Instituto Mises,
La victoria electoral de Javier Milei en Argentina fue una agradable sorpresa para los libertarios de todo el mundo. Por primera vez, un anarcocapitalista abierto fue elegido presidente de una nación soberana. Pero la fama de Milei no se limita a los círculos libertarios. Derechistas de todo el mundo le han elogiado por su lucha contra la corrupción y la ruina económica. Incluso se le concedió un puesto como cabeza de cartel del ex presidente Donald Trump en la Conferencia de Acción Política Conservadora 2024, uno de los mayores eventos conservadores de los Estados Unidos. Actualmente, es uno de los jefes de Estado más populares del mundo. Toda una proeza para alguien de filosofía heterodoxa.
Milei es un economista austriaco. Enseñó economía durante más de veinte años y se convirtió en toda una celebridad. Las cadenas de televisión argentinas le invitaban a debatir con izquierdistas, y el público de esas cadenas se aficionó a su intelecto y a los insultos groseros que dirigía a sus oponentes. Su estilo de debate recuerda la divertida cita de Murray Rothbard: «Siempre he estado a favor de refutar la doctrina y luego atacar a la persona; eso no es una falacia ad hominem».
La competencia de Milei como economista ha quedado muy patente en su presidencia. Bajo su dirección, Argentina ha registrado «dos meses consecutivos de superávit financiero por primera vez desde principios de 2011», una hazaña impresionante. Su tasa de inflación intermensual pasó del 25,5 % en diciembre al 20,6 % en enero, al 13,2 % en febrero y al 11 % en marzo. Argentina se está recuperando. Lentamente, pero con seguridad.
Los ataques a Milei
Aunque Argentina está experimentando mejoras y Milei está realizando un trabajo impresionante, es objeto de ataques casi constantes por parte de izquierdistas de todo el mundo. Algunas de las armas más utilizadas son las acusaciones de política de «extrema derecha» y «fascismo». Un escritor de Foreign Policy le llamó «aspirante a dictador», mientras que la World Socialist Web Site dijo que su discurso en Davos, durante el cual condenó el fascismo, fue un «desvarío fascista». En un post viral sobre X de Elon Musk se leía:
“Javier Milei continúa su alboroto fascista en Argentina. Ha autorizado la privatización de todas las industrias estatales restantes (ahí están sus donantes haciendo caja). También ha autorizado la venta de todas las viviendas sociales y eliminado todos los controles de alquiler. Va exactamente como se esperaba”.
Para un economista austriaco es casi un rito de paso ser tachado de extrema derecha, fascista, nazi, racista u homófobo. Dios sabe que Rothbard y Hans-Hermann Hoppe han sido llamados así miles de veces. Los izquierdistas han llegado incluso a llamar partidario del fascismo a Ludwig von Mises, un judío que huyó de los nazis. Es absurdo. Si alguno de estos críticos se molestara en leer lo que creían los fascistas reales, se daría cuenta de que estos economistas austriacos son lo opuesto a los fascistas en casi todos los sentidos.
Milei versus Mussolini
El dictador Benito Mussolini y su íntimo camarada Giovanni Gentile eran indiscutiblemente fascistas. Inventaron el fascismo, escribieron literatura fascista y se llamaban a sí mismos fascistas. Así que es lógico que si quieres ver si Javier Milei es fascista, lo compares con estos fascistas. Los críticos nunca hacen este tipo de comparaciones porque son conscientes de que expondrían sus ridículas acusaciones como lo que son: ahistóricas e ignorantes.
Mussolini veía el Estado casi como algo a lo que rendir culto, y sus obras estaban plagadas de referencias a su grandeza e importancia. Resumía su visión con el mantra: «Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado». En marcado contraste, los discursos, debates y desplantes de Milei están llenos de insultos y críticas dirigidas al Estado. Una de sus frases más famosas, «límpiame el culo con el Estado», resume este desdén. Milei no tiene al Estado en un pedestal como Mussolini.
Mussolini creía que el capitalismo estaba profundamente viciado y debía ser abolido. En «La doctrina política y social del fascismo», afirma que el Estado era «la única fuerza que puede aportar una solución a las dramáticas contradicciones del capitalismo» y que el fascismo sustituiría al capitalismo por «un sistema de sindicalismo». Por otra parte, Milei mantiene una opinión opuesta. Con frecuencia elogia el capitalismo como moral y económicamente superior. En su discurso del Foro Económico Mundial, calificado de «desvarío fascista» por los socialistas, declaró que la gente debe resistirse al Estado, afirmando: «El Estado no es la solución. El Estado es el problema en sí mismo».
Desde luego, la política de Milei tampoco es fascista. La dictadura de Mussolini apoyó la socialización de la industria, no la privatización. Su dictadura impuso la afiliación sindical, reguló duramente las industrias y socializó más de ochenta empresas. En 1934, se jactaba de que «tres cuartas partes de la economía industrial y agrícola italiana» estaban controladas por el Estado. Mussolini invirtió en viviendas sociales. Sólo en Roma se construyeron noventa y siete mil apartamentos entre 1924 y 1930. El gobierno fascista construyó 147 ciudades nuevas entre 1922 y 1944. En abril de 1934, declaró una reducción del 12 % en los alquileres e implantó un control de alquileres que no se derogó hasta 1978. El post de X de uno de los críticos de Milei demuestra que la política de Milei es exactamente lo contrario.
La derrota del fascismo
Milei no es fascista; en todo caso, derrotó a fascistas. El oponente de Milei en las anteriores elecciones era abiertamente peronista. Los peronistas siguen las ideas de Juan Perón, comúnmente identificado como fascista o muy cercano a él. Perón elogió a Mussolini y le atribuyó parte de su filosofía, además de ayudar a escapar de Europa a criminales de guerra nazis, y su política económica era mucho más cercana a la de Mussolini que a la de Milei. La victoria de Milei marca un nuevo comienzo para Argentina, un comienzo en el que el fascismo ya no es la ideología dominante.
Este artículo fue publicado inicialmente en el Instituto Mises.