Por Benjamín Tripier,
Latinoamérica se ha caracterizado por tener movimientos económicos pendulares que varían entre la expansión y la recesión, influidos principalmente por los acontecimientos políticos. La región experimentó cambios ligeramente uniformes hacia la izquierda a principios del siglo XXI, con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, en 1999; la posterior toma presidencial de Lula da Silva en Brasil, en 2003; la conquista peronista de Néstor Kichner en Argentina ese mismo año; la elección del activista indígena y sindicalista Evo Morales en Bolivia, en 2005; la llegada al poder de Michelle Bachelet en Chile un año más tarde; el triunfo presidencial de Rafael Correa en Ecuador, en 2007, y Pepe Mujica en Uruguay, en 2010. Una cadena de gobiernos asistencialistas y antiliberales, que dominaron el sur del continente durante 15 años.
Pasado este periodo, la región inició un viraje desde la izquierda hacia el centro –hacia el liberalismo– que comenzó con la victoria de Mauricio Macri, a finales de 2015, y la llegada de Javier Milei en 2023 en Argentina, que forman parte de un nuevo efecto dominó en América Latina, cuya referencia más fuerte es el triunfo por paliza, de Edmundo González Urrutia –el candidato de María Corina Machado- como el principio del fin de un chavismo desacreditado y sin credibilidad en sus propias filas… es solo una cuestión de tiempo –poco tiempo- para que realmente aquí también comience una nueva etapa que mejore la vida de la gente.
Una segunda hipótesis relaciona el cambio con el principio del fin de las hegemonías, el poder absoluto versus el poder colegiado. Cuando se pasa de ser una minoría extrema e ideológica, a una mayoría renovada, amplia, pero sobre todo pragmática; pues la izquierda se autorreconoce en tres movimientos: buscar el poder, lograr el poder y retener el poder.
En el caso venezolano, por su comportamiento en el último tiempo, se podría interpretar como que la democracia no fue un fin en sí mismo, sino que fue un medio, el cual, mientras fue favorable se atendió con diligencia, y ahora, cuando los vientos cambiaron, se hace todo lo posible por torcerla para evitarla.
De lo que sí estamos seguros es de que los cambios de viento en la región exigirán ajustar las velas y el rumbo, tratando de no perder a Venezuela en el viraje. Hay que quitarle energía al pasado –que nos explica cada vez menos sobre la forma que tendrá el futuro–, y ponérsela al futuro, en sus diferentes dimensiones el contexto global, la percepción del entorno y su reflejo en escenarios políticos gerenciales, para luego encarar las situaciones a medida que se presentan.
Los cambios de viento pueden interpretarse como una pugna entre asistencialismo versus mercado, y tenemos que ponernos de acuerdo en una única premisa: la Venezuela que tenemos y la que queremos.
Si todos compartimos el punto de partida, será más sencillo compartir también el sentido de dirección: ¿dónde estamos y hacia dónde hay que ir?
La Planificación Estratégica precisamente permite, a partir de un entendimiento común, tomar conciencia de que hay que hacer las cosas bien, posibilitando visualizar el futuro e identificando los recursos, principios y valores requeridos para transitar desde el presente hacia el futuro.
Debemos proponer un camino que no solo nos saque de la trampa/crisis en la que estamos, sino acompañarlo con un mapa de ruta preestablecido para alcanzar los resultados, que nos ayuden a romper paradigmas. Engancharnos más al futuro como fuerza atractora que al pasado –sin por eso olvidarlo– como fuerza retardadora.
Este tipo de artículos tienen la intención de que cada lector se sienta identificado con las situaciones que aquí se plantean, como una aplicación práctica que le será útil al momento de tomar decisiones. Será, sin duda, un material de referencia tanto para la discusión académica, como para los comités de gerencia y para la reflexión en solitario de los políticos que asuman las riendas del país y que tienen dudas sobre los pasos que deben dar.
En este sentido, el “qué” es la visualización, la Venezuela que imaginamos; pero no solo se debe saber hacia dónde ir, sino cómo dirigirse hacia ese lugar. La gerencia es el “cómo” y es lo que busca explicar esta serie de entregas; porque el “cómo” a veces resulta más importante que el “qué”.
El rol de la gerencia es cada vez más relevante y es la causa visible del éxito. Se trata del arte de manejar recursos y orientarlos al logro de objetivos, el balance entre método y el resultado, entre el esfuerzo y el logro, y entre la eficiencia y la eficacia. Por primera vez, habrá que pensar gerencialmente, a través de la elaboración de un plan estratégico que ayude a Venezuela a transitar estos ajustes hacia el futuro. El país ya está preparado para una nueva etapa en la que se hable de un plan gerencial ejecutable.
Para lograrlo, quien lleve las riendas del país deberá mantener una visión y una mirada estratégica que lo mantenga a “37.000 pies de altura”, lo que en gerencia se conoce como visión de avión; porque mirar desde arriba sigue siendo la mejor manera de no perder la visión de conjunto, y conocer la posición relativa y la trayectoria de cada una de las variables involucradas, con el fin de poder cambiar las prioridades sobre la marcha.
Sin perder de vista el contexto, para ciertas decisiones se podría bajar a lo que se conoce como visión de helicóptero, a “1.200 pies de altura”, donde, si bien no se está “en tierra” todavía, es posible observar con mayor detalle. Se planifica a “37.000 pies de altura”, y se reconfirma con visión de helicóptero. En otros casos, deberá bajar necesariamente a “tierra”, completando lo que se denomina el componente bottom-up (abajo-arriba) de la estrategia, que significa tomar en cuenta lo que hay abajo, a nivel de detalle, para equilibrar la estrategia del avión, conservándola fresca todo el tiempo.
Teniendo en mente la mirada desde arriba, del bosque en su conjunto, entonces hay que bajar y apreciar, con esa perspectiva, lo que vayamos encontrando.
Los planificadores deben tener capacidad predictiva para aplicar los cambios necesarios y mantener la agilidad para moverse en el peor ciclo económico de la historia del país, con reglas de juego variables y con un entorno hostil. Siempre haciendo lecturas para tratar de interpretar el impacto de sus decisiones –las que se toman y las que no–, porque cada vez el plazo de acción se va haciendo más corto.
No quisiera perder de vista lo que se llama la visión satelital, desde la cual se observa la posición relativa del país con respecto a la geopolítica mundial. Eso nos debe colocar, necesariamente, en el ámbito geopolítico americano y europeo, el cual debe privilegiarse, y tomar distancia del resto del mundo sin por eso ni ignorarlo, ni dejarlo fuera de las relaciones internacionales. Porque en el contexto que nos encontramos hoy, asociados al llamado “el eje del mal”, los países paria de esta tierra, ha demostrado no ser bueno para nosotros… y llevarnos a vivir tan mal, que nuestro pueblo tiene dos opciones: o se queda a resistir y morir, o emigra en forma masiva. Y las dos opciones son respetables…
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Lo que no fue noticia (y debería serlo)
Que la posición de Trump de “evitar guerras por teléfono” no luce realista… tal vez las pueda posponer por un tiempo, pero los problemas de fondo que ponen a la guerra como solución, seguro que no se resuelven por teléfono. La guerra ha sido, es y será una vía que la humanidad ha elegido en su proceso de evolución. Entonces, a veces es mejor una “buena” guerra por principios justos, que una mala negociación que empeore la vida de la gente. Decirlo es políticamente incorrecto, pero había que decirlo.
O que hacer negocios con el actual gobierno de Venezuela, cuya arremetida contra los derechos humanos está resultando brutal, se ha convertido en tóxico y contagioso para la reputación de las empresas asociadas, directa o indirectamente, con el gobierno de Venezuela. Eso es válido tanto para las empresas internacionales para las cuales la reputación es un tema trascendente, como para las nacionales, a las cuales les importa menos… pero que en el futuro les pasará factura.
Ni que el efímero esfuerzo de AMLO-Petro-Lula ya se disipó, porque si seguían insistiendo iban a tener que atacar a Maduro, y eso siempre estuvo fuera de sus consideraciones. Pero como esta vez la legitimidad popular ha abandonado a Maduro y al chavismo, los esfuerzos por el reconocimiento de Edmundo siguen por otras vías de mayor eficacia. Aún hay unos meses por delante, donde la presión del chavismo será aún más brutal, y la resistencia de la gente operará con la misma fuerza, pero en sentido contrario… las cosas han cambiado, y en el gobierno aún no se han dado cuenta.
Tampoco que el peso de las nuevas sanciones de Estados Unidos ya se comienza a sentir, aunque aún no hayan entrado en vigencia. Tanto las personales como las institucionales y petroleras comienzan a afectar al tener que prepararse para cuando se anuncien y entren en vigencia.