Mayo es un mes negro para las comunicaciones en Venezuela. Ahora carga con dos hitos de frustración e impotencia social impuestos por el chavismo: el cierre de RCTV por orden de Hugo Chávez hace 14 años y el embargo al diario El Nacional ejecutado hace unas semanas por Diosdado Cabello, que aprieta la mordaza impuesta por el régimen a los medios.
Ambos hechos vulneran el derecho a la libertad de expresión y son el reflejo de las prácticas de un régimen sensible a la crítica y dispuesto a silenciarla al precio que sea. Ninguna lágrima de los trabajadores que quedaron en la calle tras negarle la renovación de la concesión a Radio Caracas Televisión caló entre los socialistas. Tampoco los argumentos legales. La sociedad perdió una opción informativa, una posibilidad de entretenimiento y, sobre todo, el control sobre la pantalla de televisión, analiza el director de Medianálisis, Andrés Cañizalez, en El Estímulo.
El diario El Nacional es la nueva víctima de la feroz censura de la dictadura venezolana. Con una multa de 13,3 millones de dólares por «daño moral» a Diosdado Cabello el régimen acaba con 77 años de trayectoria. Pero esto no es más que una expropiación encubierta para entregarle el histórico medio de comunicación al número dos del chavismo.
Una estafa mediática
El tiempo pasa pero las jugadas no arrojan rentabilidad. El desastre político-comunicacional de TVES –canal que sustituyó a RCTV– expone la incapacidad de los socialistas para desarrollar una propuesta televisiva que se conecte con las mayorías. Es una notable paradoja para una administración que pone un énfasis evidente en lo mediático, y que dice enarbolar las banderas populares.
“TVES califica como una estafa. Se le ofreció al país un canal de servicio público, con altos niveles de calidad y participación. En realidad, es menos visto que Venezolana de Televisión (VTV), que nada tiene de servicio público y que en materia informativa lo que hace es reproducir lo que hace VTV. Para lo que sí sirve TVES es para reproducir incesante propaganda oficial. La finalidad, entonces, no era potenciar la televisión de servicio público. Lo importante era silenciar la voz de RCTV y con esa determinación enviar un mensaje al conjunto de medios del país”. Las dudas quedan sin cabida.
Un antes y un después
La decisión sobre RCTV marca un antes y un después en materia de medios, especialmente radioeléctricos. Desde aquel apagón de la señal el 27 de mayo de 2007, el chavismo comprendió que el camino para su hegemonía comunicacional no necesitaba suprimir señales.
Globovisión es un símbolo del cambio en la estrategia y el epicentro de un nuevo esquema que se orienta a una guerra de baja intensidad, con acciones judiciales, tributarias, vociferantes amenazas y negación de acceso a las fuentes oficiales. No hubo que cerrar Globovisión para torcer su línea editorial. Ocurrió una venta forzada.
Y para que la maniobra tomara más forma entró en vigencia hace cuatro años la Ley Constitucional Contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia, que sirve como una nueva arma para perseguir e intimidar a medios de comunicación, periodistas, religiosos, trabajadores de la salud, empleados públicos y hasta ciudadanos por hacer valer su derecho a la libertad de expresión y opinión.
Periodismo en precariedad
Además de televisión sin variedad, en los kioscos de Venezuela ya casi no se ven periódicos. Esa es otra realidad. En poco más de una década, 110 medios de papel han dejado de circular en el país.
De acuerdo con el Instituto de Prensa y Sociedad (Ipys) este 2021 solo circulan 20 periódicos. Algunos solo de lunes a viernes o cada dos días, otros cuando pueden conseguir combustible para hacer una tirada y distribuirla, pero en 10 estados ya no circula ninguno.
Es un drama comunicacional. Es el autoritarismo en su mayor expresión llevando al periodismo a una transición forzada y anticipada al mundo digital, como una vía de escape al cerco impuesto por el régimen pero que en internet también está bajo amenazas. Tan solo el año pasado cerró con 4200 episodios de censura digital que afectaron a 153 medios de comunicación, 67 nacionales y 86 extranjeros.
Ese panorama es trágico pero aún no termina de asfixiar al periodismo tradicional porque “paradójicamente” se ha fortalecido el periodismo de investigación con nuevos medios digitales que insisten en tener unidades que evaden la censura y combaten la falta de acceso a las fuentes.
Un respiro informativo y social. Una ventana ante la opacidad donde las alianzas colaborativas son una de las fórmulas para vencer la censura, reunir recursos, agrupar esfuerzos, reforzar la seguridad jurídica, digital e incluso física y sortear las precariedades y limitaciones que enfrenta el periodismo venezolano.
Sin embargo, hay que estar claros: “la desinformación es un reflejo del estado de la democracia y, aunque hay un montón de medios digitales dando la pelea, es muy difícil incidir en la opinión pública”, señala El País. El régimen lo aprovecha para dejar pantallas oscuras y salas de redacción desérticas. Cada vez quedan menos.
Fuente: PanamPost