El mundo dividido, entre otros aspectos, por la diversidad en la manera de gobernarlo. Para la generalidad el bloque de occidente, liderado por EE. UU. y la Unión Europea (28 o más países parecieran integrarla); China y, finalmente, el de Rusia, la de Vladimir Putin, que maneja como un bien de su propiedad. En la ausencia de homogeneidad no están ausentes razones de índole política.
En efecto, abundan pareceres relativos a acuerdos empresariales importantes con dinero, monstruos al sacrificio de la soberanía, en aras de la necesidad de integración alimentada por el desarrollo económico y el dominio militar. Se trata de presupuestos superiores al de los propios países. Sacrificamos la potestad soberana, derivación que es un sueño que es absoluta, más bien alimentada por una relatividad saludable en aras de bienestar, mediante: 1. La generación de empleo, 2. Fuentes de riqueza, 3. Expansión de las economías, 4. Reciprocidades culturales y 5. Reglas de sanas practicas migratorias.
En el contexto, la democracia como sistema político, en juego. Y así lo revelan estudiosos: 1. El divorcio entre el poder y la política socava la capacidad de acción política necesaria ante la no credulidad en el Estado para trazar un nuevo rumbo (Sygmunt Bauman, Estado de Crisis), 2. La democracia deriva hacia una realidad paradójica y la política es cada día menos la proyección de las necesidades ciudadanas, convirtiéndose en “un espectáculo mediático” (Colin Crouch, Posdemocracia), 3. Palabra “gobernanza”, vista como el anuncio premonitorio de la “postdemocracia” y de la “postpolitica” (Guy Hermet, Populismo, democracia y buena gobernanza), 4. El futuro de la democracia está no solo en la ampliación del numero de los Estados democráticos, sino también en proseguir el proceso de democratización del sistema internacional (Norberto Bobbio, El futuro de la Democracia) y 5. La llamada crisis de la democracia puede estar indicando, aguas abajo y a profundidad, el manido desencanto general de la gente con la política (Asdrubal Aguiar, Calidad de la democracia y expansión de los derechos humanos).
Una de las cuestiones planteadas es en qué medida estas apreciaciones inducen a afirmar, como de hecho se hace, benefician a los regímenes autoritarios, como por el de China, o “las democracias de papel” que pululan en América Latina. “The Democracy Índex”, “The Economist”, afirma que “la democratización retrocedió en 2021, su más grave declinación desde 2010. Los regímenes autoritarios ganaron terreno. Las preguntas, con respecto a comparaciones entre regímenes liberales y autoritarios, particularmente, el de China, cuyos logros se elogian. El otro, autoritario, el de la Unión Soviética que explotara con las dos palabras de Michael Gorbachov “Glasnost y Perestroika”, hoy “la Rusia de la pertenencia de Putin” ha causado más bien malestar, incluyendo la guerra que mantiene con Ucrania.
Las fuentes revelan las diferencias entre China y Rusia para dilucidar los avances de una y el deterioro de la otra: 1. El denominado “comunismo cerrado” al final de la URSS había gobernado por 74 años, en China 29, 2. Con Mao la República Popular China tuvo la suerte de mirar al exterior en procura de un modelo económico liberal, lo que la condujo a una “gradualidad” que ha favorecido su economía con un poder publico fuerte y libertad restringida, por no decir, inexistente, para el pueblo y 3. Suele decirse que China inició su reforma por la economía y Rusia, en cambio, por la política. Asimismo, que los chinos no tienen el problema de identidad nacional, como los rusos, derivado del colapso de la URSS y el surgimiento de nuevos estados. Hoy son, por tanto, dos países diferentes y hasta opuestos.
El mundo, definitivamente, no es estático. Por el contrario, dinámico. Por supuesto, no es el de la antigüedad, pero, tampoco, el de las expectativas de la modernidad. El pragmatismo, domina. El individualismo, le acompaña. La comparsa es, por tanto, entre varios, la lucha por la esperanza, un anhelo. La colectivización, utópica. La justicia en estrados, perversa. La social cuestionable y cuestionada. ¿Cuál es la ruta? La túnica de la incertidumbre obvia una contestación sincera.
Se ofrecen, asimismo, apreciaciones, lamentablemente, alejadas del optimismo, como las de Jonathan Wolf, quien se pregunta ¿Cómo debe ser distribuido el poder político y de qué libertades debe gozar el ciudadano? Y lo grave es que no consigue respuesta. Y la dificultad es seria, ya que es muy remoto que cada individuo vote a favor del bien común y no en beneficio de sus propios intereses. La intelectualidad en pocas ocasiones deja de ser unánime, otro de los problemas. En Anarquía, Estado y Utopía, Robert Nozic, un convencido del “Estado mínimo”, limitado a la protección de las personas contra la violencia, el robo y el fraude. Uno más extenso violaría los derechos de los ciudadanos. La confusión, sin dudas, existe, con respecto a quiénes somos y qué ha de ser el mundo. El último, pareciera que todavía quisiera gritar la vigencia de la ya vetusta idea de que “el proletariado se adueñase del poder, lo contrario, una legislación perezosa y unilateral ofreciera paliativos a la miseria”. Así lo dejó escrito, no sabemos si un cuerdo o loco llamado John Reed en “Diez Días que estremecieron al mundo”. Por cierto, Reed nació en EE. UU., estudió en Harvard, pero sus restos reposan en las murallas del Kremlin.
Los pasajes relativos a la confusión que reina en el mundo inducen a preguntarse, en consecuencia, con respecto al “autoritarismo político con libertad económica”, pero, también, al de “la autoridad elegida y mercado libre”. El mundo, ansioso de respuestas.
Fuente: Panampost