ITXU DÍAZ,
Menos mal que después de más de dos mil años de oscuridad y burricie ha venido un tipo desde una tribuna de El País, en plena Semana Santa, a sacar «el escalpelo», según sus propias palabras, sobre la figura de Jesús de Nazaret para «reinsertarlo en su contexto». Nos descubre como primicia mundial que en el Gólgota hubo «dos ejecutados más» y me ha dejado tan sorprendido que he estado a punto de enviarle un Whatsapp a Pilatos con mogollón de emoticonos de interrogación. «Por alguna razón, el afán de recordación resulta aquí llamativamente selectivo, pues no se extiende a esos otros desdichados», advierte, acusándonos con razón a los cristianos de no tener demasiado presentes a Dimas, que era el bueno, y a Gestas, que era un poco cabrón.
A mí lo primero que me inquieta de todo esto es que todavía queden colaboradores de prensa que van por ahí sacando impunemente «el escalpelo», expresión que puede dar lugar a numerosos equívocos en casi todos los contextos posibles; en honor a la prudencia, yo comenzaría por sugerirle que guarde su escalpelo a buen recaudo antes de comenzar su sermón. Si bien admito que todavía me asombra más que alguien se asome a un periódico a escribir la palabra «recordación», que imagino que es su manera de recordarnos -o de recordacionarnos-, que es profesor universitario y que puede resultar increíblemente erudito si le invitan a una tribuna, para no dejar lugar a dudas sobre su condición. Sea como sea, nos cuenta que se ha tomado la molestia de «documentarse y de razonar» sobre todo este asunto. En mi humilde opinión, tal vez en exceso; el esfuerzo inútil conduce a la melancolía.
Nuestro buen hombre parecer ser consciente de la dificultad de la empresa que pretende acometer: «El proceso» de convertir a Jesús «en Dios fue complejo», señala. Y tanto que lo fue. Aunque para conocer los detalles, imagino imprescindible entrevistar a Dios, y el académico no nos aclara cómo ha logrado tal audiencia, que al menos podía tener la audacia de filtrar los audios de la entrevista a algún youtuber de moda, y reventarle el canal de visualizaciones en fechas tan señaladas para los cristianos. Lejos de hacerlo, se nos pierde un poco denunciando un «misterio proclamado por el oscurantismo institucionalizado de ciertos púlpitos», y yo le agradezco de corazón que haya recordado poner la tilde porque, con la prosa arenera que exhibe, si además mezcla la teología, la historia y la gastronomía gallega, a mí me explota la cabeza.
Con todo, no se me escapa que el artículo es en realidad una lenta preparación para el último párrafo, colosal, grandioso, con todo el escalpelo al aire, que imagino escrito ya en pleno éxtasis woke: «La Semana Santa podría adquirir sentido incluso para quienes no comparten el mito cristiano si fuese la reivindicación, no de la muerte brutal de un solo hombre hace 2000 años, sino de la vulnerada dignidad de quienes fueron víctimas de la sevicia del poder, incluyendo a los crucificados con Jesús«. Nótese que emplea la bellísima expresión «sevicia del poder» para evitar decir ese «atajo de hijos de perra», que es expresión que emplearíamos cualquiera de los columnistas analfabetos y que, en su caso, podría sembrar dudas, por un instante, sobre su elevado estatus intelectual.
El gran hallazgo es, por tanto, que nosotros, los del «oscurantismo institucionalizado» de los cefalópodos, reivindicamos solo a Jesús, nuestro Dios, y no a Gestas, ni a San Dimas, a quien por cierto los católicos veneramos cada 25 de marzo, dicho sea sin ánimo de sacar a pasear mi escalpelo. Ocurre, y siento de corazón la humillación que debe ser para tan erudito investigador recibir la noticia, que los cristianos reivindicamos –por usar su mismo lenguaje rollo 15M- a Jesucristo porque es Dios, que murió por nosotros y por todos los hombres, y que resucitó al tercer día, como señalan los evangelistas con los que El País no simpatiza del todo porque tienen mal enfocado el «afán de recordación».
Veamos. Admito que yo a Gestas lo he tratado poco, pero, hasta donde he podido saber, San Dimas no acabó en la cruz por voluntad propia para redimir a todos los hombres, y a esta hora, corríjanme los teólogos si me equivoco, no tengo noticias de que haya resucitado, porque en todo caso, él sería el primer sorprendido. Si bien, sabemos gracias al «afán de recordación» del Nuevo Testamento, y no podrá negarlo su escalpelo, que Jesús le prometió que premiaría su arrepentimiento con la inminente entrada en el Paraíso; o sea que mal-mal tampoco está.
Resumiendo: la última fase de la decadencia intelectual es la farsa, entonces, el esperpento.