Trino Márquez,
El CNE aceptó finalmente la renuncia del gobernador Manuel Rosales a la candidatura presidencial y el respaldo a Edmundo González Urrutia (EGU) por parte de Un Nuevo Tiempo (UNT) y del Movimiento Por Venezuela (MPV), luego de la presión internacional desatada contra Nicolás Maduro durante las horas previas al cierre del plazo para modificar el tarjetón electoral. Hasta la tarde del 23 de abril aún no se sabía si la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) –la de la manito- iba a ser inhabilitada por la Sala Electoral del TSJ, si EGU quedaría sin partido que lo postulara y si Manuel Rosales sería la única opción real de la oposición para participar en los comicios del 28 de julio. El suspenso era total. Los rumores y conjeturas elevaron la tensión al máximo. Parecía que estábamos en medio de una película de Alfred Hitchcock.
El gobierno se inhibió de cumplir los pronósticos por las providenciales intervenciones ese mismo día de los presidentes de Brasil -Lula da Silva-, de Chile –Gabriel Boric-, del canciller de España –José Manuel Albares- y de Francisco Palmieri –representante de Estados Unidos para las relaciones con Venezuela-; además, por la presencia en Venezuela del fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) -Karim Khan- y de la comisión de expertos electorales de la ONU dispuestos a participar como observadores en los comicios de julio.
Todos esos factores se alinearon para lograr que Maduro le ordenara al CNE la admisión de EGU como candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), derecho que previamente le negó a María Corina Machado y a Corina Yoris. El costo de desconocer las opiniones de los actores que habían mediado en la crisis habría sido demasiado elevado para el régimen, especialmente en el momento actual que las sanciones petroleras han recrudecido y podrían agravarse en el futuro cercano, cuando el Gobierno necesita proyectar la imagen de estabilidad y prosperidad económica, a través del populismo al cual echa mano en cada campaña comicial.
Si no surgen nuevas y repentinas «sorpresas» puede decirse que la oposición cuenta con un candidato oficial para la cita del 28J. La escogencia de EGU, diplomático de larga carrera, como candidato unitario presenta varias ventajas importantes.
Fue elegido de forma unánime por las diez organizaciones que componen la PUD. Quedó demostrado que la alianza se tomó en serio la tarea de consultar, dialogar, limar asperezas internas y alcanzar un acuerdo estratégico. La ecuanimidad con la cual la PUD encaró las dificultades y los tropiezos fue una evidente demostración de que ese sería el estilo de gobernar Venezuela en el futuro.
La unanimidad alcanzada refleja que MCM, máxima líder de la oposición, participó en el debate y estuvo de acuerdo con el acuerdo. Puede suponerse que EGU fue asumido por MCM como otra versión de Corina Yoris, con la ventaja que en el proceso de selección del hoy candidato intervinieron de forma más activa las organizaciones integrantes de la PUD. Lo cual le da mayor representatividad a Edmundo González Urrutia.
La selección del abanderado presidencial no produjo desgarraduras internas en la PUD y la unidad se preservó y fortaleció. Manuel Rosales contribuyó a esa cohesión al apoyar el acuerdo, retirar su candidatura y ofrecer la tarjeta de UNT al aspirante electo. El gobernador cumplió con lo prometido, dejando mal parados a sus detractores.
Quedó de manifiesto que, a pesar de todas las restricciones e inconvenientes impuestos por el régimen –especialmente el bloqueo de MCM-, la PUD pudo elegir su propio candidato. No fue Nicolás Maduro y sus aliados quienes lo impusieron.
Se evidenció que, así como en circunstancias tan adversas la PUD pudo organizar y cristalizar con enorme éxito la Primaria de octubre 2023, igualmente se encuentra en condiciones de diseñar y desarrollar una campaña presidencial exitosa en 2024.
MCM deberá entrar en una nueva y decisiva fase. Ella constituye un factor clave en el éxito de la campaña electoral y en la victoria del candidato que respaldó, con el fin de rescatar por la vía electoral la democracia y el bienestar nacional.
A partir de ahora, todos los demócratas deben fortalecer la nominación de EGU. En sus primeras intervenciones públicas, el aspirante se ha proyectado como un estadista. Una persona aplomada, alejada del histrionismo dominante durante un cuarto de siglo, que llama sin exclusiones a la paz, la reconstrucción del país y la unidad nacional.
La sindéresis está retornando. La visión global de Venezuela y el Estado están reapareciendo. Ahora, el compromiso consiste en lograr que haya valido la pena que Edmundo González Urrutia sea el candidato unitario contra viento y marea.