“¡Estamos en guerra contra un enemigo invisible!” —dijo el presidente Donald Trump—. Y no es para menos, lo que ha ocurrido en el mundo el último mes es sin duda el más grave ataque a la paz mundial que hemos tenido desde Hitler y la Segunda Guerra Mundial, así muy bien lo expresó la canciller alemana Angela Merkel; una pandemia de estas magnitudes y que abarque tantas latitudes, no se había visto en siglos.
Con la evolución de la ciencia, las guerras también han mutado, las mismas ya no se luchan cuerpo a cuerpo con espadas y hachas como en los tiempos del imperio mongol, tampoco es la guerra de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, ni la de combates de artillería pesada que ocurrieron un par de décadas después. Hoy las guerras son epidémicas, virtuales, a distancia. Lo que inició como una guerra comercial para disputarse la supremacía económica mundial entre China y Estados Unidos ha escalado a la crisis que tenemos hoy en día, donde más de 100 naciones han tenido que refugiar a sus ciudadanos y promover cuarentenas para evitar picos de muerte por contagio del “virus chino”.
Si bien es cierto que sigue siendo muy pronto para sacar conclusiones sobre las repercusiones geopolíticas de este entramado y, por supuesto, del origen de esta pandemia, hay mucho que sí está claro. En primer lugar, que desde hace años se viene propiciando una lucha arancelaria entre Estados Unidos y China en la que Trump parecía ir venciendo; en segundo lugar, que el virus actual que ataca al mundo se originó en China, aunque no se sabe a ciencia cierta si el mismo dio inicio por los hábitos alimenticios de los chinos, por negligencia en algún laboratorio o, incluso, por pericia en los mismos. Al respecto, lo que sí podemos confirmar es que hubo médicos chinos que intentaron alertar al mundo sobre la tragedia que vendría con el nuevo coronavirus (COVID-19), y que el régimen comunista chino liderado por Xi Jinping mandó a silenciarlos. Posterior a ello, vendieron al mundo la idea de que el virus no se transmitía entre seres humanos, pues así lo afirmaron sus autoridades sanitarias, por lo que “no había que alarmarse”, y luego dejaron que sus ciudadanos viajaran fuera de China sin ningún tipo de restricción permitiendo que estos propagaran el virus por el mundo. Entonces, luego de todo esto, ¿saben cuál fue la respuesta de diplomáticos de China? Decir que el virus había sido llevado a su país por militares norteamericanos, e incluso dieron inicio a una guerra informática con bots y falsa información para propagar dicha narrativa y sacudirse sus responsabilidades; de hecho, a mi Twitter ya llegaron:
Que hoy Trump llame al coronavirus el “virus chino” no es de gratis, y tiene todo el sentido del mundo. Es China el país responsable de esta pandemia que al día de hoy ha provocada casi diez mil muertes y que ha paralizado la economía del planeta. Basta con ver los números de la bolsa estadounidense para comprender la magnitud del asunto. En la actualidad, cuando esta pandemia apenas empieza a desarrollarse, ya la bolsa norteamericana ha perdido todo lo que había subido desde que Trump asumió el poder, mientras que la economía China se ha mantenido mucho más sólida, y de hecho, al día de hoy ya claman que no tienen nuevos contagios por el virus que ellos mismos propagaron por el mundo.
Las pérdidas son millonarias, 25 millones de puestos de trabajo en el mundo podrían desaparecer, según alertó la Organización Internacional del Trabajo. Todo esto se traducirá en un desequilibrio fiscal incontrolable en todo Occidente, lo que a su vez generará no solo más pobreza, sino también más quiebras, enfermedades y muertes por hambruna, e incluso toda una rama de efectos secundarios no cuantificables por el estrés que generará el ahogamiento financiero de millones de seres humanos.
Curiosamente, hoy China y sus vecinos parecen ser las naciones que manejan mejor la crisis provocada por el coronavirus, mientras que en Italia solo ayer murieron 475 personas, en España la situación no es más alentadora, y hoy toda Sur América ha promovido cuarentenas que paralizan el comercio para tratar de controlar una crisis sanitaria que evidentemente escapa del control de las autoridades.
Sea cuál sea la razón por la que todo esto inició, lo único para lo que no cabe lugar a dudas es que la propagación del virus se dio por decisión o con consentimiento de Xi Jinping y las autoridades chinas; y debemos entenderlo muy bien, los ciudadanos chinos son también víctimas del régimen comunista que gobierna su país. El gran salto adelante de Mao que provocó unos 40 millones de muertes por hambruna sigue teniendo repercusiones al día de hoy. Si en la actualidad los chinos comen sopa de murciélagos y cocinan perros vivos para alimentarse se debe precisamente a la distorsión cerebral que generó en ellos una hambruna sin precedentes en el planeta, y quiero dejar claro que con esto no trato de justificar las vilezas de nadie, pero es simplemente aprender a poner las cosas en contexto: el enemigo ayer, hoy y mañana, siempre ha sido el socialismo y el comunismo, todas las perversiones ocurridas en el planeta y que a día de hoy nos agobian se producen en medio de estos regímenes totalitarios colectivistas que atacan al individuo y creen al hombre una masa homogénea.
Durante muchos años las principales potencias de Occidente, e incluso nuestras naciones latinoamericanas, se han vanagloriado por hacer negocios con la tiranía China, hoy los chinos tienen acciones, sucursales, empresas en casi todo el mundo. En la actualidad el régimen comunista representa la nación con mayor inversión en el continente africano, y así han ido expandiendo su influencia en el planeta, hasta ser capaces de producir una epidemia de estas proporciones para pisotear al mundo.
Hoy y mañana, con un mundo en recesión económica, cientos y miles de empresas al borde de la quiebra, y poco capital para financiar rescates, ¿saben quién estará allí? Sí, adivinaron, China, y esto no es que pueda ocurrir, es que ya está pasando, y no tienen idea de lo peligroso que es que China tenga el poder y la influencia para controlar la economía del mundo.
Lo más lógico que debería ocurrir luego de este gran acto de guerra de China contra Occidente es que se corten relaciones comerciales con el gigante asiático. Esto no es un chiste, y China no es una islita como Cuba a la que se puede ignorar mientras juega al comunismo; continuar comerciando con China es continuar brindando legitimidad a un régimen de 70 años que mata de hambre, que oprime a su propio pueblo, que tiene un poderío militar muy importante junto a una gran capacidad económica, y que, por si fuera poco, hoy ha puesto a medio de mundo de rodillas con una pandemia mortal.
A muchos mandatarios les gusta jugar a la diplomacia con regímenes totalitarios hasta que las bombas le estallan en la cara. Ocurrió con Castro y hoy a pesar de su incapacidad económica ha logrado desestabilizar América Latina mediante una batalla ideológica. Ocurre con China y hoy vemos las consecuencias, al igual como pasa con Maduro y el chavismo, principales aliados de los actores anteriormente mencionados y del régimen teocrático y terrorista de Irán.
Todo el que aboga y aprecia su libertad, todo el que defienda los valores de Occidente, todo el que tenga un poco de sentido común debe cerrar filas contra una tiranía perversa que hoy ataca al mundo para imponer sus intereses. Comprarle a China es financiar nuestro propio aplastamiento.
Fuente: PanamPost