Bernardo Henao Jaramillo,
La barbarie, crueldad, violencia, incoherencia y cobardía que identifica el modus operandi radical del Ejército de Liberación Nacional (ELN) desde sus inicios hasta la actualidad, nuevamente se hizo presente en nuestra patria en pleno proceso de la dizque denominada “paz total”, para traerle a la comunidad colombiana sentimientos de dolor, desolación, sufrimiento y duelo por la masacre que esos terroristas perpetuaron en la zona rural de El Carmen, Norte de Santander. De manera vil, a las 3:00 a.m., cuando se encontraban durmiendo, fueron asesinados el cabo segundo Brayan Gómez Gamboa, el cabo tercero Juan Benavides Bohórquez y los soldados regulares, de 18 a 23 años, Kevin Acevedo Osorio, Hercel Fernández Bonivento, Johan Gómez Gélvez, José David Pushaina Epiayú, Fabio Epiayú Ipuana, Rafael Jiménez y Jaime Manuel Redondo Uriana. Otros nueve militares resultaron heridos, uno de ellos de extrema gravedad.
Por supuesto que dicho accionar no sólo revela la falta de voluntad de esa delincuencial organización para contribuir a que en el país haya paz, sino la transgresión a todas las normas del derecho internacional humanitario, posición que resulta patente al leer lo que el terrorista Antonio García, quien comanda al ELN, con el cinismo que lo caracteriza, escribe en su cuenta de Twitter:
«Desde enero del presente año el ELN recibió una serie de ataques y jamás existió pronunciamiento alguno ni de funcionarios del Gobierno ni de los medios de información, señalando dichos ataques contra el ELN como atentados contra la paz».
Y en otro trino expresó:
«El ELN tiene el derecho de responder los ataques que recibe, por cuanto aún no hemos pactado ningún cese el fuego bilateral. Si descalificamos las acciones que realiza el ELN, también habría que descalificar las que hacen las fuerzas gubernamentales».
Olvida que las Fuerzas Militares actúan dentro del Estado social de derecho por mandato constitucional, mientras que ese grupo se encuentra al margen de la ley y como tal no llevó a cabo una «acción» cualquiera, sino que delinquió, cometió una masacre.
Empecemos por decir que los criminales no deberían estar en Twitter. Menos aún los cabecillas de organizaciones terroristas. Sin embargo, el empoderamiento al que han llegado al equipararse a la institucionalidad, el escalonamiento en sus acciones armadas y el recrudecimiento de la violencia no puede endilgarse únicamente al modelo que siguen para presionar al gobierno, como de antaño lo han hecho y que ha conducido a que los intentos de paz con el ELN hayan fracasado, por ejemplo, en 1998 en Machuca dinamitó el oleoducto y murieron 84 personas, en época más reciente la bomba que esos insurgentes detonaron en la Escuela General Santander causando la muerte de 21 jóvenes, sino que también responden a la política del «cambio», particularmente al trato que se les ha dispensado a las Fuerzas Militares y a la Policía, entre ellas, el «remezón» generado por orden presidencial, las directrices impartidas para su accionar y su desprotección frente a los «cercos humanitarios».
Ocurre, entonces, que este tema, la «paz total», se le ha salido de las manos al gobierno. Las razones son evidentes y contundentes.
Resulta muy difícil nadar contra la corriente. Henrik Ibsen señaló: “Mil palabras no dejan la misma impresión profunda que una sola acción» y de las realizadas por el ELN emerge que contrario a lo que publicita no tiene ningún deseo de paz, ni total ni parcial. Es por ello que no pacta el cese al fuego ni realiza acción alguna que potencie la gobernabilidad y estabilidad del país.
Se conoció, por supuesto, desde la cuenta de Twitter, nueva modalidad de gobernar, que el presidente Gustavo Petro está llamando a consulta a su equipo negociador con el ELN, para revisar la voluntad real de paz del Ejército de Liberación Nacional. Pero, también trinó repudiando la masacre en la que ocurrió el asesinato de los militares «por quienes hoy están absolutamente alejados de la paz y del pueblo». No se comprende la ambigüedad del gobernante, ni que pretenda continuar un diálogo de sordos completamente ineficaz, lo que debería hacer es levantar inmediatamente la mesa y pedir a la Fiscalía que active las órdenes de captura contra quienes transgreden la ley y con ese actuar la paz social.
¿En qué cabeza cabe el argumento de que quien comete una masacre fortalece su posición en una negociación? No. Es exactamente lo contrario. Sólo que no podemos olvidar el gobierno que hoy tenemos, con un obtuso ministro de Defensa, al que poco o nada le importan nuestras FFMM y de Policía, instituciones que no tienen por función defender la narcocracia en que se quiere convertir a la patria.
La masacre de nuestros soldados ha tenido un gran repudio de la sociedad civil. La campaña que inició La FM hoy es nacional y todos los colombianos de bien nos estamos sumando a ella. Enalteceremos a nuestros héroes como lo merecen. Rechazamos por completo estos asesinatos a mansalva y exigimos sanción para sus autores. Basta ya, queremos vivos a nuestros soldados y policías. A todo el pueblo colombiano sí le interesa el respeto a la vida de ellos y la defenderemos siempre con el arma de la pluma, las marchas silenciosas y respetuosas y el acompañamiento en los cuarteles y CAI.
El Ejército y la Policía por años han cuidado del país y protegido a sus habitantes. Luego, es hora de reconocerles que son nuestros héroes y que cuentan con nuestro apoyo, solidaridad y respeto. Colombia unida en una sola bandera exige al gobierno nacional que termine de una vez esa embolatada negociación y que el asesinato de nuestros jóvenes militares tenga la respuesta definitiva de levantar la mesa de negociaciones.
La terquedad en pretender mantener un proceso y la negociación que se anticipa será fallida, y nos lleva a recordar una de las célebres frases de Napoleón Bonaparte: «En política, nada es inmutable. Los eventos llevan dentro de ellos un poder invencible. Los imprudentes se destruyen a sí mismos en la resistencia. Los habilidosos aceptan los eventos, los hacen fuertes y los dirigen».