Marcelo Duclos,
Si Cristina Fernández de Kirchner tuvo éxito o no con su objetivo de hoy lo sabe solamente ella y su entorno. Volver a recuperar la centralidad política en Argentina no era una opción. Eso está fuera del menú. Si trató de comenzar a confrontar mano a mano con Javier Milei, para mostrarse como su alternativa política a futuro, fracasó. Sin embargo, si su estrategia era aprovechar la acefalía opositora, para posicionarse como su máxima referente, entonces puede que haya tenido éxito.
No es ninguna novedad que CFK de tonta no tiene un pelo. Es mentirosa, está desesperada, hace papelones, pero es una política hábil. Cabe recordar que fue ella la primera que reconoció a antes de las primarias que el peronismo no estaba en condiciones de tener aspiraciones mayores a entrar a un balotaje, ya que la elección sería de “tercios”. Conociéndola como la conocemos, es muy probable que prefiera posicionarse como la referente de la oposición, aunque este liderazgo condene a los opositores a ser minoría por rato largo. Si a Cristina algo le da más miedo que el liberalismo aplicado y un Milei exitoso es su intrascendencia política.
Yendo a su discurso, lo más honesto que dijo fueron medias verdades engañosas. Después fueron todas mentiras, datos sacados de contexto y barbaridades en materia teórica. Hasta se animó a cuestionar la eficiencia del mercado, asegurando que el Estado es superador. Para Kirchner, el capitalismo tiene que hacer Iphones, para el que quiera y pueda los compre, mientras que el ámbito gubernamental se tiene que dedicar de todas las cosas importantes.
Para empezar, no pudo evitar reconocer que corre muy detrás del presidente libertario. Hasta dijo que decidió hablar hoy luego de la última cadena nacional. Como siempre, usó un escenario cómodo como el feudo kirchnerista de Quilmes y su intendente Mayra Mendoza. Uno de los reductos cristinistas que le quedaron a la expresidente.
Aunque quiso ponerle épica a un acto pasado de moda, a simple vista el país se dio cuenta que se trató de una presentación devaluada de un kirchnerismo también devaluado. Hicieron mención a la estatua de Néstor Kirchner, que ahora se encuentra en el microestadio de la ciudad: un monumento que devolvieron de Ecuador y que después lo quitaron del ex Centro Cultural Kirchner, que ahora busca nuevo nombre (afortunadamente).
En su discurso, hizo referencia a la legitimidad de origen y “de gestión”. El primer concepto lo utilizó como para argumentar que el capital político que obtuvo el presidente en el balotaje se puede perder si no se revierte rápidamente la situación económica. Con respecto a la supuesta legitimidad de la gestión, recordó el año 2003, cuando Néstor Kirchner construyó poder político partiendo de un 22%. Claro que más que “gestión” hubo repartija de fortunas y autoritarismo político.
Como era de esperar, también se expresó al final del déficit fiscal anunciado por Milei. Recordó cuando en el kirchnerismo se llegó al mismo objetivo, pero dejando de lado los contextos absolutamente diferentes. Mientras ellos llegaron al poder luego de una bruta devaluación, con el banco central listo para multiplicar la base monetaria luego de una década de convertibilidad y con los precios internacionales más favorables de la historia, la gestión actual tuvo que corregir los desajustes luego de la peor herencia imaginada. Lógicamente, por el kirchnerismo.
¿A quién puede querer convencer CFK? A nadie. Le habló a la tropa propia y a Milei no le movió un pelo. Los que se enojaron por el discurso de hoy no están en el gobierno. Están en el peronismo y en el minoritario radicalismo opositor, tratando de levantar la cabeza. Hoy Cristina los aplastó a ellos y dijo que piensa seguir manejando la batuta de un espacio, que con ella a la cabeza, será siempre minoritario. Milei, agradecido.