lunes, diciembre 23, 2024
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Vamos a contar mentiras

MIQUEL GIMÉNEZ,

Los italianos, pueblo sabio, cuando escuchan a alguien que alarde lo rebaten con un refrán que asegura que en cosas de dinero y santidad, la mitad de la mitad. Ahora que entramos en la campaña electoral oficial, un eufemismo, porque el gobierno lleva en campaña desde el minuto cero, los españoles nos veremos sepultados por una catarata de promesas de dicha y prosperidad. A pesar de considerarse delito electoral emplear los resortes dela administración en periodo de elecciones, a Sánchez no la tiembla el pulso cuando se trata de asegurar mediante paguitas, descuentos y otras menudencias ese voto cautivo del que todavía subsiste un socialismo que ha vuelto por los fueros de Largo Caballero.

Serán muchas, muchísimas las mentiras que escucharemos vomitar a esos candidatos autoproclamados progresistas. Todo será vivienda a precio de saldo, avales del gobierno para su compra, bonos para los jóvenes —al carecer de experiencia histórica son los más vulnerables a creerse las trolas de Sánchez—, promesas como las de Podemos de crear una cadena de supermercados estatal como si esto fuese la extinta URSS o la dictadura comunista cubana e incluso una dirigente podemita ya ha lanzado la descabellada idea de que haya más gente gorda en el Congreso. Ahí es nada. Servidor, que pertenece a quienes han hecho un buen papel en la mesa desde hace décadas, se estremeció del susto cuando oyó tamaña estupidez. O sea, que por el hecho de que la báscula del baño salga huyendo cuando vas a pesarte ¿ya tienes derecho a un escaño? Es la mentira recurrente, la de prometer a cada uno su parcelita de poder en ese paraíso socialista en el que todos son iguales en la nada y tienen los mismos derechos en la miseria.

Y como sea que estos próximos comicios son municipales y autonómicos, a la mentira general se unirá la local, que tampoco es grano de anís. Recordaba a ese gran satírico que fue Don Santiago Rusiñol que acompañando a su hermano, metido en política, fue a dar un mitin a cierto pueblo que era particularmente reacio a votar al partido de su frater. Rusiñol tomó la palabra y, enardecido, prometió a los pocos asistentes que su hermano se comprometía a construir un puente para que los habitantes de aquel villorrio pudiesen cruzar tranquilamente el río sin rodeos costosos. Uno de los asistentes le gritó enfurecido que ahí no tenían río y el gran escritor y pintor catalán, sin inmutarse, respondió con aplomo «Ah, pues también les pondremos un río». Eso es lo que le pasa a Sánchez que, sin el talento, la gracia y la probidad de Rusiñol, promete ríos y puentes sin el menor sonrojo. Lógicamente, hay gente que se lo traga y votará a su partido. ¡A ver quién no quiere un puente y un río!

No se me ocurre mejor ejemplo de lo que será esta campaña ni una imagen más clara de la política izquierdista. Las mentiras se pasearán impunes por la calle sin que la verdad tenga apenas la posibilidad de decir alguna cosa. Salvo error u omisión.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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