domingo, noviembre 24, 2024
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Lectura del Génesis según Maduro

ITXU DÍAZ,

En el principio, Dios creó los cielos y la tierra, y a Maduro y al Imperio Español. La cabeza de Maduro no tenía forma y estaba vacía, era caos y confusión y oscuridad. Los españoles estaban un tanto perdidos por allí, mientras Maduro, por su parte, pasaba el rato metiéndole la zancadilla a los angelitos que se afanaban en colocar los luceros y rizar las olas del mar, mientras esperaba la llegada de su amigo Satanás. Maduro dormía con los ojos abiertos porque al cerrarlos se le aparecían españoles gigantes de tres cabezas y, siempre, al despertarse sobresaltado, debían venir después varios angelotes a cambiarle los pañales, algo que le resultaba muy humillante, hasta el punto de que algún día, en pleno cambio, se le escuchó murmurar: «¿Qué pensaría Diosdado si viera esto?».

Creció poco a poco Maduro hacia dentro como una medusa, y siguió siendo caos, y confusión y oscuridad. Un día, al ver a Adán y Eva disfrutando de un paseo por el jardín del Paraíso en libertad, trató de encarcelarlos y torturarlos, pero el demonio le dijo que no se pasara de listo, que aún faltaba su propio momento estelar y que no pensaba cedérselo a un idiota bolivariano como él. Entonces comenzó a aburrirse y pasó un tiempo matando moscas con el rabo.

Mientras tanto, Dios creó los peces del mar, las aves de los cielos, y finalmente a todas las alimañas terrestres y así Maduro pudo encontrar amigos para quedar a comer y gruñir juntos un buen rato, que ya por entonces era su actividad favorita. También le gustaba golpearse el pecho mezclándose con los gorilas, que aprendieron de él su característico retumbe pectoral, con el que tratan de ahuyentar a otros machos. Se cree que los primates comenzaron su evolución ahí, Maduro no.

Cuando Adán y Eva mordieron la manzana, descubrieron con vergüenza que estaba desnudos, y cosieron unas hojas de higuera para hacerse unos ceñidores; el bolivariano observó atónito la escena, y pensó «a donde fueres, haz lo que vieres», así que hizo lo mismo, cosiéndose unas hojas higuera sobre el pantalón del chándal, causando mucha hilaridad entre los macacos, que se partían nada más verlo.

En corrillos de bestias variadas, Maduro impresionaba a todas las hienas con sus conocimientos de Historia Futura, y en largas peroratas proféticas les aseguraba que los españoles matarían a Jesús, a quien consideraba palestino y comunista bolivariano, a lo que el elefante solía contestar: «¡Y yo soy un colibrí!».

Un día, siendo Adán y Eva perseguidos por el aprendiz de dictador bolivariano, que coreaba sin parar consignas contra el Imperio Español, se les escuchó comentar en bajo entre ellos: «Lo de parir con dolor y ganarse el pan con el sudor de la frente, vale, pero lo de aguantar a este idiota no nos lo dijeron, si lo sé no muerdo».

Tanto hartó el dictador venezolano a los primeros habitantes de la tierra con sus soflamas revolucionarias y sus amenazas a Estados Unidos millones de años antes de su fundación, que cuando Abraham se disponía a sacrificar a su hijo Isaac, lo pensó un instante, alzó la voz a los cielos y clamó: «¿Y no podríamos sacrificar mejor a Nicolás?». Dios reiteró a Abraham que se trataba de un sacrificio, no de un premio.

Maduro, al ver que salvaba el pellejo, se fue de marcha con varios demonios para celebrarlo, se pasó con los licores, y comenzó a delirar tonterías revolucionarias por todas partes las 24 horas del día. Nada le ahuyentaba excepto la actividad intelectual, de modo que cuando alguien quería desprenderse de él le acercaba un libro gordo, y se deshacía al instante como demonio rociado por agua bendita.

Al fin, Dios lo envió a una tierra bellísima, Venezuela, para que entre tanta lindura se recondujese, pero su estado de ebriedad y delirio llegó hasta nuestros días. Allí tomó clases de Religión con Satanás, aprendió Moral con Castro, Política con Chávez, Historia con Stalin, e Higiene y Modales con el Ché Guevara.

Más tarde Moisés le perdió la pista a Maduro, ya reconvertido en el teólogo de Miraflores, pero aún se le puede ver algunas noches, cuando se aparece en donde hay un conflicto, para ponerse siempre del lado del más malvado, mentiroso, salvaje, terrorista, y dictador de los contendientes y, justo a continuación, superarse con declaraciones tan, tan estúpidas, que hay quien piensa se las sugiere Chávez desde su secreta reencarnación en pajarito revolucionario.

Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

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