modo que el Sanedrín creía haber eliminado al Mesías al crucificarlo, también la infame secta cree el eclipse de la Iglesia es preludio de su fin. Queda un pequeño resto de católicos fervientes, de la misma manera que a los pies de la Cruz quedaron la Madre de Dios, San Juan y la Magdalena.
Sabemos que el destino del mundo no está en manos del hombre, y que el Señor prometió que no abandonaría a su Iglesia: «Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella» (Mt.16, 18). Las palabras de Cristo son la roca sobre la que se afirma nuestra esperanza: «Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo» (Mt.28, 20).
Fuente: Adelante la Fe