IBÉYISE PACHECO,
El simulacro del domingo pasado colmó el vaso de la preocupación de Nicolás Maduro que ya bastante cargado venía con las impresionantes movilizaciones alrededor de María Corina Machado. La contabilidad emanada extraoficialmente del oficialismo respecto al simulacro proyecta una participación de poco más de millón y medio de venezolanos -que votaron casi todos obligados- y algunos, tal vez muchos, lo hicieron por el candidato opositor Edmundo González Urrutia. En todo caso, la cifra de votantes resultó abismalmente inferior a las expectativas de Miraflores y a las necesidades de Maduro para poder mantenerse en el poder.
Así que el Plan B de Maduro se transformó en urgente. Y el gallo Maduro pasó a ser un pollito que solicita a Estados Unidos ser escuchado bajo la antigua mediación de Qatar.
El tema es ¿qué le piensa ofrecer a los americanos para pretender su apoyo para conservar el poder? Se da por descontado que Maduro está dispuesto a jurar que ganará las elecciones y ofrecerá ser un presidente que presidirá un gobierno de unidad nacional, solo que cumplir esa promesa le será imposible porque carece de apoyo popular, o lo que es peor, la mayoría de los venezolanos lo detesta. Además, su palabra está devaluada: no cumple.
La situación del país es otra. Ahora el pueblo venezolano está empoderado y decidido a expulsar al tirano de Miraflores.
Previamente y por algún tiempo la dictadura mantuvo la opción de Qatar hasta que inhabilitó a María Corina Machado violando una vez más los acuerdos asumidos. Entretanto en distintas partes del mundo, especialmente en Estados Unidos, un costoso lobby acompasado de ubicuos empresarios, enchufados y demás oportunistas, se ha encargado de lavarle la cara al tirano, tratando de convencer al mundo libre de que la gente lo quiere, mientras, por el contrario, su impopularidad se muestra masiva y contundente. Quien lo dude debe disfrutar de la repetición del enfrentamiento de fútbol entre Venezuela y Jamaica en la Copa América llevado a cabo en Austin, Texas, para entender que el odio hacia el tirano es material de exposición fuera de nuestras fronteras.
Sin embargo, algunos medios cuestionados y “especialistas” locales y americanos han expuesto reiteradamente la posibilidad de un triunfo de Maduro. Eso, para la inmensa mayoría de venezolanos, se trata de un análisis ofensivo que desconoce la realidad, y que irrespeta el dolor y la decisión de expulsarlo.
El régimen ha equivocado su estrategia. Su primera gran derrota fue sufrir la organización de las elecciones primarias opositoras que solidificaron el liderazgo de María Corina Machado, una candidata que rompió los esquemas, resultando una mujer incansable, enormemente carismática, generadora de empatía y con una gran flexibilidad para hacer política. El liderazgo de María Corina ha multiplicado la intención de sufragar, y lo más importante, ha activado a la gente para organizarse y defender su voto.
María Corina ha convertido en posible el regreso de la democracia y ha alumbrado el sueño de la reunificación familiar con la vuelta a la patria de millones de venezolanos. De nada le sirvió a la dictadura su inhabilitación. Se equivocaron, la subestimaron. El régimen también falló al evaluar a la dirigencia opositora y apostar que se fracturaría, por lo que ha tenido que conformarse con los alacranes abiertamente tarifados y con inutilidad resultante.
También la dictadura desde el aislamiento de su poder subestimó a los ciudadanos al calcular que indefinidamente podía mantenerlos en la miseria con eventuales limosnas, doblegados bajo el yugo del miedo. No en balde la estrella número uno en los recientes ascensos en la Fuerza Armada es el torturador, ahora coronel Alexander Granko Arteaga. Pero tampoco les resultó. La minimización del miedo es uno de los logros más importantes en esta lucha.
El venezolano está harto y siente que nada tiene que perder, por lo que ha dado un paso cívico y firme ante quien pretenda obstaculizar su ejercicio de ciudadano. Nada ha alterado la decisión de votar. Eso desarmó a la dictadura que se quedó sin argumentos ante la pretensión de involucrar al mundo opositor en conspiraciones.
Maduro no puede convencer a nadie de tener mayoría. Y es muy grueso para algunos gobiernos que alzan la bandera de la democracia, apoyar a un mandatario que se niega a convocar elecciones libres. ¿En qué lugar se colocará Estados Unidos? ¿Va a asumir alguna posición sin escuchar al pueblo y con ello al liderazgo opositor?
En cualquier caso, la voluntad de millones de venezolanos ha de convertir en irrelevante cualquier pronunciamiento, decisión o acuerdo que camine en vía contraria a una elección libre que el próximo 28 de julio permita ejercer el derecho a elegir su presidente.
Las últimas semanas un pueblo se ha mostrado decidido. Retador. Que, si le hacen un hueco en la carretera para impedir el tránsito hacia la concentración de María Corina, culmina la travesía a pie. Y es posible que, sin decirlo, esa misma decisión arrope a los miembros de la Fuerza Armada, solo que todavía no han tenido la oportunidad de hacerla respetar.