sábado, noviembre 23, 2024
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Venezuela: ¿qué hacer frente al fraude?

Victor H. Becerra,

Escribo esto sabiendo que en Venezuela las cosas pueden cambiar de un momento a otro, como en toda crisis.

La situación de Venezuela a pocos debe tomar por sorpresa. En los días previos a las elecciones del domingo 28 de julio, platiqué con una gran cantidad de venezolanos, y en ninguno percibí la más ligera esperanza de que ese sería un proceso limpio y democrático, ni mucho menos que se respetarían los resultados. De cualquier manera, yo esperaba que ante millones de miradas, el chavismo tuviera un poco de pudor y no intentaría una trastada.

El tiempo les dio la razón a ellos. El régimen bolivariano decidió cometer un fraude descarado en una elección que ya de por sí no resistía las pruebas de ninguna legalidad ni legitimidad, con una caída del sistema informático incluida, como en los peores momentos del PRI mexicano, con un copy paste mal hecho de resultados. ¿Por qué lo hizo, sabiendo que la atención de millones de ciudadanos en todo el mundo estaba puesta en este proceso, gracias a la lucha y tesón de la oposición y de María Corina Machado? Porque pudo y también porque creyó que no tendría consecuencias, frente a la tibieza y desinterés de la mayoría de los gobiernos iberoamericanos. Y claro: porque perder el poder sería muy peligroso para él y su camarilla.

Los lectores deben recordar que el chavismo tiene todo el control del aparato estatal: todo el Ejecutivo, la Asamblea Nacional, el Tribunal de Justicia, los gobiernos estatales y los municipios, la Fiscalía, el Ejército y la Guardia Nacional, el organismo electoral (su presidente fue incluso funcionario y diputado chavista), y que cuenta con la sólida complicidad de segmentos importantes de la oposición, las universidades, los organismos sociales y los medios, lo que le garantizaba manos libres. Y confiaba en la impunidad, mediante el apoyo de Rusia, China (gracias a las enormes deudas del régimen con esos países), Cuba, Nicaragua, Bolivia y la abierta complicidad de gobiernos como de Colombia, México y España, traidores todos ellos de la democracia con la que llegaron al poder, y tal vez confiando en el silencio de sus pares ideológicos de Brasil, Chile y otros países. Por eso pudo hacerlo y se atrevió.

Ante el fraude tan descarado, ¿qué corresponde hacer? En principio creo que poco puede esperarse del Ejército y la Guardia Nacional venezolanos. Ir en contra del régimen para ellos representa para sus mandos ir en contra de su modus vivendi, y de los privilegios bien y malhabidos que han cosechado con el chavismo. Así que poco puede esperarse de los mandos militares y de las fuerzas de seguridad: es más, no son un ente distinto al chavismo, son parte orgánica de él.

Tampoco creo que deba esperarse algo de los gobiernos de otros países: muchos de ellos mantienen negocios, legales o no, con el régimen chavista, que le han permitido sobrevivir. Aparte que romper relaciones con el régimen no creo que signifique mucho para él; incluso ya ha roto con una decena de países. Su expulsión de algunos organismos como los BRICS o el Mercosur, podría ser más significativo, ya que le daría al régimen de Maduro un cariz de ilegitimidad más ostensible. Pero difícilmente se hará, por la complejidad del tema y por la necesidad de concitar tantas voluntades. De cualquier modo, la actitud de Javier Milei frente al régimen defraudador, debe valorarse como una muestra de valentía y compromiso democrático, frente a gobiernos iberoamericanos ayunos de toda decencia y valores democráticos.

Pero lo cierto en estas horas decisivas es que la responsabilidad recae sobre todo en la ciudadanía venezolana: ganaron en las urnas, y ahora deben ganar en las calles.

He escuchado a gente en Latinoamérica que exige una actitud más desafiante y concreta por parte de la oposición, especialmente de María Corina Machado. No comparto esa visión: siempre debe exigírsele más a los líderes y figuras públicas: ellos pidieron estar ahí. Pero creo que lograr recopilar el 73% de las actas de votación en menos de 24 horas y ponerlas en línea, con todas las circunstancias en contra, me parece notable. Preguntemos simplemente a la oposición mexicana, con una autoridad electoral imparcial nominalmente y procedimientos más abiertos y mucho mayor financiamiento, si logró lo mismo en ese período el pasado 2 de julio.

Fundamentalmente, la responsabilidad está en los ciudadanos venezolanos, que a esta hora se manifiesta en todo el país y exigen la anulación del proceso. Si los propios ciudadanos no derrotan al chavismo, mediante su resistencia pacífica y alzando la voz, nadie lo hará por ellos. Cierto: se oponen a una dictadura, no a un régimen vigilante de las leyes, sino a una pandilla de criminales, nada respetuosos de la civilidad y de la vida. Por lo que deben ser prudentes y colocar su integridad como valor supremo.

En Venezuela hubo grandes protestas populares en 2002, 2014, 2017 y 2019, iguales o puede que más grandes que la actual, y el régimen resistió y sigue allí, tan campante. Tal vez el régimen no se esperaba una participación política tan masiva y eso es una diferencia sustancial con el pasado. Conforme la movilización se mantenga, seguramente esto llevará a la cúpula chavista al menos a preguntarse si conviene arriesgarlo todo para mantener a una figura como Maduro, y terminar como un Nicolae Ceaușescu o un Muamar Gadafi amazónicos. Introducir una duda en el régimen, sembrar la duda en los factores reales de poder y eventualmente dividirlo debe ser la clave de todo este proceso de resistencia, hasta hacer creer que el régimen no tiene posibilidades de sobrevivir.

También desnudará más y más a la dictadura ante la opinión pública internacional, más receptiva al drama venezolano, después de ver el éxodo de 8 millones de venezolanos y los otros que vienen si Maduro se perpetúa en el poder. Su movilización también acrecentará los costos para el régimen de intentar una represión dura y sangrienta y eventualmente, ser desobedecido por la tropa, lo que sería mortal para él y evidenciaría su debilidad. Todo esto haría más realista y cercana la posibilidad de caída del régimen.

No creo que haya otra solución: no llegarán marines estadounidenses o soldados brasileños para sacrificarse por Venezuela. Eso no sucederá, los cubanos llevan 65 años esperando lo mismo y nada… tampoco veremos a López Obrador, o a Petro o Pedro Sánchez, que les aflore de repente una inexistente decencia para pedirle a su aliado Maduro que se vaya.

Todo el destino de Venezuela está exclusivamente en sus ciudadanos y en la esperanza de un liderazgo opositor que resista, no los abandone ni se venda; al respecto, debe estarse consciente de que aliados del chavismo, como Rusia y sus aparatos de desinformación, o China y su presencia en las universidades, buscarán introducir rumores y divisiones entre la oposición. Los ciudadanos deben ser muy activos, creativos, serenos y centrados en lo importante, sin esparcir pesimismo ni desconfianza, y sabiendo que será un esfuerzo largo y tal vez solitario.

Y los latinoamericanos debemos estar pendientes y acompañar esos esfuerzos de limpia y regeneración democráticas: está en nuestro propio provecho. Muchos países de la región, Colombia y México estelarmente, están a un tris de terminar con un régimen como el venezolano, que no se irá por la buena ni por los votos. Y de allí acabar como Cuba, sin escalas, en vuelo directo.

¡Fuerza venezolanos! Sepan que su lucha también es nuestra y la replicamos y acompañamos: el silencio nos hace cómplices de la dictadura y de la inhumanidad. Recuerden que el comunismo cayó en la URSS y el Este de Europa sin disparar un tiro, con sociedades sublevadas y resistentes, movidas por un ideal.

Fuente: Pansampost

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